Fue político comunista albanés, primer ministro de este país entre 1944 y 1954. No obstante, fue su máximo dirigente desde 1946 hasta su muerte, en 1985.
Hoxha nació en Gjirokastra, ciudad del sur de Albania, cuna también del escritor albanés Ismael Kadare, en 1908. Hijo de un comerciante musulmán, estudió en Francia en la Universidad de Montpellier y en París y allí entró en contacto con círculos comunistas. Colaboró con el periódico comunista L'Humanité denunciando al régimen monárquico albanés. Trabajó también en el secretariado del consulado albanés de Bruselas. En 1936 regresó a Albania y empezó a trabajar como profesor. Luchó en la Guerra Civil Española, formando parte de las Brigadas Internacionales.1 Participó a partir de entonces en la oposición al monarca albanés Zog I y a la invasión italiana del 7 de abril de 1939. Hoxha ingresó en el grupo comunista "Labor" cuando la mayoría de los grupos socialistas albaneses se unían bajo el patrocinio de los marxistas yugoslavos de Belgrado para formar el Partido Comunista de Albania (PCA). En la resistencia, intervino activamente en la formación del Frente de Liberación Nacional, del que fue su primer comisario político.
Tras la ocupación italiana del país en abril de 1939 Hoxha fue despedido de su empleo y la organización comunista de Korça lo envió a la capital, Tirana, que al poco tiempo se convirtió en un centro importante del movimiento comunista y de la resistencia antifascista. En 1941 fue uno de los fundadores del Partido del Trabajo de Albania y uno de los dirigentes de la resistencia a la ocupación de Albania por parte de la Italia fascista y la Alemania nazi.
En 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, Hoxha fue elegido líder del PKSH. Para el 29 de noviembre de 1944 toda Albania estaba liberada de los invasores y se instaló un nuevo gobierno dominado por el Partido del Trabajo teniendo a Hoxha como jefe supremo en calidad de secretario general del partido. El poder de los partisanos comunistas albaneses era aplastante; en simultáneo sus opositores locales estaban desunidos en clanes y orientaciones religiosas diversas, lo cual les impidió formar una oposición seria contra Hoxha, quien además contaba con el apoyo de la limítrofe Yugoslavia.
Tras breve lucha los comunistas albaneses terminaron por dominar el nuevo gobierno y en diciembre de 1944 fueron nacionalizadas las minas, los bancos y las empresas extranjeras y se estableció un control estatal y obrero sobre la producción, a la vez que se multiplicaron las cooperativas de consumo. En agosto de 1945 comenzó la reforma agraria, repartiendo entre campesinos pobres y jornaleros casi todas las tierras de cultivo que habían sido propiedad de los terratenientes.
Tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial, Enver Hoxha consolidó un gobierno provisional y fue nombrado Primer Ministro, consiguiendo instaurar un gobierno estrictamente leninista. El 11 de enero de 1946 fue proclamada por una Asamblea Constituyente la República Popular de Albania, aboliendo definitivamente la monarquía e instalando un sistema comunista basado en el ejemplo de la vecina Yugoslavia.
Durante los primeros años de régimen comunista en Albania, la influencia yugoslava fue muy poderosa, en tanto la propia Yugoslavia era el principal mercado de exportación de las materias primas albanesas, y porque la aún muy frágil industria pesada albanesa dependía tanto del apoyo de técnicos yugoslavos como de las inversiones de capital aportado por el régimen de Belgrado. A la cooperación económica se sumó la colaboración militar en vista de la Guerra Civil Griega entre las milicias del Partido Comunista de Grecia (KKE) y las tropas monárquicas.
La creciente influencia yugoslava generó grandes recelos entre la jefatura del Partido del Trabajo de Albania, más todavía cuando antiguos compañeros de Hoxha como el antiguo jefe partisano Koçi Xoxe (segundo hombre más poderoso en el gobierno) apoyaban sin reservas la idea que Albania adoptase las políticas que Tito ya sostenía en Yugoslavia en contra del predominio absoluto de la URSS o que inclusive Albania se integrase como una séptima república de Yugoslavia, en tanto ya existía una fuerte minoría étnica albanesa en la región yugoslava de Kosovo y además la enorme dependencia económica de Albania respecto a los capitales y técnicos yugoslavos resultaba asfixiante. Asimismo el gobierno de Belgrado presionaba subrepticiamente a Albania para que ésta orientase su economía sólo a la producción masiva de materia prima destinada a Yugoslavia, mientras que los líderes comunistas albaneses proyectaban, por el contrario, una expansión de la industria en su país.
