9 jul 2015

A 40 años de un paro emblemático

Ayer y antes de ayer se cumplieron 40 años del primer paro general realizado a un gobierno peronista. A aquella famosa medida de fuerza -que originalmente era de 48 horas y terminó siendo de 36- se llegó como rechazo al Rodrigazo y a la voluntad del gobierno de Isabel Martínez de Perón de no homologar las paritarias que se habían acordado entre los trabajadores y los empresarios.

La muerte de Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974, se produjo en un momento crítico, de mucha tensión, tanto política y económica, pero también interrumpió los planes de diálogo social que se había planteado el general.

El 2 de junio de 1975, Isabel nombró a Celestino Rodrigo como nuevo ministro de Economía, quien era cercano a José López Rega. Su designación significó el desmantelamiento definitivo de la política de concertación y su remplazo por un plan de ajuste. Dos días después de asumir propuso una serie de medidas a las que se las recuerda como el "Rodrigazo". Este plan incluyó una megadevaluación de alrededor del 150%, un aumento promedio del 100% en el precio de todos los servicios públicos y transporte y una suba de hasta un 180% de los combustibles. Pero al mismo tiempo anunció una férrea política de austeridad en el gasto. El poder adquisitivo de los salarios – que habían quedado estancados por el congelamiento de las negociaciones estipulado en el Pacto Social de 1973- cayeron estrepitosamente.

Al pueblo lo que es del pueblo

La reacción popular no tardó en llegar y comenzaron los desencantos, los sindicatos estaban cada vez más movilizados y se reprodujero las medidas de fuerza. En un intento de calmar las aguas, el gobierno dio libertad a los empresarios y sindicatos para negociar el aumento al interior de cada industria. Justamente, frente a esa fuerte presión del movimiento trabajador, los empresarios concedieron importantes aumentos (que en algunos casos llegaron al 160%). Pero, como contrapartida, el gobierno de Isabel se negó a homologarlos.

Durante los últimos días de junio, las movilizaciones obreras de base se extendieron por lo ancho y lo largo del país en reclamo del reconocimiento de esos acuerdos. El Cordobazo había dejado algunas experiencias de reclamos por fuera de la estructura sindical tradicional y en muchas localidades, aunque en escala, se replicaron. La dirigencia sindical, entonces, se vio obligada a responder a la demanda de las bases. Así fue que sin apartarse de la puja por el poder pero intentando conservar su lugar al frente de los sindicatos, la Confederación General del Trabajo convocó para el 27 de junio a una masiva concentración en Plaza de Mayo.

Tras la renuncia del entonces ministro de Trabajo, Ricardo Otero, el titular de la CGT, el textil Casildo Herrera y el poderoso líder de la UOM, Lorenzo Miguel formularon, por primera vez, críticas al ministro de Bienestar Social, José López Rega. Aunque sin nombrarlo, dijeron que "ciertos asesores de Casa de Gobierno tenían carácter de intrigantes".

Pero la situación desbordó las expectativas de los dirigentes sindicales y más de 100 mil las personas se movilizaron a Plaza de Mayo en reclamo de la renuncia de Rodrigo y también por la de López Rega. "Dame una mano, dame la otra, dame a Rodrigo que lo hago pelota" o "queremos la cabeza de los traidores Isabel, Rodrigo y López Rega", fueron algunas de las consignas que cantaron los manifestantes.

Siempre hay una primera vez

A pesar de la contundente movilización, al día siguiente Isabel se negó a oficializar el aumento salarial. Como contrapartida, finalmente, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas coincidieron en la realización de un paro que en un principio estaba previsto que fuera de 48 horas y que se realizaría el 7 de julio. Con un acatamiento total, esa medida de fuerza tan simbólicarepresentó la primera huelga general tomada contra un gobierno peronista.

Además del evidente descontento popular, que solamente tuvo como respuesta inicial la intransigencia que mostraron Isabel y Rodrigo, el hecho de que la cúpula del sindicalismo argentino de entonces se haya animado a hacerle un paro general a una presidenta mujer no es una consideración disparatada, especialmente si se atiende a cierta idiosincrasia machista imperante en el mundo sindical. Difícilmente se le hubieran animado a un hombre. Y, por supuesto, mucho menos aún a Juan Perón.

Pero de todas maneras, en plena medida de fuerza, el nuevo ministro de Trabajo, Cecilio Conditti, anunció la reclamada homologación de los convenios colectivos de trabajo, que el gobierno de Isabel Perón se había negado a rubricar. Como contrapartida, tras 37 horas de paro general, el Comité Central Confederal de la CGT anunció el levantamiento de la medida de fuerza luego del restablecimiento de las paritarias. Pero eso no fue todo: el paro también fue un factor determinante para un cambio en el Gabinete. Celestino Rodríguez y el propio José López Rega debieron dejar sus cargos.

Redoblaron la apuesta

Si embargo, la CGT y las 62 Organizaciones aspiraban a conseguir más logros tras la huelga: exigían la reestructuración del peronismo y un replanteo de la situación política, económica y social del país. Como plataforma para conseguir esos objetivos, los dirigentes sindicales publicaron una solicitada a doble página con una serie de medidas inspiradas en el Plan Trienal, donde promuevieron la creación de un Consejo Nacional de Emergencia Económica, pidieron el cese de despidos y congelamiento de precios y hastaa se animaron a pedir el ingreso de un representante "genuino" de los trabajadores en el Gabinete.

Lo que sucedió como consecuencia del paro demostró el lugar que ocupaba la CGT en el entramado político de aquel entonces, cuando consiguieron la marcha atrás en una decisión presidencial y al mismo tiempo produjeron la renuncia de dos ministros fundamentales dentro del equipo de Isabel Perón. El listado de reclamos posteriores demostraba, además, hasta dónde querían llegar y,al mismo tiempo las aspiraciones políticas que tenían.

Hoy, cuando a nivel internacional el derecho de huelga está siendo sistemáticamente atacado por el poder económico en la OIT y en los tiempos en que, en el ámbito nacional, el paro general pierde su esencia por el uso que se le dio en las últimas convocatorias, tal vez haya llegado el momento de replantearse de qué modo revitalizar esa herramienta fundamental del movimiento obrero.

Es por ello que revisitar lo que sucedió hace 40 años, cuando las bases empujaron a una dirigencia que no terminaba de convencerse de declarar el paro a un gobierno que avasallaba los derechos de los trabajadores, es una interesante forma de reconsiderar la importancia de huelga general, como medida de lucha. Y de cuándo, cómo y por qué, debe recurrirse a ella.

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