El pasado 8 de julio, el ex agente de la CIA Félix Rodríguez, por primera vez ofreció una entrevista a un periodista independiente llegado de Cuba. Martí Noticias publicó la primera parte de ese testimonio, “La quiebra final de una fría máquina de matar, el Che”. CUBANET da continuidad a esta historia.
TAMPA, Estados Unidos.- “Yo lo pensé, pero también recordé cuando Batista soltó a Fidel Castro después que asaltaron el cuartel Moncada; y lo que pasó y está pasando en Cuba, y entonces me dije: este hombre vino aquí, invadió este país, hay una cantidad de muertos por culpa suya, y yo no estoy aquí para comandar, yo estoy aquí para asesorar. Este es un asunto del gobierno boliviano, de su dirección, y tú te metes a hacer eso, y a lo mejor tienes éxito, y después a este hombre lo sueltan y hay muertes en veinte países más, y tú vas a ser el responsable; mira, es decisión boliviana, deja que la Historia siga su curso”.
Así recuerda Félix Ismael Rodríguez Mendigutia, cómo pensó evitar la muerte del guerrillero argentino, al retardar la orden de ejecución cortando el cable del teléfono, en aquel mediodía del 9 de octubre de 1967, cuando recibió una orden en clave del alto mando del Ejército boliviano: 500-600. “Era un código muy sencillo, 500 significaba Che Guevara, 600 muerto y 700 mantenerlo vivo”.
Alberto Méndez Castelló: Según la versión del régimen de La Habana, el Che fue ejecutado por órdenes llegadas de Washington, pero en realidad… ¿Qué indicaciones usted recibió de sus superiores en la CIA?
Félix Ismael Rodríguez Mendigutia: Mira, es totalmente lo opuesto: la CIA lo quería vivo a toda costa. De eso no te quepa la menor duda. Te voy a explicar. Yo creo que la decisión de la parte boliviana de eliminar al Che viene por el problema tan crítico que ellos tenían con el juicio de Regis Debray y Ciro Bustos, el intelectual francés y el periodista argentino capturados luego de visitar a los guerrilleros. Imagínate, ellos debieron pensar que si tenían manifestaciones de estudiantes y presiones diplomáticas por un juicio contra dos personas prácticamente desconocidas, qué iba a pasar con un juicio contra el Che Guevara… Definitivamente, yo creo que la decisión del gobierno boliviano obedeció a esa razón y no a otra.
AMC: Luego… ¿Usted me puede asegurar que la posición del gobierno estadounidense era mantener vivo al Che Guevara?
FIRM: Mantenerlo vivo. Es más, nos habían dicho que a los bolivianos no les gustaba mantener prisioneros, que si el Che era capturado, hiciéramos todo lo posible para mantenerlo con vida, que ellos iban a mantener helicópteros y aviones listos para llevarlo a Panamá.
AMC: A Panamá… ¿A Estados Unidos no?
FIRM: No. La idea era llevarlo a Panamá para interrogarlo en el Comando Sur. Y honestamente, yo no creía que eso funcionaría, no creía que el Che Guevara fuera a colaborar.
AMC: ¿Qué le hacía pensar así?
FIRM: En ese momento no conocía las divergencias existentes entre el Che Guevara y los comunistas soviéticos. A los gobernantes de la URSS no les interesaba que el Che triunfara en ningún lugar. De hecho no lo ayudaron en África. Las armas que empleó allá las proporcionó la China comunista, no los soviéticos. Y Cuba dependía 100% de la URSS, eso quizás te da una idea de por qué él se sintió traicionado por Fidel Castro, y aunque no lo admitió de forma verbal, sí pude percibirlo en su rostro cuando hablamos por última vez.
AMC: ¿Por qué?
FIRM: Por los hechos. Ellos estaban allí, en Bolivia, sin comunicación. Recibieron un radio roto y por si no fuera suficiente, con el pretexto de que se le había vencido la visa, le retiraron al oficial de enlace, alguien con ciudadanía boliviana que los canalizó a su llegada, pero que luego lo retiraron de esa operación dejando al Che y a sus guerrilleros a la buena de Dios.
AMC: En Cuba el régimen no concibe adversarios dignos, y a usted lo pintan como un vulgar mercenario. Dígame, ¿después de muerto quién lavó la cara del Che?
