11 jul 2016

La agotadora tarea de presenciar desfile

“Cansado por la extenuante gira, lamento no poder asistir”, escribió Macri temprano. Después cambió de idea.

El carapintada Aldo Rico y otros militares y agrupaciones que reivindican el terrorismo de Estado participaron de la celebración del Bicentenario realizada ayer. El Presidente se mostró un rato en el Campo de Polo.

Hacía tiempo que Aldo Rico debía haber dejado de soñar con saludar a una multitud desde un auto en movimiento. Seguramente esa idea no formaba ya parte de las fantasías del teniente coronel Emilio Nani, un recurrente justificador de la dictadura. Ayer, a ambos les tocó darse el gusto, como parte de la comitiva de veteranos de Malvinas que participó del desfile militar organizado por el Gobierno. Por primera vez en 16 años, las bandas y los uniformes marchando por las calles de la Ciudad volvieron a ser el centro de la escena, algo que fue celebrado por las agrupaciones que defienden a los represores, que también concurrieron como una minoría intensiva. El presidente Mauricio Macri amagó con no ir, por sentirse fatigado, pero al final concurrió brevemente al Campo de Polo. No dio ningún discurso, esta vez.

“¡Media vuelta, izquierrrrr!”, gritó el oficial y la formación de militares obedeció al instante. “Adelante, marrrrrr”, les ordenó. Sobre la Avenida del Libertador, las agrupaciones de las distintas Fuerzas Armadas tuvieron su día de gloria ante una doble fila de personas que los observaban detrás de las vallas. Muchos aplaudían y ondeaban banderas argentinas. Otros optaban por sacarles fotos con los celulares.

No todos repararon en quiénes integraban el grupo de ex veteranos de Malvinas que cerró el desfile militar que marchó de Avenida Libertador y Salguero hasta el Campo de Polo. Desde un jeep militar, con el uniforme de guerra, saludaba con una sonrisa Aldo Rico, quien protagonizó uno de los alzamientos carapintadas en 1987. Rico fue jefe de comandos durante la guerra de Malvinas, en función de lo que fue invitado a participar. Luego tuvo una carrera política como intendente de San Miguel, aunque su estrella política fue menguando.


 Junto a Rico, participó el teniente coronel Emilio Nani, que es muy reconocible por el parche en el ojo que perdió durante la represión al copamiento de La Tablada. Nani dijo en 2007 que “los derechos humanos en nuestro país siempre estuvieron en manos de terroristas” y puso como ejemplo al entonces secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Tras sostener que los condenados por delitos de lesa humanidad eran “detenidos políticos”, Nani aseguró: “Hay senadores, ministros, funcionarios gozando de impunidad cuando se sabe que asesinaron a conciudadanos”. Nani intentó armar una agrupación política, el Partido Popular de la Reconstrucción, junto al carapintada Gustavo Breide Obeid, pero siempre tuvieron un desempeño marginal en las elecciones.

La defensora de los represores Cecilia Pando expresó su alegría por la decisión del Gobierno de Macri de incluir a estos militares retirados en el desfile. “¡Hermosos festejos patrios! ¡Qué lindo volver a ver desfilar a mi amigo Emilio Nani, que defendió la Tablada del ataque terrorista!”, escribió en su cuenta de Twitter. Pando viene teniendo reuniones reservadas con funcionarios del Ministerio de Justicia, como ella misma admitió a Página/12. También festejaron la participación de Nani las esposas de represores que integran la Agrupación Justicia y Concordia. Ayer se sacaron fotos en el desfile, con la leyenda: “Esposas de presos políticos en el desfile. El reclamo continúa”. De igual forma, la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas de Terrorismo festejó el regreso de las bandas militares a las calles y expresó: “¡Agradecemos al Sr. Presidente por habernos devuelto nuestra Patria y nuestra Nación! Cambiamos”.

También desfilaron otros militares con un cartel en el que afirmaban que habían “combatido en el Operativo Independencia” en Tucumán, donde se creó el primer campo de concentración del país, la Escuelita de Famaillá.

En tanto, otro grupo de ex combatientes de Malvinas, reunidos en la Asociación Combatientes de Malvinas por los Derechos Humanos, se negaron a marchar a la par de Aldo Rico y Nani. “El 10 de julio no desfilamos junto a torturadores. Los colimbas tenemos memoria” (ver aparte).
Cansado

Macri llegó de su viaje por Europa y Estados Unidos e inmediatamente encaró los actos por el Bicentenario de la Independencia en Jujuy y Tucumán. Además de sugerirle al rey emérito de España Juan Carlos que los que combatieron durante seis años por la independencia nacional se sentían angustiados de separarse de la Madre Patria, el Presidente tuvo un párrafo destinado a los gremios y a cuestionar la reducción de la jornada de trabajo. En discursos previos, también la había emprendido contra el ausentismo laboral. Quizás por eso fue tan criticado cuando ayer anunció que no participaba del cierre del desfile militar por encontrarse agotado.

