El escrito llega hasta el último reglón de la página correspondiente al día 7 de octubre, que en 1967 fue sábado -al igual que este año, 50 años más tarde-. Una letra de difícil lectura pero que denota una urgencia y una pasión por contar. Esos trazos son de Ernesto “Che” Guevara en el diario que escribió durante su intento de llevar la revolución a Bolivia. Una agenda alemana y una libreta anillada roja fue donde Guevara escribió su día a día, que inmediatamente después de su muerte se convirtió en un objeto deseado por la CIA y el Gobierno de Bolivia. Una copia terminó en manos de Fidel Castro, gracias a la operación secreta “Tía Victoria” de 1968. Esta es su historia.
El nombre de la operación salió de la frase que de Guevara, “Hasta la Victoria siempre”. Cuando a mediados de 1968 Castro mostró al mundo que tenía una copia en microfilme del diario, dijo que por el momento no podía ser develada la forma en que el material había llegado a Cuba. Pero aclaro “La Revolución también tiene amigos y ha llegado esto a nuestras manos sin que nos cueste un centavo”.
El tiempo le corrió el velo misterioso y se supo que apenas fue asesinado el “Che”, se hicieron copias fotográficas del diario, una para el presidente Rene Barrientos, otra para la CIA y la tercera fue para el entonces ministro del interior Antonio Arguedas, quien fue el que saco ese material de manera clandestinamente del país. El original quedo en manos del jefe de las fuerzas armadas de Bolivia Alfredo Ovando Candia.
Arguedas, un personaje especial, fue uno de los fundadores del Partido Comunista en Bolivia y obtuvo el visto bueno de la CIA para hacer cargo de la lucha contra la guerrilla. Se dice que hizo esa movida política para detener el avance de la agencia estadounidense en su país. Él se contactó con el periodista y abogado Víctor Zannier para que moviera sus influencias en Chile, que a su vez tenían llegada al gobierno cubano.
Así fue que, ocultas en la caja de un disco de folklore boliviano, Zannier le entrego las copias al periodista chileno Hernán Uribe, quien luego de comprobar la veracidad del material, las envió con su colega Mario Díaz a la isla. Éste llego a Cuba vía México y le entrego el diario al comandante Manuel Piñeiro, quien era el jefe de Inteligencia. En este último tramo también se ocultó el material en la tapa de un disco, pero esta vez de folklore chileno.
Inmediatamente, Castro encargó imprimir un millón de copias del diario y se repartió de forma gratuita en todo el país. La importancia de haber obtenido este material y mostrarlo al mundo, era que el gobierno de EE.UU. no iba poder tergiversar las palabras del Che y tampoco los militares bolivianos iban a poder hacer un negocio con ello.
En la última página, Guevara comienza diciendo “se cumplió 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones”, ese sería su último registro. El día 8 de octubre fue capturado y al otro día fusilado por el ejército. Esa página del 8 está en blanco, solo se interrumpe con las letras y los números impresos de la agenda, que sin el trazo del “Che” se vuelven repetitivos y sin pulso. En el margen superior derecho de la correspondiente al día 9, está escrito a mano el 152 que sería el número de página. Ahí se percibe el trazo inclinado pero con una prolijidad urgente.
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