12 feb 2015

EEUU necesita mantener el pasado en mente cuando trata a Cuba

Las banderas de Cuba y EEUU en la sala del Palacio de las Convenciones, donde se produjeron las conferencias de prensa de las delegaciones oficiales a la Ronda de conversaciones entre Cuba y EEUU, en enero de 2015.

Gran parte del debate en los Estados Unidos en las últimas semanas se ha centrado en deshacer los efectos de más de 50 años con Cuba, a la vez que The Wall Street Journal ha caracterizado este período entre ambos países de “largas tensiones en sus relaciones”.

Sin embargo, Cuba ha experimentado estos años de “largas tensiones en sus relaciones” de un modo muy diferente al de Estados Unidos. En Cuba, este período de “largas tensiones en sus relaciones” ha significado medio siglo de esfuerzos sostenidos por parte de los estadounidenses para el cambio de régimen en la Isla, incluidas punitivas sanciones económicas y aislamiento político, una invasión, decenas de planes de asesinato contra los líderes cubanos y años de actividades encubiertas, incluyendo el sabotaje a la agricultura, la industria y el transporte cubanos.

Pero eso es solo una somera aproximación. De hecho, la memoria cubana tiene más largo alcance en el pasado, son 150 años de la política de Estados Unidos dedicados a obstruir la soberanía nacional cubana y la autodeterminación. La injerencia de Estados Unidos en los asuntos cubanos ha chamuscado un camino que está en la memoria de Cuba, y que debe tenerse en cuenta como contexto en el que Cuba se acerca al diálogo con los Estados Unidos.

Es por eso que los cubanos se acercan a los Estados Unidos con cautela. Esta es la razón por la que el presidente Raúl Castro habló el 17 de diciembre del compromiso de Cuba “de ser fiel a nuestros ideales de independencia”. Los defensores estadounidenses que han dado la bienvenida a iniciativas para renovar el diálogo diplomático con Cuba y las relaciones normales en el contexto de décadas de aislamiento político y sanciones económicas, no han podido producir los resultados deseados.

La nueva política, de acuerdo con el presidente Barack Obama, servirá para “poner fin a un enfoque obsoleto.” Hizo hincapié en la necesidad de “probar algo diferente.” La vieja política, dijo, “no ha funcionado”. Por supuesto, la política no ha “funcionado”. Por supuesto, una nueva política está muy justificada. Pero también es cierto que los defensores de un cambio de “enfoque obsoleto” deberían andar con cautela, porque en Cuba no se requiere de mucha imaginación política para inferir ominosamente el significado más amplio de los pronunciamientos que justifican el abandono de una política que “no ha funcionado” – ¿no ha funcionado para qué?- y que necesita “algo diferente” -¿para el cambio de régimen?- ¿Se deduce que lo que ha cambiado es el medio y no los fines? De hecho, la razón de cambio de la política ha avanzado con el argumento de que las relaciones diplomáticas normales proporcionarán a los Estados Unidos “la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos”, como ha dicho Obama.

Tampoco estas sospechas de las autoridades cubanas se calmarán con reuniones muy publicitadas y aparentemente obligatorias entre las delegaciones visitantes estadounidenses y los disidentes. Solo habría que imaginar los gritos de indignación en Estados Unidos si una delegación oficial cubana se reúne con representantes de Occupy Wall Street.

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