En junio de 1948 la Cominform (sucesora de la antigua Comintern) condenó oficialmente las desviaciones ideológicas de Josip Broz Tito y el 1 de julio del mismo año, Albania finalmente rompió relaciones diplomáticas con Yugoslavia. Durante los meses siguientes Hoxha liquidó todas las corrientes titoístas en el gobierno albanés, mientras Koçi Xoxe era apartado del poder en enero de 1949, juzgado por traición titoísta y fusilado en junio de 1949, con lo cual Hoxha eliminaba su más cercano competidor por el poder.
Después de que la URSS lograse expulsar a Yugoslavia de la Cominform, Hoxha decidió copiar el modelo de Stalin y cosechó estrechas relaciones con Moscú, estableciendo un modelo de planificación quinquenal como los soviéticos. Al mismo tiempo, la represión política contra los opositores al régimen de Hoxha se incrementa siguiendo los moldes soviéticos de la KGB, implementando la Sigurimi como policía política al mando de su nuevo lugarteniente, Mehmet Shehu.
Tras el XX Congreso del PCUS (1956), la URSS se aparta del modelo de Stalin y Hoxha denunció el revisionismo de Nikita Jrushchov para terminar rompiendo definitivamente con la Unión Soviética en noviembre de 1961, al abandonar Albania el Pacto de Varsovia y el COMECON el año siguiente. En esta postura Albania se halló totalmente aislada, pues ningún régimen comunista de Europa Oriental apoyó la decisión albanesa, siendo que incluso Yugoslavia había abandonado el estalinismo hacía mucho tiempo y que más bien la URSS prefería restablecer las buenas relaciones con Tito en lugar de preservar el modelo estalinista sólo por complacer a Hoxha.
Ante esta desfavorable situación, Hoxha alió a Albania con la República Popular China, declarando que el régimen de Mao Zedong era el último bastión del verdadero marxismo, manteniendo con este país la misma escala de intensa colaboración económica que mantuvo con la URSS, al punto que la economía albanesa empezó a depender de capitales chinos para expandirse. Esta excesiva dependencia se agravó por la insistencia de Hoxha en mantener la autarquía y en evitar todo contacto económico con el resto de Europa. La alianza con los chinos duró hasta 1978, cuando el gobierno chino restableció relaciones con Estados Unidos y suspendió la masiva ayuda financiera y comercial a Albania, mientras reconocía a Tito.
Tras romper relaciones con Yugoslavia primero, con la URSS después, y por último con China, Hoxha mantuvo al país bajo un aislacionismo sin precedentes, sin aliados en el exterior, buscando una autarquía económica casi completa. Tales rasgos se acentuaron con el culto a la personalidad que Hoxha empezó a crear en torno a sí mismo, imitando a Stalin y a Mao, y proclamándose "el último sostenedor del auténtico marxismo-leninismo" para justificar el aislamiento y el repudio , primero, a la URSS y, años más tarde, a la República Popular China, confirmando así el aislamiento internacional de la peculiar visión albanesa del socialismo.
Mientras tanto, el estancamiento económico y el empobrecimiento de la población se vieron acelerados por el aislamiento decretado por el régimen, pues al contrario que el resto de países socialistas de Europa Oriental, Albania prácticamente no sostenía comercio ni mantenía relaciones económicas siquiera con su vecinos, aunque después de 1981 Hoxha realizase tímidos (y fallidos) intentos de iniciar algún sorprendente acercamiento diplomático con Grecia e Italia para evitar el aislamiento total.
En 1980 Hoxha determinó que su sucesor sería el joven líder comunista Ramiz Alia, dejando de lado a su antiguo compañero veterano (y jefe de la Sigurimi) Mehmet Shehu. Shehu se opuso en un inicio a dejar su inmenso poder político en manos de Hoxha, y menos aún para ser sustituido, pero en 1981 Shehu fue hallado muerto, aparentemente, por suicidio.
Hoxha había sufrido ya un ataque cardíaco en 1973 y desde entonces su salud se deterioró. En 1980 se le diagnosticó diabetes y en 1983 prácticamente se retiró de las actividades públicas debido a su delicado estado de salud, pasando la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas.
ESCRITOS
1978: El imperialismo y la revolución
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