“Cansado por la extenuante gira y actos, lamento no poder asistir a los desfiles de hoy. Espero que se acerquen a Palermo y los disfruten”, escribió en su cuenta de Twitter y tuvo una avalancha de cuestionamientos. Más tarde, el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, indicó que el mandatario había decidido el faltazo por sugerencia suya.

Lo cierto es que, con el correr de las horas, y mientras se iba llenando el Campo de Polo (todas las gradas quedaron completas y las personas se amontonaron en las distintas entradas), desde el equipo de comunicación del Gobierno empezaron a cambiar de idea. Primero dijeron que ya no era seguro que no asistiera. Después que creían que iba y finalmente confirmaron que iba a estar presente.

Mientras se esperaba que comenzara el acto, la multitud se entretenía saludando al dron que los filmaba desde el cielo. Con sus guardapolvos blancos, un coro de niños y niñas de una escuela de Coghlan entonó un himno al Bicentenario compuesto en 2010 que cantaron también con lenguaje de señas. Quizás para darle un tono más escolar a los festejos patrios, la multitud decidió espontáneamente cantar la Marcha de San Lorenzo.

Con bufanda marrón y una sonrisa, Macri hizo su entrada finalmente, ante la ovación de la tribuna.

-Sí, se puede. Sí, se puede –le cantó un sector desde las gradas. Macri saludó brevemente y se sentó.

“¡Decí la verdad! ¡No le mientas más a la gente, Mauricio!”, le gritó desde una de las tribunas un hombre en silla de ruedas, de campera roja. Varios lo chistaron para callarlo, pero se trenzó en discusiones con los que los rodeaban.

En tanto, el Presidente sonreía y bromeaba con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, mientras las bandas militares empezaban a hacer su desfile, que comenzó con un militar en un caballo blanco tocando un clarín. El ministro de Educación, Esteban Bullrich, uno de los pocos que estaba sin traje, le mostraba las bandas militares a su hija. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sonreía a la multitud. Más atrás, los observaba el vicejefe de gobierno, Diego Santilli.

El programa incluía 18 bandas de 11 países, incluyendo las de Bolivia, Chile, España (que tocó una canción de Star Wars), Italia, Francia, Estados Unidos (muy vivada por la tribuna), Paraguay, Perú (la más colorida) y Uruguay, entre otras. El Presidente no aguantó más de dos o tres y optó por retirarse. Como locutor oficial estaba el periodista Fernando Bravo, quien comentó que tenía que asistir a “otros eventos celebratorios”. 


“¡Ahí vienen los verdes!”

Entre banderitas argentinas, escarapelas y gritos de “viva la Patria”, los espectadores del desfile mezclaban críticas al gobierno anterior con la defensa de las Fuerzas Armadas.

Los edificios de la Avenida Libertador se engalanaron no sólo con banderas que colgaban de las ventanas, sino en muchos casos con un coqueto friso con los colores de la bandera argentina. Desde uno de esos balcones, un conjunto de señoras paquetas y hombres de boina en la cabeza y pañuelo al cuello gritaban a viva voz: “¡Ar-gen-tina, Ar-gen-tina!”, mientras pasaban las formaciones de las Fuerzas Armadas. Abajo, a ambos lados del desfile la gente se amontonaba contra las vallas, pero sin empujar. Había mucho espacio para moverse sin problemas. Ni el olor de los choripanes, ni el ruido de los bombos molestó a las personas que ondeaban banderitas, aplaudían a los uniformes y, si se les preguntaba, despotricaban contra el gobierno anterior como si llevaran todavía en sus manos la cacerola abollada.

El militar levantó su sable y arengó a la multitud con voz ronca: “¡Viva la patria!”. “¡Viva!”, le respondieron. “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina”, cantó el hombre de uniforme verdeoliva y las personas corearon con él. En la multitud había quienes miraban el desfile sin demasiada participación y quienes aplaudían sin cesar el paso de los militares. Pero todos se sumaron a la vez cuando el oficial los arengó. Luego hubo un aplauso para celebrar el cantito, uno de los pocos que entonarían todos juntos, además del himno.

“Esto es mejor que el otro Bicentenario, porque acá no hay banderías políticas”, dice Ariel, mientras agarra fuerte la correa de su dogo. Con una campera de club náutico, agrega: “Lo otro estuvo muy politizado”. No muy lejos, pegados a la valla, Laura y Roberto coinciden con su diagnóstico. Ella ondea una bandera argentina y no para de aplaudir. “No fui al otro”, alcanza a decir ella, que es gerenta de recursos humanos, y su marido continúa la idea: “Durante los últimos 12 años, este tipo de cosas no se podían hacer por el resentimiento del gobierno anterior. Antes estábamos en una dictadura pseudodemocrática. Esto es cien veces mejor. Volvimos a ser un país”, afirma.

Las banderas argentinas de todos los colores y tamaños fueron la constante entre los asistentes. A falta de puestos de choripanes, proliferaban vendedores de banderas y de escarapelas. A juzgar por la cantidad que tenían al final del desfile, no les fue muy bien en las ventas.

Algunos llevaban la bandera como capa, otros la ondeaban. Un hombre mayor estaba íntegramente vestido de celeste y blanco, con anillos y gorro haciendo juego y un bastón de mando dorado en el que se apoyaba señorialmente. Las personas se acercaban para sacarse una foto. Dos chicas invitaron a unos militares a sacarse una selfie. Los oficiales se sonreían, casi sorprendidos por la repentina popularidad.

Entre ellos caminaba, exhibiendo sus medallas, Alberto Campello, que supo conducir un Fokker y un C530 en las guerras de Malvinas y del Golfo Pérsico. “El gobierno anterior era antimilicos. Destruyeron las Fuerzas Armadas. Esto es maravilloso”, dijo, mientras avanzaba a paso doble. “¿Por qué no le hicieron juicio también a los extremistas, que mataron gente? Encima los tuvimos en el gobierno. Se robaron la plata y hoy se cagan de risa”, pecheó. Y esbozó una crítica al gobierno actual: “No liberó a los militares y no metió presos a los otros. ¡Una locura!”. Pese al clima castrense que reinaba, no fueron muchos los que compartieron la reivindicación de la dictadura. Más bien, el planteo en boca de varios asistentes que conversaron con este diario era separar lo ocurrido de las Fuerzas Armadas actuales.

Con una gorra con visera y camuflaje militar, Juan comentó que no es militar, pero le gustaría haber sido. “Quise pertenecer al Ejército, pero no pude”, acota. Hoy es despachante de aduana. “Los gobiernos anteriores no respetaban la investidura del Ejército. Los argentinos tenemos que creer más en nuestras Fuerzas Armadas, que tienen poco prestigio después de los últimos acontecimientos históricos”.

–Forrrtaleciendo a nuestros hombres y mujeres de la Gendarrrmería nacional. ¡Bien arriba nuestras banderas! –proponía una locutora desde los parlantes y una parte la seguía, mientras otros hacían caso omiso y sacaban fotos. La mayoría fueron con sus hijos, que se divertían señalando a los soldados. “¡Ahí! ¡Ahí vienen los verdes!”, decía una nena.

De barba blanca y boina, Raúl observaba el desfile desde la parte de atrás de una cuatro por cuatro. “Mirá, tienen armas. ¡Fusiles!”, le decía a uno de los más chicos. Al conversar con Página/12, se presentó como capellán naval de la base de Punta Indio. “Traje a los chicos que nunca vieron estos desfiles”, comentó. Uno de los chicos lo interrumpió con una pregunta. “No, esos no son los míos. Los míos son los marinos”, dijo. “Había enemistad de parte del gobierno kirchnerista hacia las Fuerzas Armadas y una persecución que ahora se cortó”.

–Los juicios por delitos de lesa humanidad siguen –acotó este diario.

–Sí, pero todas las personas que están contra derecho detenidas, por suerte, ahora las están mandando a la casa. Esto es la culminación de todo un proceso de pacificación.



“Tenemos memoria”

“Hoy nos convocan a desfilar a todos juntos, junto a los que torturaron, a los que estaquearon, a los que humillaron a los soldados en la guerra por su condición de judío, por ser de pueblos originarios o simplemente por el color de su piel, junto a los responsables de la muerte por hambre, a los que huyeron del frente de combate”, denunciaron en un comunicado las organizaciones de ex soldados agrupados en la Mesa de Coincidencias Malvinas (Mecoma) al rechazar la invitación del gobierno macrista para participar de los festejos por el Bicentenario de la Independencia. Los colimbas que participaron en la guerra contra los ingleses en 1982 no aceptaron la convocatoria porque “tenemos memoria y continuamos esperando que el Poder Judicial de la Nación investigue las terribles violaciones a los derechos humanos cometidas en Malvinas contra los soldados”. En el documento, los ex soldados destacaron que “a 34 años, aún esperamos un proceso donde las Fuerzas Armadas realicen la autocrítica” por las “aberraciones cometidas contra la integridad de los soldados conscriptos” durante el conflicto bélico y recordaron que el año pasado se desclasificaron “los archivos que estuvieron ocultos durante tres décadas saliendo a la luz las pruebas irrefutables para que de una vez y para siempre nuestro pueblo sepa la verdad de lo que pasó con sus soldados en Malvinas”.

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