Insistir sobre la lista de horrores que el "delirium tremens" de Pol Pot (Saloth
Sar) y sus seguidores desató en Camboya entre los años 1975 y 1979 sería
redundante. Se podrá decir que nunca es suficiente la denuncia de cualquier
genocidio. Es cierto, pero al genocidio camboyano se le han dedicado
proporcionalmente más páginas e imágenes documentales y de ficción que a otros
de similar envergadura. El propósito de esta especial difusión por parte de los
medios más poderosos de la administración de la comunicación mundial es simple:
ocultar a los principales causantes de la situación y aprovechar de paso para
atribuirla al "totalitarismo comunista" en general.
Ayudan a efectuar tal explicación causal ciertas similitudes del proceso
camboyano, y su líder, con el proceso vietnamita y Ho Chi Minh. Ambas colonias
francesas,liberadas por la lucha del Vietminh. Ambos líderes estudiantes en
Paris e integrando y liderando luego los respectivos partidos comunistas
nacionales.
Pero no todo lo que está cerca y presenta ciertas similitudes termina siendo lo
mismo. Pol Pot arriba al poder en 1975 cuando la guerra de Vietnam por la
liberación del imperialismo norteamericano terminaba. Semejante derrota
histórica de la primer potencia mundial podría haber sido prenda de unidad no
sólo para países tan hermanados por una historia de colonialismo y opresión como
Camboya y Vietnam sino también para los grandes comunistas, la URSS y la
República Popular China, cuyas relaciones venían pronunciando un franco
deterioro desde los '60.
Sin embargo en política (y sobre todo en política internacional) uno más uno no
suma casi nunca dos. El lento pero progresivo deterioro de la potencialidad
económica de la URSS lograda sobre todo en la posguerra se convertía, cada vez
más, en la tendencia imparable que terminaría llevando al gigante comunista a la
implosión del 89. Esto no se veía con claridad tal vez porque, en términos de lo
político global, se había ganado, precisamente con su ayuda, una guerra que
parecía imposible de ganar en Vietnam y los movimientos revolucionarios del
tercer mundo habían recorrido, hasta hacía poco, un camino aparentemente
triunfal. Sin embargo el zapato empezaba a apretar fuerte ya desde los años de
Nikita Jruschev, lo que venía llevando a la URSS a privilegiar las estrategias
nacionales e internacionales que le dieran respiro, para intentar reponerse,
aunque fuera a costa de disentir o incluso contraponerse con las estrategias de
su vecina geográfica (limítrofe) e ideológica, la China de Mao. A esta no le iba
mucho mejor después de las frustraciones del "Salto Adelante" y del
resurgimiento como potencia industrial del archienemigo japonés. El encontronazo
era imparable y a pesar de que, por la fuerza de las circunstancias, ambas
apoyaron la revolución y la guerra de liberación vietnamita, promediando el
conflicto quedó en claro que, geopolíticamente, la victoria de Vietnam era una
victoria de la URSS y no de China. Aquí es cuando, en su esfuerzo por
contrabalancear la situación, China se vuelve agresiva contra Ho Chi Minh y
encuentra en el fanatismo ultranacionalista y por lo
tantoantivietnamita(desbarrancado además en una especie de proto tradicionalismo
feudal), de Pol Pot y sus Jemeres "rojos", un aliado.
Para terminar de complicar la cosa la Norteamérica humillada en Vietnam, pero no
por ello claudicante ante sus ambiciones imperiales, había encontrado, ya a
partir de 1972, una forma estratégica de coincidir con China, a través de una
alianza principalmente antisoviética, pero que tenía para los chinos la especial
importancia del reconocimiento internacional como "única China", en desmedro del
renegado gobierno taiwanés del Kuomintang.
Es así que, como consecuencia (daño), colateral de esta alianza contra natura,
ambas potencia le dan oxígeno al proyecto polpotiano cuya demencialidad solo se
hizo claramente evidente a partir de la toma del poder, aunque ambas potencias
continuaron ayudándolo aun luego de derrocado, en lo que Hobsbawm dio en llamar
"uno de los episodios diplomáticos más deprimentes del siglo".
El derrocamiento de Pol Pot y su régimen sangriento no lo llevó a cabo ningún
movimiento, partido, ni país occidental, liberal o capitalista, sino la
República Socialista de Vietnam.
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