Uno: El concepto de posverdad es reciente. La utilización de ese concepto en el territorio de la política es aún más reciente. "Un rasgo definitorio de la política de la posverdad es que los activistas continúan repitiendo sus puntos de discusión, incluso si estos son encontrados falsos por los medios de comunicación o por expertos independientes". (Wiki‑dixit)
Dos: Por algún error (¿?) del algoritmo de Facebook, se me ofrece a la lectura una serie de comentarios de usuario, contactos, "amigos" que, indignadísimos, maldicen contra los docentes. Muchos de ellos traen a colación los dichos de Cristina Fernandez. A todos ellos, con bastante hastío, quiero dejarles estas palabras: Decir que los docentes son vagos, que tienen tres meses de vacaciones es un argumento fútil, irrelevante. Lo diga quien lo diga. Y aunque sea cierto, aunque los docentes trabajen nueve meses de los doce que tiene el año, merecen, por el impacto y el valor "estratégico" del mismo, un salario que dista muchísimo del que reciben. Y del que jamás han recibido. Seguramente conocerán el cuentito del fulano que cobra una fortuna por apretar un tornillito. Y si no lo conocen, me piden y se los cuento. Es cortito. Y se usa mucho en los "coaching" empresarios. Insisto, el valor del trabajo docente jamás fue debidamente reconocido. Sigo. Por otro lado, denostar la lucha del gremio argumentando que la expresidenta es una corrupta, ladrona, "yegua", malhablada, etc., es todavía más irrelevante como posición válida para entender lo que ocurre. Todo lo contrario. Oscurece. Desvía la discusión. No digo que citemos a Rowls o a Nozik, que debatamos si Keynes o Hayek. Muy poca gente sabe quiénes han sido estos tipos. Pero sí digo que abandonen los balbuceos y piensen un poco. Aunque sea una solitaria y escuálida idea propia. Piensen un poco, manga de idóticos (me gusta cada vez más esa palabra), piensen antes de publicar pavadas, antes de abrir la boca, antes de que les golpeen la puerta. O sigan publicando fotos de gatitos, que con eso es difícil equivocarse. Al fin y al cabo, en la posverdad lo que importa no es que sea cierto, sino que lo parezca.
Tres: Un Presidente que nunca fue a una escuela pública, con un ministro de Educación que no posee ninguna experiencia docente, inaugurando un ciclo lectivo que no empezó. Un Presidente con serias denuncias de corrupción en su contra, con un gabinete de Ministros íntegramente procesado, hablando frente al Congreso de honestidad y transparencia. Un presidente que habla frente al Congreso de republicanismo anunciando decretos. Un gobierno que crea puestos de trabajo despidiendo y creando las condiciones necesarias para el cierre de empresas y flexibilización laboral, un gobierno que combate la pobreza aumentando las tarifas, un gobierno que predica la pluralidad eliminando por decreto la Ley de Medios, un gobierno que se dice republicano modificando, por decreto, las retenciones a la exportación, la Ley que rige a la Oficina Anticorrupción para nombrar alguien que no cumple los requisitos para ocuparla, que intentó nombrar dos jueces por decreto. Un gobierno que aliente la producción y defiende la producción nacional abriendo las importaciones que compiten con los productos argentinos. Nobleza obliga: nuestra infraestructura productiva no está preparada para fabricar tomates belgas, cosechadores israelíes, uvas checas, limones australianos o mandarinas ibéricas. Para la masa, Cristina Fernandez no es abogada, Baradel no es docente, Ni Una Menos se logra recortando fondos, el Conicet es una pérdida de tiempo y dinero y una multitud en la calle son desestabilizadores pagados por la oposición (con dinero público)
Cuatro: El salario es la causa de la inflación, dicen los economistas, porque inyecta más dinero en el circuito económico, disparando los precios de los bienes de cambio y de consumo. A propósito. ¿Sabe usted de dónde sale el dinero? ¿Se ha preguntado alguna vez la diferencia entre dinero y riqueza?
Cinco: El cuentito del fulano y el tornillito. Una fábrica tiene un desperfecto mecánico en una máquina fundamental de su proceso productivo. Ante la urgencia y la importancia del asunto, llaman a un especialista. El especialista llega, mira la máquina, mueve un par de perillas y, con un gesto breve, abre su caja de herramientas, de la que extrae un destornillador bastante chusco. Ajusta un tornillo. Mueve una perilla, presiona un botón y la máquina arranca como si no hubiera pasado nada. Listo, dice el mecánico, guardando el destornillador en la caja y limpiándose las manos con un trapito grasoso. Gracias, dice, aliviado, el gerente. ¿Cuánto le debo? Son mil pesos, dice el fulano, con el trapito todavía en la mano. ¿Mil pesos por ajustar un tornillo? Exclama el gerente, incrédulo y con los ojos a punto de estallar como la vena de su cuello. Lo de ajustar el tornillo es gratis, retruca el fulano. Los mil pesos son por saber cuál era el tornillo que había que ajustar. Fin del cuento.
Seis: No te vamos a quitar nada de lo que tenés (salvo que te avives).
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