23 feb 2013

“Las comunicaciones en América latina deberían estar fuertemente encriptadas”


El periodista australiano cuestionó el acceso a la información que tienen superpotencias sobre otros países, habló de las ventajas y desventajas de Internet y dijo que los medios usan su presencia para apuntalar intereses económicos y políticos.

El fundador de Wikileaks, Julian Assange, recibe a Página/12 en una oficina especial que la Embajada de Ecuador en el Reino Unido ha habilitado para que dialogue con la prensa de cara a la publicación de su nuevo libro, Cypherpunks. La libertad y el futuro del Internet. El pelo blanco y la piel casi traslúcida le dan un aire de albino insomne, pero los más de seis meses encerrado en los confines de la embajada y el más que incierto futuro ante la decisión del gobierno británico de no concederle el salvoconducto que le permitiría viajar a Ecuador no parecen pesarle mucho. Es cierto que tiene una aparentemente bien ganada fama de recluso y que en su pequeño cuarto en la embajada debe hacer lo mismo que hacía la mayor parte del tiempo en su vida libre: estar pegado a la computadora y a Internet. Es prácticamente imposible imaginar su vida sin la pantalla y el ciberespacio. Por eso mismo, su libro sorprende por partida doble. Según Assange, Internet puede hacer palidecer las peores pesadillas de control poblacional imaginadas en 1984, de George Orwell.

–Usted habla en su libro de Internet como posible amenaza para la civilización. Muchos piensan que Internet es un arma para el progreso humano que ha producido, entre otras cosas, Wikileaks. ¿No es su interpretación un poco pesimista?

–No cabe duda de que Internet ha dado poder a gente que no lo tenía al posibilitar el acceso de todo tipo de información a nivel global. Pero al mismo tiempo hay un contrapeso de esto, un poder que usa la web para acumular información sobre todos nosotros y utilizarla en beneficio de los gobiernos y las grandes corporaciones. Hoy no se sabe cuál de estas dos fuerzas va a imponerse. Nuestras sociedades están tan íntimamente fusionadas por Internet que ésta se ha convertido en un sistema nervioso de nuestra civilización que atraviesa desde las corporaciones hasta los gobiernos, desde las parejas hasta los periodistas y los activistas. De modo que una enfermedad que ataca este sistema nervioso afecta a la civilización en tanto tal. En este sistema nervioso hay vastos aparatos del Estado, principalmente, pero no únicamente, de Estados Unidos, que operan para acaparar todo este conocimiento que Internet suministra sobre la población. Este es un problema que simultáneamente nos sucede a todos. Y se parece en este sentido a los problemas de la Guerra Fría.

–Usted es muy crítico de Google y Facebook, que mucha gente considera como maravillosas herramientas para el conocimiento o las relaciones sociales. A esta gente en su experiencia cotidiana no le importa la manipulación que se pueda hacer con Internet.

–No les importa porque esta manipulación de información está oculta. Creo que en los últimos seis meses esto está cambiando. En parte por Wikileaks y por la represión que hemos sufrido, pero también por el periodismo y la investigación que se está haciendo. Google es excelente para obtener conocimiento, pero también está suministrando conocimiento sobre los usuarios. Google sabe todo lo que buscaste hace dos años. Cada página de Internet está registrada, cada visita al Gmail también. Hay gente que dice que no importa porque lo único que quiere es vender avisos. Ese no es el problema. El problema es que Google es una compañía que tiene su sede en Estados Unidos sujeta a la influencia de poderosos grupos. Google le pasa información al gobierno de manera rutinaria. Información que se usa para otros propósitos que el conocimiento. Es algo que en Wikileaks sufrimos de primera mano. Es algo que le ha sucedido a muchísima gente.

–Pero a nivel de control de Estado hay usos legítimos de Internet para la lucha contra la pornografía infantil, el terrorismo, la evasión fiscal.

