11 oct 2015

“Timochenko”: “¿Se imagina un buen anuncio para navidad?”

Rodrigo Londoño Echeverry, “Timochenko”, máximo comandante de las FARC, habla del largo proceso de paz colombiano y vislumbra la luz al final del túnel.

Usted es considerado por algunos medios un terrorista y nadie cree que un terrorista tenga mamá y papá. ¿Cómo es esa historia?

–Nací en La Tebaida, 20 días después del triunfo de la Revolución Cubana. Mis padres eran paisas, de la ola que colonizó Quindío. Les tocó vivir la Violencia. Aprendí a leer en una Biblia que me regaló mi madre. A los 13 años me fui de la casa a rebuscarme la vida, por una diferencia con mi papá, un liberal que terminó comunista. Leía a María Cano, a Gaitán, a Torres Giraldo y oía Radio Habana. Regresé a vivir con una tía y a acabar bachillerato e ingresé a la Juventud Comunista.

–¿Cómo llegó a la guerrilla?

–La muerte de Allende me dejó una profunda marca: la vía democrática estaba cerrada. Leí los Cuadernos de Campaña de Marulanda y me dio por buscar la guerrilla. Llegué a las FARC en el Sumapaz a los 17 años. Un señor muy serio me hizo la hoja de vida. Después supe que se llamaba Jacobo Arenas.

–¿Cómo escogió un seudónimo tan raro?

–Ensayé varios nombres, pero todos tenían dueño, hasta que me encontré con Martín Villa, que acababa de llegar de la Unión Soviética y me dijo, pues póngase Timobich Timochenko, su profesor de marxismo. Era un nombre que nadie podía tener. Y salí para El Pato, a un comando en el río Coreguaje.

–¿Su primer combate?

–No lo recuerdo bien. Pero el que se me quedó fue el asalto a una patrulla del Ejército donde quedaron 7 soldados heridos y 13 rendidos. (…) Estuve un tiempo con Jacobo Arenas. Nos hicieron una embestida feroz. La operación duró varios meses. Jacobo mostró quién era, cargaba morral como nosotros, echaba rula para abrir trocha y nunca perdió el humor. Fue una encerrona cruel, sobre todo por la falta de comida. Sin dulce, la vida es amarga y sin sal, la muerte acecha. Jacobo ordenó no tocar los cultivos de caña de los colonos. Pero la gana de dulce nos ganó y cortamos unas cañas gechas para calmar la gana. Jacobo supo y nos dio la orden de restituir el abuso sembrándole al campesino media hectárea de caña, así aprendí lo que era la reparación. Es nuestro modelo de reparación.

A Marulanda lo conocí sin saber quién era y confieso que no me cayó bien. Con Manuel anduve un tiempo largo. Estaba muy ocupado preparando la VII Conferencia de los Acuerdos con Belisario Betancur.

–¿Cuál es la diferencia específica de esta negociación con las otras?

–Mire: la del Caguán fue un engaño, una patraña. Las fuerzas militares estaban débiles. Recuerde que dijeron que no tenían para municiones ni para botas. La guerrilla estaba fuerte. Habíamos dado golpes muy duros como el de las Delicias, Patascoy, La Carpa, San Benito. El gobierno de Pastrana necesitaba ganar tiempo para hacer la reingeniería del Ejército. Lo ha dicho y lo ha escrito. Fue el Plan Colombia, financiado y diseñado por EE.UU. Nosotros no éramos bobos. Hoy parece que la clase dirigente quiere abrir la puerta para que entren a jugar nuevas fuerzas en el campo político. Si así no fuera, Santos no habría podido llegar donde está. Fue una actitud distinta desde el comienzo. Cuando llegó el primer mensaje del presidente, su contenido y su forma nos parecieron distintas. El contexto también lo era. (…) Han dicho que Santos ha negociado con nosotros el poder. Nada de eso. Él tiene sus objetivos y nosotros los nuestros: llegar a la paz con fuerza política.

–¿Se dieron cuenta de que llegar a colgar hamaca en el capitolio no era posible?

–Nunca llegamos a la conclusión de renunciar a nuestros objetivos: todo es susceptible de cambiar. (…) Yo le decía al presidente Chávez: nos han golpeado: mataron a Raúl Reyes, asesinaron al Mono Jojoy con toneladas de bombas, ejecutaron a Alfonso (Cano), se nos murió Marulanda, pero seguimos vivos. El enemigo creyó que estábamos en las últimas y que si nos tiraban un salvavidas nos íbamos a prender de patas y manos. Pero nosotros sabíamos que en la mitad del río, lo iban a desinflar. No en vano llevamos tantos años conociéndolos. Hemos sido flexibles en la misma medida en que el gobierno lo ha sido. Tenemos el deber histórico de entregar a las nuevas generaciones un país sin guerra.

–¿Cuáles son las líneas rojas de las FARC?


–Las líneas rojas de ellos y de nosotros se han ido redefiniendo. Algún comandante dijo una vez que si no había reforma agraria no había acuerdo. Lo reconsideramos y llegamos a la conclusión de que lo que se requería era crear unas condiciones que nos hicieran posibles y seguras una forma de lucha por la reforma agraria integral sin tiros. Lo mismo sucede con el tema de la justicia. Duramos casi un año en un círculo vicioso sin dar un paso. Nos venían a decir: “Acepten la cárcel, será una cárcel distinta, sin barrotes, cómoda y hasta llegaron a decir: ustedes definen quienes son los máximos responsables. Dijimos: no se trata de eso, de un acuerdo en que una parte ejerza venganza sobre la otra. ¡No! Asumimos la responsabilidad que nos toque siempre y cuando sea basada en un acuerdo que a todos obligue.