FIRM: Mira, después que sonó la ráfaga de M-2 que concluyó con la vida del Che, el capitán Gary Prado, el capitán Celso Torrelli, que luego llegó a presidente de Bolivia y yo, entramos a la habitación; el cadáver del Che estaba con la boca y los ojos abiertos, hacia el techo, como el piso estaba muy húmedo, la cara se le había enlodado. Volviéndose hacía mí, Gary Prado dijo: “Mi capitán, hemos acabado con las guerrillas en América Latina”, a lo que yo le contesté: “Si no hemos acabado con ellas, por lo menos las hemos demorado por largo tiempo”. Después ellos se retiraron en el helicóptero, y yo les pedí a los soldados un balde con agua, me agaché, le lavé la cara, quitándole todo el fango que tenía en ella, y con mi pañuelo, que después perdí en el vuelo a Vallegrande, traté de cerrarle la quijada.
AMC: Entonces hay otro mito. Usted, según los castristas el asesino del Che, es quien lo amortaja y no la maestra de la escuela de Higuera, que ahora se ha convertido en centro de peregrinación para los comunistas.
FIRM: La maestra sí lo visitó y habló con él poco antes. Pero cuando él ya está muerto, quien le lavó la cara fui yo, de ahí lo llevamos al helicóptero, pero ahí no había maestra ni nada. Aunque si puedo decirte algo, con una muchacha me sucedió…
AMC: ¿Qué sucedió?
FIRM: Me encontraba hablando con el Che, cuando en la habitación de al lado sonó un disparo y sentimos un cuerpo caer. Habían matado a Aniceto. El Che movió la cabeza a ambos lados; yo no dije nada, él tampoco, siguió hablando como si no hubiera pasado nada. Pero llega un momento en que salgo, estoy fuera de la habitación cuando llega esa muchacha con un radio de mano y me dice: “Capitán, ¿cuándo lo van a matar?” Entonces digo: Señora, ¿por qué usted dice eso? Contestándome ella: “Porque nosotros acabamos de verlo fotografiándose con él, pero la radio está dando la noticia que murió de heridas en combate”. Entonces supe que ya no había nada más que hacer.
AMC: ¿Qué hora era?
FIRM: Alrededor de las doce del día, hora de Bolivia. Entré en la habitación, él estaba sentado, y parándomele enfrente le digo: “Comandante, lo siento, yo he tratado, pero son órdenes superiores”.
AMC: ¿Qué le contestó?
FIRM: Como te expliqué, quedó blanco, blanco como un papel. Luego se compuso y me dijo: “Es mejor así, yo nunca debí caer preso vivo”. Entonces le pregunté: ¿Quiere algo para su familia si puedo hacerle llegar el mensaje? Y en una forma sarcástica me dice: “Bueno, si puede, dígale a Fidel que pronto verá una revolución triunfante en América Latina. Y si puedes, dile a mi señora que se case otra vez y que trate de ser feliz”. Esas fueron sus últimas palabras. Vino, me dio la mano, me dio un abrazo y al separarnos, se paró en atención, pensando que yo era el que le iba a tirar. Salí de allí, todos los esfuerzos realizados con el mando del Ejército boliviano para cumplir con las indicaciones de mi gobierno no resultaron. Y a la una y diez o la una y veinte de la tarde sonó una ráfaga corta, la de la carabina M-2 del teniente Pérez con la que el sargento Terán lo ejecutó.
AMC: Con todo… en Cuba el régimen lo hace a usted responsable directo por la muerte del Che.
FIRM: Eso no es cierto. Hice todo lo posible por salvarle la vida al Che Guevara. Y eso en La Habana los saben, el ministro Arguedas se lo dijo cuando les entregó las manos del Che y las fotocopias de su diario.
AMC: Casi todas las personas que de una u otra forma tuvieron participación en la muerte del Che Guevara ya murieron, presumiblemente ejecutadas, ¿cómo usted, amenazado de muerte y a quien le han preparado varios atentados a lo largo de estos 47 años, ha logrado sobrevivir para contar esta historia?
FIRM: Yo tengo suerte. Yo tengo una suerte extraordinaria.
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