–Indudablemente hay usos legítimos y la mayoría del tiempo la policía los usa adecuadamente. Pero las veces en que no lo hacen, pueden ser terribles, aterrorizadoras, como está sucediendo en estos momentos en Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que lo que llamamos los cuatro jinetes del apocalipsis –la pornografía infantil, el terrorismo, las drogas y el lavado de dinero– son usados para justificar un sistema de vigilancia masivo de la misma manera que se usaron las armas de destrucción masiva para justificar la invasión de Irak. No se trata de una vigilancia selectiva de personas que están cometiendo un delito. Hay una grabación permanente de todo el mundo. Eso es una amenaza diferente de todo lo que vivimos antes, algo que ni siquiera George Orwell en 1984 pudo imaginar.

–En Occidente se ha hablado mucho de la revolución de Twitter para explicar la Primavera Arabe. ¿No es éste un ejemplo perfecto del potencial revolucionario de Internet?

–La Primavera Arabe se debió a la acción de la gente y de los activistas, desde la Hermandad Musulmana hasta otros grupos organizados. Internet ayudó el panarabismo de la rebelión con gente de distintas partes aprendiendo unos de otros. También ayudó a que Wikileaks difundiera los documentos que dieron más ímpetu al movimiento. Pero si usted mira los manuales de los grupos que coordinaban las protestas, en la primera y última página recomendaban que no se usaran Twitter y Facebook. Para las fuerzas de seguridad los mensajes en Twitter ni Facebook son un documento probatorio de fácil acceso para arrestar gente.

–¿Qué se puede hacer entonces?

–Lo primero es ser consciente del problema. Una vez que uno es consciente, no se comunica de la misma manera por estos medios. Hay una cuestión de soberanía que los gobiernos de América latina deberían tomar en cuenta. Las comunicaciones que van de América latina a Europa o Asia pasan por Estados Unidos. De manera que los gobiernos deberían insistir en que estas comunicaciones estén fuertemente encriptadas. Si un servidor de Internet de Brasil hace un acuerdo con uno europeo es importante que la información esté encriptada. Los individuos también deberían hacerlo. Y esto no es fácil.

–¿De qué manera un gobierno democrático o un Congreso puede contribuir a preservar el secreto de las comunicaciones por Internet?

–Para empezar, garantizando la neutralidad del servicio. Igual que con la electricidad, no se puede negar el suministro basado en razones políticas, con Internet no debería existir esta posibilidad de controlar el servicio. El conocimiento es esencial en una sociedad. No hay sociedad, no hay constitución, no hay regulación sin conocimiento. En segundo lugar hay que negarles a las grandes potencias y superpoderes el acceso a la información de otros países. En Argentina o Brasil la penetración de Google y Facebook es total. Si los parlamentos en América latina consiguen introducir una ley que consagre el encriptamiento de la información, eso será fundamental.

–Hemos hablado de la revolución de Twitter, pero en términos de medios más tradicionales como la prensa escrita o la televisión, vemos que hay un creciente debate mundial sobre su lugar en nuestra sociedad. El cuestionamiento al poder de grandes corporaciones mediáticas como el Grupo Murdoch o Berlusconi en Italia y las leyes y proyectos en Argentina o Ecuador para conseguir una mayor diversidad mediática muestran un debate muy intenso al respecto. ¿Qué piensa de estas iniciativas?

–Nosotros hemos visto en nuestra propia lucha cómo el Grupo Murdoch o el Grupo Bonnier en Suecia han distorsionado deliberadamente la información que dan sobre nuestras actividades porque sus organizaciones tienen un interés en el caso. Entonces tenemos por un lado censura a nivel del Estado y, por el otro, el abuso de poder de grupos mediáticos. Es un hecho que los medios usan su presencia para apuntalar sus intereses económicos y políticos. Por ejemplo, The Australian, que es el principal periódico de Murdoch en Australia, ha tenido pérdidas durante más de 25 años. ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué lo sigue manteniendo? Porque es utilizado como un palo con el que golpear al gobierno para que ceda en determinadas políticas importantes para el Grupo Murdoch. El presidente Correa hace una diferencia entre la “libertad de extorsión” y la “libertad de expresión”. Yo no lo pondría exactamente así, pero hemos visto que el abuso que hacen grandes corporaciones mediáticas de su poder de mercado es un problema. En los medios, la transparencia, la responsabilidad informativa y la diversidad son cruciales. Una de las maneras de lidiar con esto es abrir el juego para que haya un incremento masivo de medios en el mercado.

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