Micaela tenía 21 años, estudiaba educación física, era gimnasta y como militante del Movimiento Evita ayudaba en un merendero. Sus amigas viajaron ayer hasta Plaza de Mayo, porque todavía la esperaban encontrar con vida: tenían zapatillas blancas colgando del cuello con su nombre, y una pregunta:
-“Mica, ¿Dónde estás?”
Un símbolo de lo primero que encontraron de ella: un zapato. Una de sus amigas, también llamada Micaela, dijo ayer en la Plaza: “La última vez que se había conectado era a las 5:45 y lo único que encontramos por la zona fue un zapato. Por eso, no nos pueden decir que se fue sola o se suicidó ¿Quién deja un zapato en el borde de una calle si se va a escapar sola? Se la llevaron.”
En la tarde del viernes los vecinos encontraron la otra sandalia y un short animal print que fueron identificados como de Micaela, y luego un juego de llave que también pertenecían a ella.
Hoy a la madrugada, la policía finalmente encontró también a Sebastián Wagner, principal sospechoso del femicidio y horas más tarde, el cuerpo en la zona donde vive la familia del acusado.
La familia
Yuyo García, su padre, actual decano de la Universidad Tecnológica de Concepción del Uruguay y militante del PI, dio las palabras más sensatas y sensibles al respecto: “Hagamos posible el sueño de Micaela, de la sociedad, del país que ella quería, con Andrea (su esposa) trabajaremos el doble para continuar con su sueño, que yo sé cuál es el país que Micaela quería. Hay que esperar que la Justicia Actúe como corresponde, y no que se haga justicia por mano propia como quieren un grupo selecto de personas, de ese tipo de justicia que Micaela aborrecía. Pese a todo tengo una tranquilidad rara: la voy a recordar con alegría”.
Y agregó Yuyo con la voz quebrada y entre aplausos de los vecinos que lo apoyan el mensaje que nos deja Micaela: “Micaela tenía un corazón de oro. Vivía para las otras personas. Nos visitaba poco porque quería estar en el barrio, haciendo un torneo para los que no tienen nada. Haciendo tortas fritas para repartir. Esa era Micaela y por ella tenemos que lograr que la realidad que quería cambiar se logre. Tenemos que darle una sociedad mejor a Micaela. Nosotros tenemos la Universidad, hay otros que tienen un Municipio. Que alrededor de cada uno de nosotros hagamos posible el país que Micaela quería, la sociedad que Micaela quería”.
Violador suelto
Los datos de una causa intragable:
En julio de 2010 el principal sospechoso de haberla asesinado, Sebastián Wagner, atacó y violó a una estudiante que iba de la terminal de ómnibus a donde vivía en Concepción del Uruguay.
En noviembre del mismo año, Wagner secuestró por la calle a otra estudiante; la subió a su auto, la llevó a un descampado y también la violó.
En 2012 en un juicio abreviado, Wagner fue condenado a 9 años de prisión efectiva por las dos violaciones.
En 2013 lo denunciaron por una violación cometida en mayo de 2010. Wagner acusó a su hermano gemelo Maximiliano y como el ADN salía 130 mil euros, el gobierno de Santa Fé decidió no pagarlo. Fue absuelto por beneficio de la duda.
En 2016 el Servicio Penitenciario desaconsejó dar libertad condicional a Wagner y, sin embargo, el juez Carlos Alfredo Rossi se la concedió.
Rastros
Desde Gualeguay se extendió la bronca y la decepción al resto del país: un violador absuelto por la justicia, que vuelve a cometer un femicidio. Una vez más, el Estado cómplice de la máquina de matar mujeres.
¿Qué políticas de atención lleva el Estado al interior de los servicios penitenciarios para que las personas detenidas no reincidan?
¿Qué políticas postpenitenciarias existen para la violencia machista?
La respuesta: ninguna.
Y eso es lo que Micaela y el caso de Gualeguay dejan al desnudo.
Micaela apareció sin vida, y el Estado es responsable.
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