–¿Cómo entienden lo del perdón?

–¿De qué y a quién pedimos perdón? No a nuestros enemigos, pero sí a las víctimas; no a las de un informe que anda diciendo que violamos mujeres de 4 a 70 años. Lo que más respetamos es a la mujer y a la población civil. Está en el reglamento. En la guerrilla se establecen parejas y se sabe que los conflictos entre parejas no se resuelven a puños, eso lo sancionamos con severidad. (…) Estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que se deduzcan del tribunal. Si hay compañeros que salen acusados, asumirán su culpa.

–Hablemos de la no repetición.

–Si no trabajamos este punto, no hemos hecho nada. Pero ese es el fin en que estamos comprometidos. La no repetición no se logrará metiendo a la cárcel a los máximos ni a los mínimos responsables. Si hubiéramos creído que ese era el objetivo del proceso, no le habríamos jalado. Siempre tuvimos la percepción de llegar a la no repetición por un camino distinto al punitivo.

–¿Cómo se dio el paso para fijar una fecha definida?

–Soy consciente de que poner una fecha es un peligro. Se puede desbaratar todo. Nosotros aceptamos porque él ha dado muestras de consecuencia en momentos muy duros. El 23 de septiembre parecía venir por las armas, pero se dio cuenta de que eso nos habría autorizado a pedir lo mismo. Fue muy difícil –más para el presidente que para nosotros– cuando me dijo: hay que ponerle fecha, porque si no ¿a qué vine? Si no vuelvo con algo, esto se derrumba. Aceptamos porque creímos, y creemos, en la voluntad política del gobierno. Si dentro de seis meses faltan cosas por resolver, le buscamos la comba al palo.

–¿Cómo reparar?

–El tribunal debe definir cómo hacerlo. Nosotros hemos reconstruido pueblos donde nos ha tocado combatir. No nos sentimos humillados ni disminuidos ni castigados por ayudar a reconstruir lo destruido en la guerra. Lo hemos hecho sin publicidad.

–¿Cómo entender la dejación de armas?

–El acuerdo sobre justicia ahí está. Eso da tranquilidad, hay que desarmar los espíritus, como se dice. Si lo logramos, las armas quedan inservibles así se tengan cerquita. La comisión con los militares trabaja en eso. Marulanda siempre pidió que los militares estuvieran en la mesa. Por eso nos dio tanta seguridad que el general Mora estuviera. Sabemos quién es él y qué poder tiene. Su presencia fue una señal de voluntad de parte del Estado y nos ha convencido su actuación en ella. Esa subcomisión ha trabajado con honradez. En el tema de cese al fuego comenzamos a una distancia de años luz y hemos ido acercando posiciones. Hacerlo público agrandaría las distancias. Por ahí se dicen bobadas de fundir las armas, enterrarlas en un hueco. Hay que esperar. ¿pero usted se imagina un buen anuncio en Navidad o en Año nuevo, cuando la gente está contenta? Puede que ese día, le dije al presidente, sea el día más feliz para todos.

–¿El acuerdo sobre justicia?
–De la Calle lo firmó y al lado puso “en desarrollo”. ¿Cómo así, que frente al escenario que el país vio el 23 de septiembre quedaron espacios en blanco para ser llenados después? Si a lo que firmamos se le cambia una coma, es una pedrada en la vitrina. El presidente le mandó el acuerdo a Moreno Ocampo, un jurista consumado y no un miembro de las FARC. ¿Qué dijo ese señor que ha sido fiscal de la Corte Penal? Dijo: es una obra maestra.

–Una gran dificultad: los paramilitares.

–El problema más delicado.. y no es el de los paras que hay en Chocó sino en el de la cultura del paramilitarismo en la vida política colombiana. Debe haber voluntad de hacerlo y de pagar el precio. Hay una cultura que incentiva ese fenómeno, ese método de hacer política, que el Estado tiene que revaluar. Muy importante que el Estado asuma la responsabilidad en la masacre de la Unión Patriótica. Debe haber un vocero de la mesa que le cuente al país lo que se ha ido haciendo. El gobierno dice que le parece muy bien y…

–¿Qué papel jugaría EE.UU. en la liquidación del paramilitarismo?

–Nos llenó de optimismo el nombramiento del delegado de EE.UU. que dejó claro que su gobierno es aliado del gobierno colombiano. Eso significa un compromiso. Si EE.UU. liquida, de una vez por todas, la doctrina de la Seguridad Nacional, la paz en el mundo habrá dado un gran salto. La garantía de sacar este proceso al otro lado está en primer lugar en manos del pueblo colombiano. Pero también en la comunidad internacional, Celac, Unasur, ONU, la Comunidad Europea.

–¿Cómo refrendar los acuerdos?

–Es un tema que no se ha discutido, se trabajará. Nuestra ilusión es que se refrenden en una Asamblea Constituyente.

No hay comentarios: