16 ene 2013

Mario Roberto Santucho y el PRT-ERP



Evocar a Mario Roberto Santucho (1936-1976) -el Negro, el Roby- hoy tiene un profundo significado político y moral. Fue un combatiente por la Revolución Socialista que cayó a los 39 años, enfrentando al terrorismo de la última dictadura, el 19 de julio de 1976. La clase dominante y todas sus versiones de historias oficiales, siempre ha intentado presentarlo como un "demonio" para que las nuevas generaciones no puedan aprender de su ejemplo y sus ideas.


Por eso hoy, cuando el pueblo se moviliza contra el mismo régimen de explotación que Santucho enfrentó, rescatar su trayectoria es un imperativo. Este homenaje es una apelación a la memoria histórica, para contrarrestar tantas falsedades y tergiversaciones sobre su trayectoria y su época. El juicio de valor está en manos de las actuales generaciones de luchadores sociales y políticos sobre la base de la verdad histórica.

Santucho nació en Santiago del Estero, de muy joven formó parte del Centro de Estudios e Investigaciones de Santiago del Estero y participó en su revista Dimensión. Fue a estudiar Ciencias Económicas a Tucumán, donde integró la agrupación Movimiento Independiente de Estudiantes de Ciencias Económicas y fue electo representante al Consejo Académico. Se graduó de Contador Público. Abrazó desde muy joven la causa de los trabajadores y las etnias oprimidas, formando parte del Frente Revolucionario Indoamericano y Popular.

Al lado de los hacheros santiagueños y los azucareros tucumanos, reafirmó un punto de vista clasista, siendo asesor de sindicatos de la F.OT.I.A. En 1961 presenció la Segunda Declaración de La Habana, cuando la Revolución Cubana proclamó su carácter socialista. A partir de allí, Santucho asumió el marxismo-leninismo como su ideología. En 1963, integra el frente único que el FRIP concreta con la agrupación Palabra Obrera, a la sazón autodefinida como "corriente trotskysta del peronismo obrero revolucionario". Ese frente, que el 31 de enero elige un Comité Central dejando constituido el Partido Unificado de la Revolución, participa ese año de la experiencia electoral consagrando dos candidatos obreros a la Legislatura como diputados provinciales.

El 25 de mayo de 1965, en Avellaneda, Santucho es uno de los principales delegados al 1° Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores, nombre que adopta el Partido Unificado, que se plantea la organización de la clase obrera para la lucha por el socialismo Cuando en 1966 se instaura la dictadura de Onganía y se impone el cierre de los ingenios azucareros lanzando a miles de obreros al desempleo, Santucho participa en los cortes de ruta y enfrenta la represión que asesina a Hilda Guerrero de Molina. En 1967 cae combatiendo en Bolivia el Che Guevara y en el Lejano Oriente el pueblo de Vietnam resiste en armas la agresión imperialista.


Santucho analiza la situación nacional y mundial y escribe con otros compañeros El único camino hasta el poder obrero y el socialismo (el Librito Rojo) que será la base teórica de la futura estrategia revolucionaria. En ese ensayo, hace una reflexión histórica acerca del marxismo y la cuestión del poder. Revaloriza el papel de León Trotsky como líder de la insurrección de Octubre de 1917 y creador del Ejército Rojo; incorpora el pensamiento y las experiencias de Mao Tse Tung en las guerras revolucionarias que llevaron al triunfo a la Revolución China en 1949 y asume como perspectiva estratégica el documento del Che "Crear dos, tres, muchos Vietnam". Se caracteriza a la situación argentina como pre-revolucionaria, remarcando el contraste entre la potencialidad de las luchas de la clase obrera contra la dictadura y la falta de un rumbo político transformador. Por eso, se pone énfasis en la construcción de un partido revolucionario y en la formación de los primeros destacamentos insurgentes.

Ese documento se convierte en la plataforma del 4º Congreso del PRT en 1968, que funda el nuevo periódico El Combatiente. Santucho, que presencia en París el mayo francés del ‘68, regresa y se pone al frente de las nuevas tareas. Encabeza una gran expropiación al Banco de Escobar para financiar las publicaciones y la educación militante con el Librito Rojo y los textos de los vietnamitas Nguyen Giap, Ho Chi Min, Le Duan y Truong Chin.

En 1969 ocurren el cordobazo en mayo y el rosariazo en septiembre. Estas sublevaciones de masas hacen florecer los dos fenómenos que Santucho y el PRT venían impulsando: el sindicalismo clasista y la insurgencia armada.

En octubre de 1969 es apresado en Tucumán. Desde la prisión, escribe sobre la nueva situación, resumiendo la trayectoria del movimiento obrero y del PRT, instando a la militancia a dejar de lado las vacilaciones para concretar la estrategia propuesta, conformando la tendencia leninista. Expone el origen de lo que caracteriza como desviaciones economicistas y reformistas dentro de la izquierda, reafirmando la lucha por el poder y un gobierno revolucionario obrero y popular. También remarca que, para alcanzar esos objetivos, es necesario construir simultáneamente un partido proletario, un ejército popular y un frente de liberación. Allí esboza la idea de combinar el desarrollo de fuerzas insurgentes rurales en el noroeste con los grandes centros urbanos.- Se fuga meses después, y esos escritos son la base de las resoluciones del 5º Congreso del PRT que, en julio del ‘70 funda el Ejército Revolucionario del Pueblo y, en octubre su Comité Central lo elige Secretario General.- Impulsa la creación de Escuelas de formación política de los militantes, la apertura de nuevos frentes de trabajo sindicales, destacamentos armados y de propaganda. Interviene durante un ayuno por una Navidad sin presos políticos que realizan los obreros de FIAT, planteándoles a los dirigentes de SITRAC-SITRAM la necesidad de la lucha revolucionaria.- En pocos meses promueve la edición de boletines de fábrica y la incorporación de numerosos obreros a la organización. Encabeza la expropiación de un camión de caudales en Yocsina para destinar esos fondos a la educación y la propaganda.
 
El 15 de marzo de 1971 participa activamente del Viborazo o segundo cordobazo, al frente de destacamentos del ERP en medio de las movilizaciones. En abril, cuando el general Lanusse lanza la trampa del Gran Acuerdo Nacional, Santucho promueve la unidad de los sindicatos independientes liderados por Agustín Tosco con los clasistas encabezados por SITRAC-SITRAM. Propone la gestación de un frente electoral obrero y popular para enfrentar también en ese terreno la maniobra, remarcando la necesidad de combinar todas las formas de lucha.- Dirige la liberación de prisioneras de la cárcel del Buen Pastor en Córdoba.

Ese año, se publica el folleto El Peronismo, donde luego de hacer una severa crítica al rol de sus directivos empresariales y burócratas y a la colaboración de clases, exhorta a la unidad política y combatiente a las organizaciones armadas peronistas FAP, Montoneros y FAR. Ese planteo sólo encuentra eco en forma ocasional y aislada.

El 17 de setiembre del ‘71 es secuestrado en Buenos Aires y asesinado en la tortura su compañero en la dirección partidista Luis Pujals. En agosto, Santucho es capturado y torturado en Córdoba. Sus ausencias y las de otros compañeros caídos o apresados, frustran la táctica propuesta por el PRT para enfrentar el Gran Acuerdo, lo que dejará a la organización sin una presencia activa en el fenómeno electoral que culminará dos años después. 

El 15 de agosto de 1972 encabeza la fuga de prisioneros de la cárcel de Rawson en acción conjunta con FAR y Montoneros. El día 22 son fusilados en la base naval de Trelew 19 combatientes, entre ellos, su compañera Ana María Villarreal. (Trezss sobrevivieron: María A. Berger, Ricardo R. Aidar y Alberto Camps.)



De regreso, denuncia el futuro papel político de Perón para neutralizar el proceso de convergencia entre el movimiento obrero y las organizaciones socialistas. Prepara al PRT y al ERP para el nuevo momento, con mayor impulso a la incorporación de obreros, la educación política y la extensión de la propaganda.- En 1973, El Combatiente sale todas las semanas y Estrella Roja, órgano del ERP, cada 15 días. Se publican hasta 40 boletines fabriles y se promueve la gestación de la Juventud Guevarista. El 19 de febrero, el ERP, toma el cuartel del batallón 141 de Córdoba capturando todo su armamento.

 
El 11 de marzo triunfa la fórmula Cámpora-Solano Lima del Frente Justicialista y el día de su asunción, el 25 de mayo, la movilización del devotazo arranca cientos de presos políticos de las cárceles. El 29 de mayo, en el aniversario del cordobazo, Santucho participa en Córdoba de actos en las puertas de las fábricas Perkins y Fiat. En el multitudinario acto central de la CGT encabezado por Tosco y el presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós, Domingo Menna -fugado junto a Santucho de Rawson- lleva la voz del PRT.- El 20 de junio, ante el regreso de Perón, debuta la Triple A provocando la masacre de Ezeiza, frustrando las expectativas de millones de trabajadores que habían confiado en su líder.- El 8 de julio, se funda el Movimiento Sindical de Base: allí, ante la ola macartysta lanzada desde el nuevo gobierno, Tosco asume el desafío y propone "hacer de Córdoba la capital de la Patria Socialista". El PRT denuncia el Pacto Social impuesto a los trabajadores por el nuevo gobierno, como una política para incrementar la explotación.

El 13 de julio, apenas 44 días después de haber asumido, un autogolpe derroca al presidente Cámpora, e impone el interinato de Raúl Lastiri, (yerno de José López Rega, quien era secretario de Perón, ministro del gobierno y organizador de la Triple A).- Santucho promueve la formación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo y la fórmula Agustín Tosco-Armando Jaime (éste, secretario de la CGT-clasista de Salta y del Frente Revolucionario Peronista) para enfrentar en el terreno electoral a la de Perón-Perón. El objetivo no se logra por falta de unidad de los sectores revolucionarios y progresistas.- Días antes de las nuevas elecciones del 23 de septiembre, el ERP ocupa el Comando de Sanidad del Ejército en Buenos Aires.
Santucho replantea la estrategia internacionalista. Se produce la separación del PRT de la IV Internacional a cuyos directivos critica por su reformismo y conservadurismo. Funda la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Chile), el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (Uruguay) y el Ejército de Liberación Nacional (Bolivia). La JCR se constituyó en febrero del ‘74, edita el periódico Che Guevara y promueve la experiencia del intercambio de militantes de un país con otro y escuelas internacionalistas. Es la primera gran experiencia de organización de una Internacional a nivel regional, siguiendo las propuestas del Che.


En enero de 1974, Santucho editorializa sobre la crisis del capitalismo mundial a partir de la crisis del petróleo, advirtiendo sobre las consecuencias para nuestro país.- Ese mes, el gobierno impone una reforma al Código Penal para incrementar la represión, lo que provoca la renuncia de algunos diputados de la Juventud Peronista. El ERP ocupa el cuartel militar de Azul.- En febrero, un golpe policial derroca al gobierno peronista de Córdoba (Obregón Cano-Atilio López) y el Congreso Nacional, con el acuerdo del PJ y la UCR, aprueban la intervención fascista en la provincia.


En mayo, el frente rural del ERP ocupa la ciudad de Acheral en Tucumán, provincia que es ocupada por tropas de la Federal al mando del comisario Villar. Con esta acción se hace pública la decisión de llevar a la práctica la concepción de dos regiones estratégicas: el norte rural, proletario y campesino y el sur urbano proletario y popular.


Las luchas sociales son violentamente reprimidas, como en Villa Constitución donde se militariza la ciudad y son encarcelados Piccinini, Paulón y decenas de dirigentes metalúrgicos antiburocráticos. El gobierno clausura el diario El Mundo, donde con frecuencia editorializaba Santucho con el seudónimo de A. Bompla. También se allanan las sedes de la revista Nuevo Hombre en Buenos Aires y Posición en Córdoba, dirigidas por militantes del PRT.

El 1º de julio de 1974 fallece el general Perón. Santucho promueve una iniciativa de tregua militar al régimen, lo que es rechazado por las autoridades. El 10 de agosto el ERP ocupa la fábrica militar de Villa María capturando todo su armamento. Ese mismo día, otro destacamento del ERP es sorprendido cuando iba a ocupar un cuartel en Catamarca y los 16 prisioneros son asesinados, entre ellos, el dirigente azucarero Antonio del Carmen Fernández, miembro del Buró Político del PRT. El ERP realiza represalias contra oficiales del Ejército. En una de ellas, muere la hija de un militar y Santucho ordena la suspensión de esas acciones.- La Triple A reinicia su acción terrorista: caen víctimas de la represión el diputado peronista disidente Rodolfo Ortega Peña, el intelectual y abogado de presos políticos Silvio Frondizi y el abogado de sindicatos clasistas Alfredo Curutchet (ambos militantes del PRT), y el dirigente de la UTA de Córdoba y vicegobernador derrocado Atilio López. Son asaltados por bandas de la triple A y la policía el SMATA y Luz y Fuerza de Córdoba. René Salamanca (secretario de SMATA) y Agustín Tosco son forzados a la clandestinidad. Son asesinados decenas de activistas sindicales y militantes de las juventudes peronistas, del Peronismo de Base, del PST, del PO y otros grupos de izquierda. El gobierno clausura el diario Noticias dirigido por partidarios de Montoneros.

En esos meses de 1974, la profundización de las luchas abre una nueva situación. Santucho escribe Poder burgués y poder revolucionario, donde plantea consolidar las nacientes expresiones de poder obrero y popular a nivel territorial y fabril y la necesidad de sostener las insurrecciones parciales con un ejército popular, ampliando su perspectiva política con un frente antiimperialista. El PRT insiste en una nueva instancia de unidad a las fuerzas del peronismo combatiente que han pasado a la oposición, pero este anhelo no se concreta.

Nacen las Coordinadoras de Gremios en Lucha, nuevas formas de democracia directa que en grandes movilizaciones en junio-julio del ‘75, enfrentan el plan ultraliberal del ministro Rodrigo del gobierno de Isabel Perón. Las movilizaciones provocan la huida del ministro José López Rega. El 20 de agosto, el ERP ocupa el centro de la ciudad de Córdoba, atacando simultáneamente la jefatura de la Policía, el comando Radioeléctrico y la Guardia de Infantería. Cae el interventor fascista brigadier Lacabanne. 


Santucho -que permanece un breve período al frente de la guerrilla rural- caracteriza a la crisis como la antesala del inicio de una situación revolucionaria. Propone acordar la unidad de los destacamentos revolucionarios para derrocar al gobierno e instalar una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, pero esos objetivos no se alcanzan. 

Ante el aumento de la represión, el PRT propone a las fuerzas de la oposición peronista, al PI, al PC y a las fuerzas de izquierda, conformar un frente democrático antifascista, en un intento de frenar el golpe militar que se avecina por el derrumbe del gobierno que ha perdido toda legitimidad. Esta propuesta tampoco se logra. La situación está madura, pero la unidad política no se concreta.- Santucho regresa a Buenos Aires. El 5 de noviembre muere Tosco en la clandestinidad. Hay abandono de trabajo en todas las fábricas de Córdoba el día 7, por su funeral. La manifestación es atacada por la policía. El 23 de diciembre, el ERP ocupa el cuartel de Monte Chingolo, en Lanús, en la más grande acción guerrillera en un centro urbano. Caen 46 combatientes y son masacrados los vecinos de la villa lindera al cuartel. La continuidad de la represión brutal provoca la retracción del movimiento de masas y el 24 de marzo del ‘76, el golpe instala la dictadura militar terrorista.
Santucho convoca al pueblo a la resistencia en la declaración Argentinos a las armas, pero ya es tarde. El Roby hace una reflexión autocrítica sobre la insuficiencia en el conocimiento del marxismo y la dirección política. En esos meses, está promoviendo la Organización para la Liberación de Argentina con Montoneros y la Organización Comunista Poder Obrero, pero su caída frustra este objetivo. El 19 de julio de 1976 es sorprendido en Villa Martelli. En desigual combate caen heridos él y Benito Urteaga y capturados Liliana Delfino (su compañera), Fernando Gértel, Ana Lanzillotto y Domingo Menna, siendo todos asesinados en Campo de Mayo.


En su breve vida pero larga militancia Santucho se unió con los más destacados obreros e intelectuales revolucionarios de su época. Los también santiagueños, el fundador del FRIP Francisco René Santucho y el ya legendario Capitán Santiago Hugo Alfredo Irurzún, los azucareros tucumanos, el Negrito Antonio Fernández, el Chinqui Leandro Fote, el Zurdo Ramón Rosa Jiménez; los Comandantes del ERP, el obrero de Fiat Juan Eliseo Ledesma y el Legendario Flaco Carrizo Juan Manuel Carrizo; los cordobeses el Negro Mauro Carlos Germán, el Negrito Eduardo Castello (todos de Fiat), el León Manso Víctor Hugo González y el Gallego Apontes (Perkins), Sánchez y el Flaco Caña Juan Manuel Murúa (Luz y Fuerza), Hugo González y el Petiso Sánchez (IKA-Renault), el Gordo Vera (Obras Sanitarias), el Perro Correa (FOECyT); el Pampa Salvador Delaturi (Propulsora Siderúrgica-Ensenada), el Gordo Luis Angelini (Rigolleau-Berazategui); el platense Eduardo Merbilháa, el cineasta Raymundo Gleizer, los escritores Haroldo Conti y Cacho Humberto Constantini (ambos Premios Casa de las Américas), Silvio Frondizi, Rodolfo Ortega Peña, Mario Abel Amaya, Alicia Eguren, el médico Juan C. Risaud (presidente de la Federación Argentina de Psiquiatras), el sociólogo Daniel Hopen, el físico Nelson Becerra, el periodista Enrique Raab y miles más, muchos de los cuales compartieron con él la dirección del PRT.

En una época distinta a la actual, fue uno de los precursores de la Revolución Socialista. Hoy en día, en que el capitalismo adquiere características atroces, en que el imperialismo incentiva las guerras y disuelve naciones, retomar sus ideales socialistas es una necesidad de la memoria colectiva que debe florecer en los movimientos de trabajadores desocupados y sus piquetes, en los movimientos sindicales antiburocráticos, en la ebullición democrática de los movimientos asamblearios.


 Marco histórico del surgimiento del PRT-ERP (1965-1976)

La década de 1966 a 1976 se vio signada por una intensa actividad política, un auge de masas, y el crecimiento de la izquierda marxista y peronista. Este período se inició, a grandes rasgos, con la instauración de la dictadura del General Juan Carlos Onganía, y se cerró con el fin del gobierno de María Estela Martínez de Perón, en marzo de 1976. Estos fueron años de intensa conflictividad social en la Argentina, a raíz de los intentos de los sectores dominantes de cambiar el modelo social de acumulación de capital combinado con un ciclo de permanente crisis de legitimidad e inestabilidad política debido, principalmente, a la proscripción electoral de Juan Domingo Perón. A esto se le añade que durante años se produjeron una serie de acontecimientos mundiales que impactaron en la práctica política del momento: La Revolución Cubana y la extensión del proceso revolucionario en América Latina, la guerra de Vietnam y el Mayo Francés.

Durante esos años surgieron nuevas organizaciones, tales como los grupos guerrilleros, y agrupaciones que en 1965 eran pequeñas y que diez años más tarde habían incrementado su caudal en adherentes y su influencia en la vida política y social. Cada una de estas organizaciones fue producto de la época, y todas se esforzaron por conectar las reivindicaciones populares a su visión del socialismo. Comunistas, trotkistas, maoístas, guevaristas y peronistas revolucionarios atrajeron la atención y la imaginación de una generación de jóvenes argentinos conocida hoy como la Generación del '70.

Dos décadas más tarde el recuerdo de aquella época se ha resignificado, mezclando hechos reales con ficción, vivencias propias con anécdotas de otros, sentimientos actuales con la evocación del momento.
 
Esa fue una década de intensa politización generalizada, donde el común de la población seguía cotidianamente los acontecimientos internacionales, particularmente aquellos en América Latina y Vietnam.

En las organizaciones políticas se daba mucha importancia a estos hechos y su vínculo con eventos y problemas locales. Se realizaban debates, cursos, foros y la prensa se hacía eco de esta demanda. No fue casual que muchos jóvenes se vieran marcados por todo ésto y que su politización tuviera mucho que ver con el contexto internacional. Dentro de la realidad particular de la Argentina, lo anterior se combinó con una clase obrera combativa en lo sindical, con un notable nivel cultural y politizada por la memoria de los gobiernos peronistas (1946-1955).


Estudiantes, trabajadores y empleados protagonizaron una amplia gama de luchas que se sintetizaron en el Cordobazo (1969). A partir de ese año las luchas populares fueron acompañadas por una creciente actividad de organizaciones guerrilleras que, hasta ese momento, habían sido marginales a la política nacional. Entre 1969 y 1977, cuando la represión militar logró aplastarlas, hubo numerosos grupos guerrilleros en la Argentina que se nutrieron de la lucha popular, y al mismo tiempo contribuyeron a ella.

El PRT fue conformado por la fusión de dos grupos. Uno fue el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular), dirigido por Francisco Asdrúbal Santucho y su hermano Mario Roberto. Este grupo organizaba a los hacheros y los obreros azucareros del noroeste argentino, publicaba un periódico en castellano con expresiones en quechua, y admiraba al APRA peruano y a la Revolución Cubana. El segundo grupo fue Palabra Obrera, una organización trotkista en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Rosario dirigida por Nahuel Moreno, con trabajo entre estudiantes universitarios y obreros industriales, y vínculos con la Resistencia Peronista. Establecido en 1965, y a pesar de no ser una organización muy numerosa, el PRT tenía influencia en once sindicatos azucareros pertenecientes a la FOTIA, y eligió dos diputados provinciales en Tucumán en 1965. A partir de 1966 la dictadura de Onganía cerró muchos ingenios azucareros y provocó una gran cantidad de despidos entre los trabajadores del transporte.
Particularmente en Tucumán, el PRT estuvo muy involucrado en las luchas contra los cierres de los ingenios. La dura represión de las movilizaciones obreras, junto con los ejemplos del Che Guevara en Bolivia, Camilo Torres en Colombia, la política de las OLAS en el continente y la Guerra de Vietnam, dieron lugar a una profunda discusión en torno a la necesidad de iniciar la lucha armada en la Argentina. Los alineamientos internos no se correspondieron, necesariamente, con la posición ideológica sustentada antes de la fusión de los dos grupos. Si bien los militantes del FRIP se sentían más cercanos al Che y a la Revolución Cubana, la base de Palabra Obrera también había sido influida por el guevarismo. En 1968 el PRT se dividió en dos.

El sector dirigido por Santucho comenzó a organizar y desarrollar la lucha armada, fundando finalmente el ERP en 1970, y distanciándose definitivamente del trotskismo en 1973. Entre 1970 y 1973 fue el grupo guerrillero más activo en la Argentina.

A partir de 1969 el PRT-ERP fue una organización marxista cuya fuerza, hasta 1974, se encontraba principalmente en las zonas más tradicionales del centro y el noroeste del país. Si consideramos que la mayoría de los trabajadores argentinos suscriben una cultura e ideología peronista, y tomamos en cuenta los escasos recursos y militantes de los que disponía el PRT-ERP, su éxito en organizar grupos en distintas fábricas, sindicatos y universidades es un tributo, no tanto a su línea política, sino más bien a la capacidad de sus activistas de liderar luchas y de representar a gente de la más variada extracción.

Así, durante los diez primeros años de su existencia (1959-1969), el grupo FRIP-PO-PRT tuvo éxito en organizar a los trabajadores azucareros tradicionalmente peronistas de Tucumán y Jujuy, así como a los hacheros de la empobrecida y conservadora provincia de Santiago del Estero, a los estudiantes y obreros de la católica y anti -peronista provincia de Córdoba, y a los estudiantes izquierdistas de la Universidad de Rosario.
Aunque nunca fueron más que algunos centenares de militantes durante la década, el PRT fue influyente en la cultura política del eje Tucumán-Córdoba-Rosario.

Una vez que se lanzó a la lucha armada, el PRT sufrió los efectos de la represión. A mediados de 1972 varios cientos de sus activistas se encontraban en prisión, junto con gran parte de sus miembros de dirección, unos cuantos habían sido muertos, y sus organismos de masas habían sufrido serios golpes especialmente en Rosario y Córdoba.

Según diversas fuentes, hacia 1975 el PRT tenía células en más de cuatrocientas de las principales fábricas del Gran Buenos Aires; se mantenía fuerte en Tucumán, Jujuy y Santiago del Estero; tuvo éxito en organizar grupos de obreros industriales cordobeses, de los metalúrgicos, obreros de la carne y petroquímicos de Rosario; y de los petroleros patagónicos. Además, tenía grupos muy activos en el movimiento estudiantil, entre los arrendatarios algodoneros del Chaco, y entre los empleados judiciales y docentes formoseños. Por último, había logrado establecerse en muchas ciudades del interior tales como Río Cuarto, Rafaela, Ceres, San Francisco, Gral. Roca, Neuquén, Junín, Mendoza, Metán, Clodomira, Bahía Blanca, Santa Fe y Paraná. En su punto más alto de desarrollo, su periódico clandestino El Combatiente distribuía 20.000 ejemplares de cada número; tenía además publicaciones dirigidas a sectores obreros específicos; y tres publicaciones legales, el diario El Mundo, el quincenario Nuevo Hombre y la revista teórica Posición.

A la vez el ERP incrementaba su actividad militar. En 1975 estaba organizado en numerosas escuadras locales y fabriles, además de un batallón urbano, dos compañías urbanas, y una compañía rural reforzada.
Entre 1969 y 1977 el ERP realizó docenas de acciones armadas en la Argentina.


Nunca Más - Campo Santo - Capítulo XVI - Santucho en Campo de Mayo

                                                                      CAMPO SANTO - Parte II

"Te digo la verdad, yo creo que no sabían que era Santucho.

"Te cuento lo que yo escuché por boca de los mismos que participaron en ese operativo. Parece que la cosa empezó cuando una vecina se encontró con que cerca de su casa, en el cruce de las avenidas Constituyentes y General Paz, gente de la Escuela de Mecánica de la Armada estaba haciendo un control de vehículos. Esta señora, una chusma de barrio, tipo la 'Tota', se acercó cargando la bolsa de las compras hasta dónde estaban los efectivos y les dijo que en su edificio, en Villa Martelli, todos los días se reunía gente rara.

"Como estaba fuera de su zona, los marinos le pasaron el dato al Ejército, y Leonetti, que estaba de guardia, recibió el dato y se mandó para allá con su patota, integrada por gente del Colegio Militar. Llegó hasta el grupo de edificios en un Ford Falcón sin patente, al frente de un grupo de tres hombres vestidos de civil que portaban fusiles 'Para', que son como los FAL pero con la culata rebatible. Lo de 'Para' viene porque eran los que usaban en ese tiempo los paracaidistas. Buscaron al portero, que los guió hasta la entrada del departamento. Y tocaron el timbre sin saber quiénes estaban del otro lado.

"Liliana Delfino, que era la mujer de Santucho, abrió confiada la puerta como si estuviera esperando la llegada de algún conocido. Apenas vio a los de la patota se dio cuenta de cómo venía la mano y se puso a gritar: '¡Los milicos!, ¡Son los milicos!' Le pegó un empujón a la puerta como para volver a cerrarla. Pero Leonetti ya había puesto un pie adentro, y la hoja rebotó en el borceguí que tenía apoyado en el marco de la entrada. El portero se escabulló buscando refugio en el codo de la escalera, en el interior del departamento las mujeres gritaban que había que llevar a los niños a la bañadera, mientras que los hombres no atinaron a tomar sus armas. La patota aprovechó el factor sorpresa para ingresar en la casa y reducirlos a todos.

"Según comentaron en 'El Campito' los que estaban en los grupos de tareas, a Santucho no le gustaba llevar armas. Era un especialista del pensamiento, de la concentración; por eso se había entrenado en las artes marciales.
"Ese día en el departamento de Villa Martelli parece que no lo reconocieron; él se había cambiado el aspecto. Lo acomodaron junto a los demás, con las manos apoyadas en la pared y abiertos de piernas, para palparlos de armas. Leonetti se puso la pistola en la cintura para revisar a los guerrilleros. Santucho esperó a que llegara hasta él y cuando Leonetti estaba a punto de revisarlo se dio vuelta, con una toma rápida lo agarró del cuello, le sacó la pistola y le disparó al cuerpo. Los de la patota, apenas escucharon el primer tiro, empezaron a ametrallarlos a todos. Algunos se tiraron al piso, otro se tiró por la ventana y cayó en una especie de terraza que había en el segundo piso; lo agarraron con las piernas quebradas.

 
                                                                    Duro de matar

"Ese día yo estaba de guardia en la radio. Llegaron los autos y vi como de uno de ellos bajaban a tres prisioneros. Después me pidieron ayuda para cargar al que venía en otro de los autos, que estaba herido. Lo llevamos hasta el comedor de la tropa, donde comíamos nosotros. Lo acostamos en una de esas mesas largas de fórmica blanca. Un brazo le quedó colgando, lo tenía como quebrado por una bala. Todavía respiraba.

"Por la radio le pidieron al Hospital de Campo de Mayo que enviaran con urgencia a un médico. Mientras tanto el Gordo Dos, que era el jefe de los interrogadores, con esa pronunciación que cortaba las palabras, como si fuera un intelectual, con tono de locutor, le recitaba a Santucho -sin saber que era él- lo mismo lo que le decía a cada prisionero que llegaba al campo: "Acá perdiste, con que me digas el cien por cien de lo que sabés no me voy a conformar, quiero el ciento diez por ciento de lo que tenés para decir..." Y seguía con el verso del hambre, la tortura, el terror que tenía por delante mientras estuviera prisionero en ese lugar; lo que era verdad.

"Después llegó el médico. Era un tipo grandote, de bigotes y que fumaba en pipa. Ya tenía sus buenos años, creo que era teniente coronel. El Gordo Dos y los otros del grupo de inteligencia que se habían juntado en el comedor le dijeron que necesitaban salvar al herido para poder interrogarlo, que hiciera algo para que no se muriera. Pero él parecía mantenerse ajeno a todo. Chupaba la pipa junto a la ventana mientras miraba como bajaban a los que llegaron muertos del operativo. Chupaba la pipa como si estuviera ido, como si quisiera mantenerse ajeno a todo lo que estaba pasando en ese momento. 'Doctor -le dijo el Gordo Uno-necesitamos que se presente ante el herido'. El tipo giró apenas la cabeza y lo miró a Santucho, que tenía los ojos como dados vuela y apenas respiraba. 'Hay que llevarlo a cirugía', es todo lo que dijo.

"A mí me mandaron a buscar la ambulancia. Cuando llegué al hospital de Campo de Mayo la única que estaba disponible era una Ford nuevita, cero kilómetro. Una donación al Ejército que había hecho no sé quién, y que estrenó Santucho. La llevé a los pedos hasta El Campito donde lo cargamos en una camilla flamante; y volví a los pedos hasta el hospital. "Cuando llegamos me llamó la atención el movimiento de coches y la cantidad de custodios de oficiales que se iban juntando en la puerta del hospital, que no había notado cuando fui a buscar la ambulancia. Se ve que en el ínterin, por los papeles que encontraron en el departamento de Villa Martelli, o por lo que pudieron deducir al identificar a los detenidos en ese operativo, cayeron en la cuenta de que el hombre que yo llevé en la ambulancia y que murió apenas ingresó en el hospital era Santucho, nada menos. 

 
"Yo me quedé al volante de la ambulancia unos quince minutos, esperando a que me dijeran que debía hacer. Mientras tanto el desfile de coroneles que llegaban para comprobar la muerte del jefe del ERP era incesante. 'Parece que es Santucho nomás', decían. 'Lo necesitábamos vivo, ¡qué cagada que esté muerto!', se lamentaban al salir del hospital.

"Cuando el 'pelotón mudanza', que se ocupaba de los botines saqueando las casas de los secuestrados, trajo todo lo que había en el departamento de Villa Martelli, yo me quedé con una copa que había sido de Santucho. Tenía un agujerito que no se podía ver a simple vista, y cuando tomabas algo el líquido pasaba por ese agujerito y te caía todo encima Se ve que al hombre le gustaban los chascos, hacerle bromas a los amigos; medio Don Fulgencio. A esa copa la conservé hasta hace poco, después la tiré. 

 
                                            El museo de la derrota

"En ese operativo, además de Santucho, también murió otro importante jefe del ERP, Benito Urteaga. Y se detuvo a Domingo Menna; a la mujer de Santucho que se llamaba Liliana Delfino, pero que era conocida como 'la alemana'; y a varios más de la cúpula guerrillera.

"A Menna lo torturaron durante meses, y nunca dijo nada. Cómo se la bancó ese hombre yo no lo sé. Lo dejaban con la picana automática mientras los interrogadores se iban a comer, y no una vez, días y días. Al final los del GT terminaron por tenerle respeto. Igual con tiempo lo 'trasladaron' como a todos los demás.

"Cuando Bussi se hizo cargo del Comando ordenó construir en un sector de Campo de Mayo un museo de la subversión. A Bussi le gustaban los museos. Ya había organizado uno en el Primer Cuerpo de Ejército, y otro en Tucumán. Ahí metía libros, panfletos, objetos y armas incautadas a los guerrilleros. También armaba como escenas que mostraban la actividad guerrillera personificadas con maniquíes, vestidos según cada caso.

"Pero en el museo de Campo de Mayo, en vez de un maniquí de Santucho, Bussi puso su verdadero cuerpo en exposición. No sé cómo habrán hecho para conservarlo durante dos años, ni dónde lo mantuvieron escondido todo ese tiempo. Pero lo cierto es que a Santucho lo usaron como maniquí de Santucho. Y Bussi estaba satisfecho, a él le gustaba hacer como que todo lo que hacía era perfecto. Armaron el museo en un lugar chiquito, aprovechando lo que antes había sido la casa del intendente de la guarnición de Campo de Mayo. Y todos los días había un desfile militar que terminaba en la puerta del museo en el que estaba el cuerpo de Santucho, justo donde Bussi había ordenado construir un terraplén en el que él se instalaba para que cada mañana los efectivos le rindan honores.

"Dentro del museo, en un subsuelo, Bussi hizo reproducir una cárcel del pueblo, como las que tenía la guerrilla. El día de la inauguración, Bussi se ocupó personalmente de acomodar en el sótano que estaba oculto por una losa, que se abría mediante un sistema mecánico, todos los objetos que se encontraron en el departamento en le que vivió Santucho. Ropa, cartas, documentación trucha, pelucas y bigotes postizos; y los pasajes de avión que se encontraron en su poder, con los que pensaba salir del país al día siguiente al de su captura. También bajó una silla y sobre ella acomodó el cuerpo de Santucho, vestido con la misma ropa que tenía puesta el día en que lo hirieron de muerte, manchada de sangre; tal como llegó al El Campito.

"En la inauguración del museo no faltó ningún coronel, ningún obsecuente de los jefes del Comando. Todos querían desfilar ante el cadáver de Santucho. Me contaron que algunos oficiales llegaron a cuadrarse frente a él y gritaron: ¡Viva la Patria!

"No sé que hicieron después con los restos de Santucho. Habría que preguntarle al jefe del Estado Mayor. Martín Balza fue quien se ocupó de demoler las instalaciones que con tanto orgullo había construido el general Bussi. Así que él debe saber cuál fue el destino final de su cuerpo.

 El concepto de enemigo en el PRT-ERP: discursos colectivos, experiencias individuales y desplazamientos de sentido

A través del análisis de documentos partidarios (fundamentalmente periódicos y boletines internos) y de testimonios orales, encuentro que conviven en estos discursos al menos dos acepciones del término "enemigo". Estas acepciones no necesariamente se excluyen entre sí, sino que reconocen distintas dinámicas y espacios de articulación y retroalimentación. El trabajo se centra, entonces, en la búsqueda - tanto en la dimensión colectiva como en la dimensión de las subjetividades individuales - de las cadenas resignificativas que dan origen a aquellas dos acepciones.

La razón de este recorte radica en la certeza de que toda experiencia política colectiva - y más aún aquellas habitadas por la posibilidad de morir y matar - necesita de un sistema de referencias cerrado capaz de dinamizar voluntades, de otorgar efecto de sentido al acto, de conjurar la fuerza centrífuga de las subjetividades individuales. Sospecho que es en el proceso de construcción de este sistema referencial, así como en las innumerables conflictividades e implicancias políticas y subjetivas de su materialización, donde se pueden encontrar nuevas claves de lectura para el análisis del pasado reciente.


El "enemigo" es uno, y tan sólo uno, de los componentes claves del universo referencial perretista.

La idea de indagar sobre el concepto de "enemigo" en el PRT-ERP surgió en el transcurso de mi investigación al notar que en el discurso de mis entrevistados convivían dos acepciones de la idea de "enemigo".

Una de ellas se vincula con definiciones teórico-ideológicas: "el enemigo" aparece asociado a la estructura de poder económico de la sociedad argentina. En esta acepción, "el enemigo" es "la burguesía", "la sociedad capitalista", el Estado:


"El enemigo era todo el sistema capitalista, con toda su superestructura ideológica, política, militar…osea…la burguesía […] ese era el enemigo"

La otra acepción de la idea de "enemigo" se vincula con los efectos de ciertas particularidades de la dinámica política de los años setenta: "el enemigo" aparece clara y fundamentalmente identificado en los agentes represores del Estado:

"En concreto el enemigo nuestro de ese momento era la cana, que era con quien nos enfrentábamos por ahí, viste [...] lo concreto…yo te digo por mi experiencia, para mí el enemigo concreto era la cana"

Para dar cuenta de la dinámica a través de la cual se construye este concepto de enemigo de doble acepción es necesario remitirse a la forma en que se articulan y se retroalimentan la dimensión colectiva y la dimensión individual de la experiencia perretista, puesto que si, por un lado, el discurso institucional-partidario contiene y habilita esta doble acepción, el mundo de la experiencia individual, por otro, es formador de sentido y marco a partir del cual se resignifica el discurso partidario.

El discurso partidario: "guerra" y desplazamiento de sentido .

En junio de 1970 el PRT realiza su V Congreso que da carta de fundación al ERP. Momento de redefiniciones ideológicas por excelencia, el V Congreso es un acontecimiento fundamental en la historia de la organización, por las implicancias políticas y simbólicas de las nuevas concepciones allí delineadas.

Es en este evento que el PRT declara que:

"la guerra civil revolucionaria ha comenzado en nuestro país desarrollada por sectores de la vanguardia; que continuarán librándola la vanguardia obrera y sectores del proletariado y el pueblo y que, por último, será la lucha de la vanguardia obrera, la clase obrera y el pueblo, contra la burguesía y el imperialismo

La acepción de enemigo contenida en este párrafo es, sin lugar a dudas, aquella que asocia al enemigo con la estructura del poder económico. Sin embargo, las implicancias políticas y simbólicas de la nueva definición de la etapa como "guerra revolucionaria" ya iniciada y el tono de urgencia contenido a lo largo de todo el documento no se harán esperar.

En las mismas Resoluciones del Congreso podemos encontrar en distintos párrafos ciertos desplazamientos de sentido que introducen en el discurso partidario la otra acepción de la idea de enemigo, aquella vinculada a los agentes represores del Estado:

"...en la guerra revolucionaria lo que se busca no es la destrucción física de la masa enemiga: en todo caso podría interesarnos destruir una parte de sus cuadros de dirección pues la fuerza en su totalidad está compuesta por una mayoría de reclutas de igual origen de clase que nuestras propias fuerzas".

Si en esta "guerra" que ya ha comenzado la "masa enemiga" está identificada con las FFAA no es de extrañar que a los ojos de la dirección partidaria la tarea urgente del momento sea la fundación de otro ejército, revolucionario y popular, construido en oposición a ese otro identificado como "enemigo".

En las resolución de fundación del ERP leemos:

"Considerando:

Que en el proceso de guerra revolucionaria iniciado en nuestro país, nuestro Partido ha comenzado a combatir con el objetivo de desorganizar a las FFAA del régimen para hacer posible la insurrección victoriosa del proletariado y del pueblo.

Que las Fuerzas Armadas del régimen sólo pueden ser derrotadas oponiéndoseles un ejército revolucionario [...]

El V Congreso del PRT resuelve:

Fundar el Ejército Revolucionario del Pueblo y dotarlo de una bandera[...]

Construir un Ejército Revolucionario del Pueblo incorporando a él a todos aquellos elementos dispuestos a combatir contra la dictadura militar y el imperialismo"

Fundado el nuevo ejército, cuyo objetivo principal es la desorganización de las FFAA, queda por resolver el tipo de vínculo que éste mantendrá con el Partido. La pregunta por el vínculo codificado entre Ejército y Partido no es más que la pregunta por la relación entre la política y las armas o, mejor dicho, la pregunta por la concepción de la política contenida en las formulaciones conceptuales y sus implicancias tanto en las prácticas como en las subjetividades partidarias.

El momento fundacional del ERP es, también, el momento de la codificación del vínculo entre Ejército y Partido. Allí, el PRT resuelve, citando y adhiriendo al pensamiento del General vietnamita Giap, que el ejército revolucionario debe estar bajo la dirección del Partido. En la argumentación de esta decisión leemos:

"Nuestra corta experiencia nos indica [...] que la cuestión no es sólo combatir, sino que en la guerra revolucionaria es dominante la política, que el Partido manda al fusil"

Sin embargo, a pesar de estos recaudos y de los repetidos y explícitos esfuerzos por establecer la jerarquía en esa relación, parece ya un lugar común referirse a la "militarización" o a la "desviación militarista" del PRT-ERP. El mismo Luis Mattini, refiriéndose al primer año de debut del flamante ejército revolucionario (1971) protesta que, al caer presos los principales cuadros políticos de la organización:

"...los Comités Militares Regionales y el Comité Militar Nacional, organismos que teóricamente dependían del CC, o sea, del Secretario General del Partido, se independizaron de hecho y pasaron a constituirse en direcciones paralelas. Era la consumación más cruda del militarismo. [...] La desviación crudamente militarista se manifestaba en el despliegue de la actividad armada, independientemente del desarrollo político de la organización, de la situación política nacional y alejada totalmente de los puntos de vista de clase..."

¿Cuál es la razón de esta independización de los comités regionales? ¿Se la puede atribuir a los azarosos avatares cotidianos del conflicto político-militar? Y aún más importante, este militarismo ¿es una desviación? Entiendo que no. Volvamos al momento fundacional del ERP, el V Congreso. Si bien allí quedaba bien en claro, siguiendo al General Giap, que la política es quien manda al fusil, lo cierto es que la urgencia de los tiempos de "guerra" impulsa mandatos partidarios, difíciles de rechazar teniendo en cuenta el dramatismo con que se enuncian:

"Un partido de combate se caracteriza por eso mismo, porque combate, y en esta Argentina que está en guerra, la política se hace en lo fundamental armada, por lo tanto, en cada lugar donde el Partido esté presente en las masas se debe impulsar las tareas militares. Combatir, formar el ejército en la práctica de la lucha armada: quien no pelea no existe"

Para Roberto Pittaluga la concepción de guerra revolucionaria que planteaba el PRT-ERP posee un conjunto de características cuyos efectos sobre las formas del pensar y el hacer políticos, sobre las subjetividades militantes y sobre los dispositivos organizacionales, fueron más que relevantes. Coincido con él en que lo que permite esta nueva argumentación de la guerra revolucionaria es empalmar conceptualmente la dinámica sociopolítica con la construcción del ejército revolucionario, y ésta es, para el PRT, la tarea fundamental. De este modo, la militarización del PRT no es una desviación, sino el núcleo de las formulaciones conceptuales y de las imaginaciones de la revolución como guerra.

Si "la política se hace en lo fundamental armada" es porque esta Argentina está en guerra. De ahí, que quien quiera hacer política, deba empuñar un arma, o al menos estar dispuesto a hacerlo si el partido así lo dispone. A partir de entonces, toda persona deseosa de intervenir en el mundo de la política con ansias transformadoras deberá ingresar primero al Ejército, y sólo a partir de allí, luego de dar cuenta de la solidez de sus convicciones, de la entereza de su moral, de su coraje y de su decisión de combate, podrá incorporarse al Partido. Paralelamente todo "militante" del partido es recategorizado como "combatiente" del Ejército. El lenguaje bélico coloniza la política y las implicancias subjetivas de esta colonización y los mandatos de combate que contienen aparecen sorpresivamente nítidas en los discursos de mis entrevistados, puesto que si la concepción de guerra habilita e introduce en el discurso partidario la acepción de enemigo vinculada a las fuerzas represoras del Estado, en el mundo de la experiencia individual parece producirse un nuevo desplazamiento de sentido en la misma dirección:


E: -Dentro de los cánones del Partido ¿cómo era el militante ideal?

-" …el militante que nosotros vivíamos …el más alto militante era el guerrillero, ese que dejaba todo por enfrentarse a los militares. Eso era como nosotros lo sentíamos."9 [el subrayado es mío]

E: ese enemigo que estaba "de la vereda de enfrente" ¿cómo era?

"¡Ah, no! Era…salvo los heladeros, eran todos los que llevaban uniforme. Claro, era muy precario…" 

El mundo de la experiencia individual. Apropiación, resignificación y nuevos desplazamientos de sentido.

La dimensión de la experiencia individual es tanto un marco a partir del cual se apropia el discurso partidario como una instancia formadora de sentido. Es, en definitiva, un espacio de resignificación.

Las personas que componen la militancia perretista, nacidas en su mayoría en la década del 50, han aprendido a lo largo de su historia personal previa al ingreso partidario, a través de distintos espacios tanto privados como públicos, una versión de la política fundada en el paradigma amigo-enemigo que excluía la posibilidad de un espacio un negociación. Sus primeras aproximaciones al mundo de la participación política asumían la forma de un enfrentamiento violento.

Tanto Carlos como Miguel participaron como estudiantes, antes de ingresar al ERP, de la ola de movilización político-social de fines de la década del 60. Sus recuerdos, dan cuenta de las implicancias políticas y subjetivas que esta experiencia tendrá para sus vidas.

"Cuando ibas a una movilización, como estudiante, te encontrabas con los otros, los de a caballo, a sablazo limpio […] te empiezan a manifestar que no ibas a vivir seguro, no vivías en democracia, bueno, tampoco vivías seguro"

"Y bueno, el enemigo, los malos, eran la policía y la represión, viste, y empezar a constatar que era así, que la policía reprimía, que la policía no solamente estaba para …poner presos a los ladrones…"

-¿Qué efectos políticos tuvo el Rosariazo para vos?

"Yo creo que es la cara de la represión, qué es la policía, qué es la represión, lo que son los muertos, lo que más me podía convencer, dos años después por qué la guerrilla…la fuerza bruta, digamos, la fuerza bruta […] y por el otro lado la fuerza de la gente […] Ahí ya me quedó en claro algo: que entrar a la facultad significaba entrar a luchar en contra de la dictadura"

La política comenzaba a ser entendida así, no como un encuentro de voluntades con resolución incierta sino más bien, como un enfrentamiento dramático y terminante cuya resolución sólo podía consistir en la destrucción física de uno u otro. Este aprendizaje inicial será, más tarde, el punto de articulación y confirmación de la concepción de política implicada en el discurso institucional perretista: la guerra.

El bautismo de fuego de estas primeras experiencias constituye, para gran parte de la militancia perretista, el momento original de una construcción identitaria conformada por un "nosotros" y un "ellos" enfrentados bajo la lógica de la violencia material.

La identidad que comienza a construirse es, justamente en oposición a un otro que son, en principio "los de a caballo", "la policía" y los militares. Un enemigo enfáticamente vinculado a las fuerzas represivas, que actúa a "sablazo limpio" y al cual sólo se lo puede interpelar con las armas:

-¿Y por qué el PRT-ERP?


"Bueno, yo ya te conté, la duda era entre el ERP y el peronismo. Estaba de acuerdo con el tema de la lucha armada, osea que a los militares no se los iba a desalojar con buenos modales, sino que había que enfrentarlos con un ejército…esa era la idea"

En tanto el mundo experiencial es una espacio formador de sentido, las definiciones ideológicas y políticas del PRT-ERP que contenían una doble acepción de la idea de enemigo serán resignificadas en el plano subjetivo provocando un nuevo desplazamiento de sentido en favor de un enemigo básicamente uniformado. Si la concepción de revolución entendida como guerra encerraba en el discurso partidario el núcleo del militarismo, esta cadena resignificativa tendrá, como principal efecto una nueva des-politización del enemigo. Éste aparecerá, cada vez más distanciado de la estructura de clases que le da origen. Militarismo y despolitización se despliegan a la par a través de una dinámica de retroalimentación entre el discurso partidario y la experiencia subjetiva.

Ya para 1972 leemos en una publicación partidaria:

"ASÍ DE IDENTIFICA A LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO"

Generalmente son policías, militares y delatores al servicio de nuestros explotadores

Son los que torturan y asesinan a nuestro pueblo

Son los que asesinaron a [...]

Son los defensores incondicionales de los amos de nuestras fábricas.

Son los que cuidan las fábricas con armas, garrotes y gases.

Son los que con la prepotencia y las balas nos quieren domesticar

Son los gusanos, parásitos de nuestro pueblo que no trabajan y se comen el presupuesto nacional"14

Sólo la última de estas siete formas de identificación publicitadas a viva voz por el órgano oficial del ERP alude a un enemigo vinculado a la estructura de clase. La jerarquía explícita de este orden no resulta ser un detalle menor por cuanto las repercusiones que provoca en la imaginería militante. La insistencia enfática en la identificación de un enemigo uniformado obtura, cada vez más, la posibilidad de internalización de la otra acepción de enemigo.

Si al enemigo se lo reconoce por los rasgos que aquí se le atribuyen no es sorprende el estupor de Miguel cuando, al evocar su experiencia de custodio en las "cárceles del pueblo" donde se encuentra frente a frente con su prisionero, recuerda:

"Eh…yo lo respetaba viste […] no trataba de asustarlo, nada de eso. […] No me parecía tan malo como decían. Me parecía un tipo bastante parecido a mí…que estaba ahí, viste. No era un militar […] era un empresario. Me daba la impresión que era parecido a mí, viste. Osea, la sensación, más allá de lo teórico, era decir bueno, no sé por qué este tipo está acá [risas] no es tan malo bah, no lo veía como una persona mala, no lo veía como a un enemigo"

Mencionaba anteriormente los efectos que tienen sobre estas subjetividades personales aquel aprendizaje político primario de jóvenes estudiantes bajo la dictadura de Onganía, en el cual el enemigo tenía el rostro de la represión policial y militar que caracterizaron las movilizaciones sociales de la época. Sin embargo, el enfoque, aunque pertinente, resulta parcial o, mejor, insuficiente. Y esto, porque encuentro en otros entrevistados con experiencias iniciales distintas un movimiento paulatino que va desplazando al enemigo de clase por un enemigo uniformado.

Pensemos en la historia de Raúl. Obrero metalúrgico desde los 16 años, comienza su lucha política a través de la participación sindical por reivindicaciones salariales y laborales. Sus broncas y sus odios crecieron en la fábrica al abrigo de una experiencia de explotación extrema. Para él, que también había sido reprimido en el rosariazo por las huestes policiales, el enemigo estaba constituido, al inicio de su militancia, fundamentalmente, por la patronal. Se incorpora al ERP a mediados del 1973. Exploremos sus recuerdos:

De las acciones armadas en las que participaste ¿cuál es la que recordás como más importante?

"Y de por sí, la primera, donde tomamos la fábrica donde yo estoy, que los patrones eran todos unos hijos de puta y…verlos en ese momento todos cagados, temblando…era algo que yo me acuerdo siempre como si fuera hoy, dónde estábamos parados cada uno…todo […]Te imaginás que la gente siempre puteando contra la patronal que estos hijos de puta que nos hacen esto, que hacen tal cosa y cuando vos llegabas y les juntabas los patrones ahí adelante de todos y los apretabas y los tipos se cagaban todos y te daban la llave del auto sin problema, no sabían en qué bolsillo buscar para dártela más rápido y eso…qué sé yo, entonces, era el goce después de los compañeros"16

Aquí, el enemigo es, sin duda alguna, un enemigo de clase y la gratificación de "los compañeros" encuentra su significado en el efímero instante de reparación justiciera a través del cual se invierte el sentido del miedo y la humillación. En su experiencia cotidiana de explotación Raúl construyó un enemigo cuya acepción implica, básicamente, la noción de clase. Lo que lo equipara en un inicio a otras experiencias militantes es, en todo caso, su noción polarizada de la política, la política entendida como espacio de confrontación con pocas o ninguna posibilidades de negociación. Cuenta Raúl que en las reuniones entre los delegados y la patronal, el dueño de la fábrica, "el turco", asistía con su inseparable escopeta de caño recortado. En el caso de Raúl, esta primera aproximación al mundo político encierra una noción bélica del conflicto de clase. Esta noción de enfrentamiento a un enemigo-patrón hallará una articulación feliz, por un lado, con la acepción perretista del enemigo-burgués y, por el otro, con la noción partidaria de la revolución entendida como guerra:

-¿Cómo eran las acciones armadas?

"Bueno, en esa fábrica, todo compañero que ingresaba, debutaba tiroteándole la casa al Turco, viste. Es más, él decía que estaba en guerra con el ERP, él personalmente estaba en guerra con el ERP y andaba siempre con tres o cuatro guardaespaldas. Además era presidente de la Cooperadora Policial de la provincia, la cana siempre a su disposición "

Hasta aquí, está bien claro quién es el enemigo de Raúl. Sin embargo, me pregunto por los efectos que sobre su memoria tuvieron la otra acepción de enemigo contendida en el discurso partidario y sus años siguientes de experiencia militante. Cuando en una entrevista posterior le pregunto quién era el enemigo contesta:

"Mirá, por ahí en los planes y en teoría, el enemigo sabíamos quién era: la burguesía, el imperialismo, el Estado. Pero en concreto el enemigo nuestro de ese momento era la cana que era con quien nos enfrentábamos por ahí, viste...Yo te digo, por mi experiencia, para mí, el enemigo concreto era la cana"

Efectivamente, en su vida cotidiana, y a medida que la represión se encrudece, el militante del PRT-ERP se enfrenta, casi cotidianamente a un enemigo que aparece cada vez más frecuentemente representable a través de un uniforme. No huye del empresario, ni del burgués. En su experiencia clandestina, en los frentes de masas, en las cárceles y en las calles, el militante se enfrenta casi exclusivamente a los agentes represores del Estado. Éste es el enemigo para él, un enemigo casi privado, desvinculado de la estructura del poder de clases, y por tanto, despolitizado. Si la dimensión colectivo-partidaria había habilitado a través de la coexistencia de las dos acepciones del término enemigo, la dimensión experiencial permite una apropiación y resignificación del concepto que empuja, desde diversos ángulos y razones a nuevos desplazamientos semánticos.  

 
 Leyendo las editoriales de El Combatiente, algunos boletines internos o declaraciones extraordonarias del Partido, uno puede reconocer algunos esfuerzos retóricos por invertir el sentido del desplazamiento semántico y restituirle al enemigo su carácter de clase. Sin embargo, lo esporádico de dichas intervenciones, la presencia siempre tangible tanto en el discurso partidario como en la dimensión experiencial del enemigo como represor convierten a aquellos esfuerzos en fallidos y pronto olvidables intentos. Los cuadros primarios de dirección permanentemente perseguidos, asesinados o encarcelados son reemplazados por entusiastas y nuevos compañeros que traen consigo la experiencia resignificadora de su práctica militante en tiempos de guerra. En sus manos irá quedando la formación política y militar de los nuevos ingresantes.
Luis, que comienza su militancia en el ERP a comienzos del 74, recuerda muy bien haber sido "preparado" en las "escuelas" del ERP para enfrentarse al enemigo:

"en cierta medida habíamos recibido cierta instrucción en cuanto a la operatividad del enemigo …éramos conscientes de infiltrados, éramos conscientes de los servicios de inteligencia, éramos conscientes de la policía común, del policía que anda con el Comando Radioeléctrico por la calle, del vigilante que dirige el tráfico o el vigilante que cuida un banco"


Es cada vez más en oposición a este enemigo, que el PRT-ERP irá construyendo, a partir de un movimiento casi especular, su propia identidad. Piénsese, por ejemplo, en el uso casi obligatorio y ceremonial del uniforme verde oliva, que se impondrá a los guerrilleros perretistas a partir de 1974. Y esta construcción identitaria, involucra a su vez en una relación dialéctica la construcción del otro. La afirmación e identificación de un "ellos" en la misma dinámica de afirmación e identificación de un "nosotros".

-Antes de la cárcel ¿cómo te imaginabas que era ese enemigo?

"Yo me imaginaba nomás que me podían matar. No me imaginaba que me podían torturar, pero…no me imaginaba el retorcimiento, no me imaginaba los desaparecidos, sabía que torturaban pero…[…] Yo pensaba que era un Ejército de línea, con una ideología…osea me lo imaginaba a imagen y semejanza nuestra pero al revés…"

Por lo demás, esta especularidad excede con mucho las prácticas rituales y las dimensiones subjetivas para encontrar también su espacio en el mundo material de la línea y la praxis partidarias.

En septiembre de 1974, luego del asesinato de algunos guerrilleros en Catamarca Santucho hace pública a través de los órganos oficiales del Partido y del Ejército la siguiente decisión:

"Luego de 16 días de investigaciones, hemos tomado una grave determinación. Nuestra organización ha decidido emplear la represalia: mientras el ejército no tome guerrilleros prisioneros, el ERP, tampoco lo hará. Responderemos ante cada asesinato con una ejecución de oficiales indiscriminada. Es la único forma de obligar a una oficialidad cebada en el asesinato y la tortura a respetar las leyes de la guerra"

En última instancia, el PRT-ERP está en guerra. Y en esa guerra el principal sujeto interpelado es ese enemigo-Ejército que a los ojos del PRT-ERP ha dejado de respetar el mundo de códigos compartidos de combate que toda guerra delimita. Abrumado a estas alturas por la acepción de un enemigo des-politizado, la única respuesta posible es la militar, invadida a su vez ésta, por el móvil casi privado, de la represalia.

En esta cadena de resignificación-despolitización el destino personal de cada militante hará lo demás:

"en los ocho años preso yo adquirí algo que antes no tenía: que era el odio, el odio a los represores [...] el odio al enemigo, a los militares, a todo lo que viste uniforme lo adquirí en la cárcel.[...] yo cuando salí de la cárcel los quería matar a todos, les tenía un odio terrible […] ya no porque se explota a la clase obrera, no, no, odio contra este hijo de puta que me torturaba, que me humillaba "

Estado, clase y política en los años 70.

La convivencia de dos acepciones del concepto de enemigo - convivencia originada y alimentada tanto en la concepción de la polítca entendida como guerra propia de las formulaciones partidarias como en la dimensión experiencial - remite a una pregunta que si bien escapa a las posibilidades de este trabajo no puede dejar de plantearse.

Esa pregunta interpela, por un lado, a la forma en que el PRT-ERP piensa la relación entre Estado y clase en la Argentina; por otro, busca cotejar esa mirada con las particularidades de la realidad político-institucional de los tempranos años '60 y '70.

Una de las primeras cuestiones a destacar es el rol, por momentos ambiguo, que el PRT-ERP le atribuye en sus análisis políticos a las FFAA en relación con la clase dominante. Pues si bien por un lado podemos ver que éstas aparecen tan sólo como garantes necesarios de un orden capitalista dependiente, por otro lado, ese rol parece desplazarse hacia una suerte de autonomización política de las FFAA.

Veamos cómo aparecen cada una de estas caracterizaciones en dos resoluciones del Comité Ejecutivo de 1971 y 1972:

Haciendo referencia a los intentos de acuerdos políticos entre Lanusse y los partidos políticos para garantizar una salida "ordenada" de la dictadura militar, se explica que: "sería el movimiento la Hora del pueblo, donde se concretaría la alianza de la burguesía con el visto bueno del imperialismo, permitiendo el retorno de los militares a los cuarteles, asegurada la estabilidad del régimen..."

Casi un año más tarde, leemos:

"La crisis actual de la Argentina capitalista no tiene ninguna posibilidad de ser superada a corte o mediano plazo, por ningún gobierno burgués. El gobierno que surja del proceso electoral próximo, lo mismo si es o no peronista, estará incapacitado para concretar ni siquiera soluciones mínimas. (...) En el caso de un gobierno peronista, este proceso no será más lento porque la posibilidad de maniobra, producto de la confianza de las masas, será contrarrestada porque esta confianza favorecerá también la movilización obrera y popular por reivindicaciones inmediatas. Así, un nuevo gobierno parlamentario se encontrará con las masas en la calle, con la ampliación de la lucha de masas, obligado desde bambalinas por las FFAA a reprimir violentamente."24 [el subrayado es mío]

En la primera cita las FFAA aparecen tan sólo como garantes de un orden en crisis, rol que les "permitiría" volver a los cuarteles una vez que la alianza de la burguesía pudiera asegurar por sí misma la estabilidad del régimen. De lo cual se deduce que la intervención de las fuerzas represivas del Estado en la conflictividad política encuentra su razón de ser en la imposibilidad de la clase dominante de garantizar un régimen político estable que permita llevar adelante su proyecto de dominación.

En la segunda cita, la clase dominante aparece imposibilitada para cumplir con ese objetivo por sí misma. Sin embargo, ya no es ella quien apela al aparato militar del Estado para garantizar el disciplinamiento político-social necesario, sino que son las propias FFAA las que "obligarían" al gobierno burgués a reprimir violentamente. El giro discursivo no resulta menor, puesto que de ser el auxiliar armado de un orden las FFAA pasan a ser el núcleo duro del poder, el bastión del sistema, las beneficiarias últimas de un orden social desmovilizado.

Es indudable que la participación violenta de las FFAA en la vida institucional argentina, al menos desde 1930 en adelante, no sólo viene a verificar esta mirada sino que, en efecto, esta reiterada irrupción las constituye en factor de poder determinante en el mapa político de la época,. Sin embargo, es menester detenerse en el tipo de relación existente entre las FFAA y la clase dominante argentina. Y es aquí donde intuyo que el PRT-ERP sobreestima a las FFAA en cuanto a la posición que ocupan en el entramado de las relaciones de poder:

"Hoy en la Argentina, ante el embate de las masas, la persistencia de la guerrilla, la agudización de la crisis económica, le es imperioso a la burguesía y a su dirigente el Partido Militar, recurrir al engaño para reorganizarse"25 [el subrayado es mío]

Aquí, para el PRT-ERP, las FFAA son, en definitiva, el grupo hegemónico de las clases dominantes. Han dejado de ser custodios de un orden burgués para ocupar el puesto de dirigencia de clase. Que la clase dominante de la Argentina de la época se encuentre imposibilitada de resolver pacíficamente las pujas internas de las distintas fracciones que la componen, es más que plausible. Pero sospecho, y quiero recalcar el carácter tan sólo especulativo de estos párrafos, que atribuirles el rol de dirigencia de clase es atribuirles, de alguna manera, un interés último y autónomo que vendría a oscurecer la naturaleza intrínseca de su rol en el entramado de un Estado.

Y esto nos envía a otra cuestión fundamental que es la forma en que el PRT-ERP piensa al Estado.

En una declaración titulada: "Por qué el EJÉRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO no dejará de combatir. Respuesta al Presidente Cámpora", del 13 de abril de 1973 y firmada por el Comité Militar Nacional, leemos:

"El gobierno que el Dr. Cámpora presidirá representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra organización no atacará al nuevo gobierno mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias [...]

En cuanto a la policía, que supuestamente depende del Poder Ejecutivo, aunque estos últimos años ha actuado como activo auxiliar del ejército opresor, el ERP suspenderá los ataques contra ella a partir del 25 de mayo y no la atacará mientras ella permanezca neutral, mientras no colabore con el ejército en la persecución de la guerrilla y en la represión a las manifestaciones populares [...]

La experiencia nos indica que no puede haber tregua con los enemigos de la Patria, con los explotadores, con el ejército opresor y las empresas capitalistas expoliadoras [...] NO DAR TREGUA AL ENEMIGO [...]

¡Ninguna tregua al ejército opresor!

¡Ninguna tregua a las empresas explotadoras!"

Para decirlo sencillamente, el PRT-ERP, está fragmentando al Estado, y autonomizando las partes que lo componen: ejército, poder ejecutivo, policía, aparecen en esta declaración como actores políticos autónomos, independientes unos de otros.

Escapa a mis posibilidades y a los objetivos primarios de este trabajo ahondar en la naturaleza y características del Estado argentino de la época. Baste tan sólo afirmar que cualquier pregunta sobre la "militarización" de la política de aquellos años necesita indagar una dimensión poco sencilla: aquella que remite al complejo entramado de fuerzas articuladas a través de la coerción y el consenso. Se trata, en definitiva, de desentrañar la radiografía y la dinámica del poder.

He intentado en este escrito dar cuenta de la compleja dinámica de construcción de uno de los componentes claves del sistema de referencias perretista: el enemigo. Las dimensiones involucradas en el análisis responden a la certeza de que la conformación identitaria y las prácticas políticas de una organización como el PRT-ERP debe pensarse como un complejo proceso que articula tanto el universo de las formulaciones ideológicas, como el de la producción de subjetividades.

Y esto porque volver inteligible nuestro pasado reciente exige inmiscuirse, una vez más, en las profundas razones de quienes acuñaron, con la fuerza de un grito de guerra, el mandato último y dramático de "A vencer o morir". 

Mi último día con Santucho

El 18 de julio de 1976 –un domingo que precedió a lo que sería el nefasto lunes 19– estábamos reunidos el resto del Buró Político del PRT, en el departamento del Gringo Mena, en un cuarto piso de la calle Venezuela, en Villa Martelli, frente al cruce del Acceso Norte con la Avenida General Paz: Mario Roberto Santucho, Domigo Mena, Benito Urteaga y yo. 

Santucho se despedía. 


Al día siguiente, después de la reunión de constitución de la OLA (Organización para la Liberación de Argentina, el muy original nombre que propuso Firmenich para la unidad entre PRT, Montoneros y Poder Obrero), saldría para La Habana. Ya le habían hecho algunos retoques para enmascarar su rostro, enrulado un tanto el pelo y con algún matizador que suavizaba su tono renegrido. 


Pasajes y pasaportes, todo listo. Saldría más o menos a las cinco de la tarde junto con Liliana. Los esperaba un intrincado itinerario hasta llegar a Cuba. 


Se instalaría en La Habana más o menos un par de años y cada dos meses viajaría uno de nosotros para mantener el vínculo directo con el Buró Político. Benito Urteaga sería el titular interino del organismo durante su ausencia. 


Santucho no iría, precisamente, de descanso. En Cuba establecería un plan de actividades que abarcaba todo el globo terrestre, principalmente estrechando vínculos con el campo socialista y el tercer mundo. La misión fundamental era conseguir entrenamiento a nivel de oficiales para un centenar de cuadros del PRT-ERP
Aunque me resulte extraño ahora, al recordarlo, el ambiente en esa despedida era de gran optimismo. Creíamos que habíamos pasado lo peor, que habíamos aprendido mucho con los severos golpes recibidos. Entendíamos que la nueva política del PRT de repliegue hacia el movimiento de masas, para consolidarse y estar en condiciones de dirigir la próxima ofensiva del movimiento popular, implicaba una enorme maduración política.
Ese domingo transcurría entre reunión formal del organismo y charlas informales entre amigos. Una picada, algunos brindis, recomendaciones y más recomendaciones de Roby. Ante todo cuidar, la unidad del partido, el funcionamiento aceitado de sus organismos, la regularidad de la prensa, el incremento de la penetración en el movimiento obrero y la dosificación de las operaciones armadas –en hostigamiento permanente a la dictadura–, pero sin arriesgar grandes fuerzas hasta tanto no empezara el nuevo auge de masas calculado en un par de años.

 
El crepúsculo está cayendo. 

Desde la semipenunbra de este cuarto piso, vemos el tránsito de la Panamericana, mientras mantenemos la que será –y lo ignoramos– la última conversación de este grupo. 

El Gringo Menna ha salido, como siempre, como un ventarrón. Benito prepara sus cosas canturreando tangos de la Rinaldi por lo bajo. Roby y yo quedamos hablando de su misión en La Habana, de Fidel, de Ochoa y de Piñeyro, de cómo tratar con cada uno de estos hombres claves en Cuba. Discutimos también la composición del Buró Político. Yo sostengo que el mejor cuadro para cubrir la vacante es Eduardo Merbilhá (quien funciona como adscrito, sin ser miembro pleno). Roby insiste con Julio Oropel, un obrero de Córdoba, para mantener "el peso de clase", que se ha debilitado mucho con las caídas.
 
Yo estaba participando –¡y lo ignoraba en ese momento!– de la última conversación con Roby, el Comandante, el hombre a quien apenas seis años atrás había escuchado, por primera vez y enmascarado, en un departamento del Barrio Norte. 

"... Julio Oropel", "es importante el peso de clase, Luisito..."
Palabras más, palabras menos –hasta donde me es fiel la memoria–, me revisitan cada tanto, al trasluz de ese crepúsculo final de Villa Martelli.)

Por la noche Benito y yo nos retiramos, conviniendo en que nos encontraríamos al día siguiente, después del mediodía, cuando se suponía terminada la entrevista de Santucho con Firmenich. Un encuentro breve, tan sólo para informarnos del resultado de la reunión y darle a Roby el abrazo de despedida. 

En el departamento quedaron Santucho, Liliana, Mena, su compañera Ani y el pequeño Ramiro, hijo de Mena. Un piso más abajo vivía Eduardo Merbilhá con su mujer y sus hijos. 

En la casa no había guardia y no más armas que una pistola Browning de alza y mira especial, que los cubanos le habían regalado a Roby, las Browning comunes, que utilizábamos cada uno para autodefensa, y un pesado Magnum, orgullo del Gringo Mena, que manejaba a dos manos. 

Al día siguiente, 19 de julio de 1976, Santucho no salió de la casa como estaba previsto porque la reunión con Firmenich abortó. Enrique Gelhter, secretario de Santucho, fue a la cita previa con el delegado de los Montoneros y no apareció nadie. Esas cosas solían suceder y no causó demasiada alarma.
A mediamañana, según parece, habría regresado Benito Urteaga con su pequeño hijo. Mientras tanto, los dueños de casa, el Gringo y Ani, continuaban con citas y otras actividades. En uno de esos encuentros habría sido detenido Mena, en la estación Lisandro de la Torre, muy cerca de allí.

Entre las dos y la tres de la tarde de ese día, salía yo de una de las casas de recambio para el Buró Político ubicada en Martínez. Iba acompañado por Guillermo, con intención de dejarlo en la Panamericana y dirigirme a la casa. 

Me detuve en una estación de servicio y llamé al departamento de Mena dando mi santo y seña, para activar la señal de peligro, es decir la medida de precaución que tomábamos siempre antes de ir a una casa. En este caso era el teléfono y la palabra "Flores". 

–Hola, habla Flores. 

Del otro lado de la línea, una voz desconocida y muy suelta de cuerpo me respondió más o menos así:
–¿Flores? ¿Qué dice, Flores, cómo anda? Lo estamos esperando. 

Por una de esas jugarretas de la mente, pensé que los teléfonos se habían ligado. Insistí un minuto más y después colgué porque teníamos la información de que la Policía Federal podía llegar a cualquier teléfono en menos de diez minutos. 

De inmediato instruí a Guillermo que suspendiera toda actividad y se concentrara a la espera de órdenes, y me dirigí a cambiar de central telefónica para volver a llamar. 

Al acercarme a la Avda. General Paz por la Panamericana, miré hacia la ventana del cuarto piso y la vi totalmente abierta, con una luz encendida. No necesitaba más. 

Pero, de todos modos, busqué otro teléfono en el barrio de Saavedra. 

–Hola, habla Don Luis. 

Y otra voz, también desconocida, me respondió. La catástrofe se confirmó.

Después supimos que una patrulla del Ejército, al mando del Capitán Leonetti, había asaltado el departamento y que en el tiroteo murieron el propio capitán y cayeron heridos de muerte Benito Urteaga y Mario Roberto Santucho. Liliana Delfino, Domigo Mena y Liliana Lanciloto, su compañera, integran la larga lista de detenidos-desaparecidos. En otro extremo de la región, por la tarde, era secuestrado Enrique Gelther, también destinado a la nefasta lista.

Se me ha preguntado muchas veces que sentí en ese momento. No me es posible responder. Mis sentimientos quedaron anulados, escondidos por la urgencia de la acción inmediata. Fue como si la artillería enemiga hubiera hecho blanco en el Estado Mayor y las trinchera hubieran cedido. 

Asumí el mando, automáticamente, y me dediqué a cerrar las brechas. 

Yo era un cerebro que pensaba y un cuerpo que actuaba. 

La sensación de que el enemigo había llegado tarde es el único sentimiento que registro de aquellos días subsiguientes, reorganizando la dirección con Eduardo Merbilhá y otros compañeros. Así lo escribí, incluso, en el primer editorial de nuestro periódico El Combatiente referido a los hechos: "El enemigo llegó tarde con su golpe mortífero porque el Comandante Santucho había logrado formar un cuerpo colectivo que era su herencia …". (Cito de memoria) 

Sé que hoy pueden sonar grandilocuentes o patéticas estas palabras, pero entonces eran la expresión de un legítimo sentimiento consciente. 

Y, si nos salimos de la visión lineal de "victoria" o "derrota" –más aun, "éxito" o "fracaso", o de otros posibles desenlaces–, no me equivocaba. Todos los demás dirigentes, y yo mismo, seguíamos siendo –como he dicho en otra parte– hombres y mujeres con mayores o menores talentos. Santucho seguía siendo diferente. Desde luego, también como él, habíamos aprendido mucho y acumulado experiencia, y así la distancia con Roby se había ido diluyendo en un espíritu colectivo que lo excedía y que trascendió la época. 

Se ha dicho más de una vez que la ascendencia de Roby estaba dada porque él era la síntesis de la conciencia colectiva del PRT por encima de la diversidad de sus componentes. 

Sin embargo, creo que –aun siendo lo anteriormente dicho parte de la verdad– es al menos insuficiente hablar sólo de "conciencia". 

Porque Mario Roberto Santucho –el sucesor del Che en Argentina–, más que la conciencia, era la encarnación del deseo, la pasión colectiva inconsciente que, por medio de una práctica peculiar –en este caso y por las circunstancias, la lucha armada– pugnaba por transformarse en pensamiento consciente, en forma de conciencia social que demanda a cada generación ser fiel a su época. 

En memoria de Mario Roberto Santucho 

Las generaciones de precursores del movimiento revolucionario en América Latina presentan –para los historiadores- ciertos problemas. Era tal la presión por el cambio social y el ritmo que la situación política demandaba que los dirigentes y las ideas se renovaban unos y otras. Cambios que, en tiempos pacíficos, llevan generaciones enteras. La solución de problemas teóricos y prácticos, la respuesta a las tácticas del enemigo, el afinamiento de las respuestas nacionales a los problemas del cambio, están en la base de todas estas mutaciones. La teoría de que las revoluciones eran exportadas se demuestra completamente falsa. Si los partidos comunistas hubieran estado a la altura de las circunstancias y no en un seguidismo estéril y mecánico la historia hubiera sido bien otra. Que las revoluciones son las locomotoras de la historia se aplica perfectamente en el caso latinoamericano. 

Mario Roberto Santucho es uno de esos precursores en la Argentina, pero su acción y su obra lo trasciende y tiene importancia y referencia para toda América Latina. Nació el 12 de agosto de 1936, murió, en combate, el 19 de julio de 1976. Tenía 40 años de edad. Hasta el día de hoy una parte inmensa de la documentación sobre su vida está oculta. De la misma manera sus restos físicos no tienen sepultura legal y sólo se sabe que los paladines de la democracia, los hombres del uniforme, los supuestos caballeros honorables, no se conformaron con la muerte de un adversario sino que se ensañaron con los restos físicos, como los cobardes sin honor que siempre han sido. Reclaman aún sus hijos los restos. 

El silencio oficial –la terca voluntad de los oficiales superiores, todos con escuela de Estado Mayor- les responde. 

¿Qué es lo que motiva estos odios, tanta irracionalidad, la absoluta incapacidad de los mandos superiores de actuar profesionalmente? –El odio de clase. 

Los mismos militares que son capaces de rendirse como lo hicieron en las Malvinas o de tomar prisioneros con respeto a las normas de la guerra, son capaces de la caballerosidad con los extranjeros (que antes fueron amos), pero incapaces del más mínimo respeto con sus compatriotas que los enfrentan con las armas en la mano. La caballerosidad, en nuestras guerras civiles, siempre ha estado por el lado de los insurrectos, los otros, los hombres del entorchado, se han comportado siempre como bestias. Y como bestias que se olvidaron de los manuales y de las convenciones deberán ser juzgados cuando el momento llegue. Por criminales de guerra.

¿Hemos reflexionado alguna vez sobre ese aparente comportamiento mecánico? Cómo era posible que los civiles en armas, que aprendieron sus rudimentos militares en los ejércitos, de su breve pasada por ellos, tomaran el espiritu de la caballerosidad y del respeto al enemigo vencido? ¿Cómo es posible que los militares de escuela, lo olvidaran? Hay algo que tiene que ver con la esencia humana, que perdura más entre los civiles y que es más fuerte que el odio hacia el enemigo. Que sabe distiguir entre adversario vencido y sus derechos humanos. 

Todo militante, todo hombre o mujer honesto, dispuesto a impulsar un cambio social, por una sociedad más humana y más justa, deberá tener presente este antecedente que nos viene desde los mismos albores de nuestra historia. "No escatime sangre de gauchos –decía epistolarmente Sarmiento- es lo único que tienen de humano". Y aquellos pensamientos atroces, bestiales, fueron formulados como teoría a una práctica que viene desde antes de 1811. Son el acerbo de la denominada historiografía liberal argentina, lo que algunos denominan "El Eje, Mayo-Caseros". Practicaron -todos estos "civilizadores" los Pueyrredones, los Soler, los García, los Alvear, Lavalle, Mitre, el gacetillero Sarmiento y muchos otros que vinieron después- como método constante el asesinato de sus enemigos, la violación de sus mujeres, la violencia contra las familias (ni la madre de Quiroga se salvó de que la pasearan en cadenas, como una fiera). Y esa tradición se cultiva en las escuelas militares, en los cursos, en los Estados Mayores. Videla y toda la patota de atorrantes de uniforme han mamado en esa escuela. Los poquísimos oficiales que reconocen estas vergüenzas deben saber que son sus propios compañeros de promoción las bestias y que cualquier regeneración pasa por reconocer los hechos, condenar moralmente los excesos y someter los individuos a la justica por los previstos penales en los que han incurrido. Y debería ser agravante, la circunstancia, de que los delitos los practicaran con sus propios compatriotas. 


Y en cambio, cuánta nobleza en los caudillos populares, los "bárbaros", empezando por el primero de todos ellos, nuestro oriental: Don José Gervasio Artigas!!! De ellos viene el "Clemencia para los vencidos" de lo que se olvidaron en la Banda Oriental, los denominados Tenientes de Artigas, esa liga miserable de masones, que la juega a distribuir analisis entre la izquierda, a ver si "cazan", cuando los cambios lleguen. 

El revisionismo histórico, que en el Río de la Plata tiene a Luis Alberto de Herrera como precursor reconocido por todos, se ha encargado muy mucho de levantar a aquellos héroes que luchaban defendiendo las provincias, sus producciones, el trabajo humano que en ellas se generaba y la sociedad civil a la que la actividad económica daba lugar. Los liberales de entonces, eran los neo-liberales de ahora. La misma raza maldita del sometimiento y del vasallaje. Absolutamente los mismos cipayos al servicio entonces de Inglaterra, hoy de los Estados Unidos y mañana de cualquier extranjero. 

Mario Roberto Santucho viene, en la Argentina, desde ese mismo interior. Donde entre el pueblo, al lado de la historia oficial que se enseña en los manuales escolares, vive en la memoria popular la otra historia, la que oficialmente no se reconoce nunca. La que es tabú, herejía y está proscripta. El indigenismo es parte de ese caudal y a él estuvo ligado Santucho en sus primeros años. Pero también el radicalismo. Cualquier análisis del origen político familiar de los principales jefes y responsables de lo que después será el PRT-ERP lo muestra. 


¿Y lo moderno, lo que produce la sociedad industrial? –También está presente en el pensamiento socialista del cual el trotsquismo es una parte. Pero atención: el trotsquismo de la lucha y de la resistencia, no el trotsquismo del aparatismo, de la paja teórica y de los caudillejos y maniobreros con pretensiones de Gran Bonete. El del "vasco" Bengochea, el de Luis Pujal, el de Pedro Bonet, el de Lionel MacDonald, el de Clarisa Lea Place, el de Eduardo Raul Merbilhaá, porque en el Río de la Plata no somos tantos que no nos conozcamos bien. Ni las palabras de homenaje nos brotan de las circunstancias. Son más bien gritos que nos vienen del corazón (el "soronca" como decimos los orientales). 

Santucho, por méritos propios, fue el artífice principal de aquella organización política. Y en los meses previos a su muerte, la figura más importante entre los jefes revolucionarios argentinos. 

¿Como medir, la vocación revolucionaria que sembraba entre los militantes de su organización? -No la medirán nunca las palabras –ni las nuestras ni las de otros- las mide el enemigo. Para los militantes del PRT-ERP había solamente exterminio. El enemigo sabía perfectamente bien que eran completamente irrecuperables, que habían atado su vida completamente a la revolución socialista en la Argentina. Era el mayor compromiso de todos aquellos: los que murieron y los que -por azar- salvaron sus vidas. 

Mucho más habría para decir de este precursor, de este combatiente, de este jefe destacado. Está el tema de la unidad con las otras corrientes del movimiento popular, la creación de la JCR, los militantes chilenos y uruguayos que cayeron en la Compañía del Monte, el tema del paralelo con Raul Sendic. Inclusive el tema de la desviación militarista final, que en más de un aspecto es paradójico y que exige un análisis. 

Terminemos sin embargo estas notas recordatorias con las palabras de un adversario, del general Fausto González, publicadas en el libro de María Seoane "Todo o nada". 

"Santucho era uno de los enemigos más notorios, más representativos, más tenaces. En cómo terminó esa historia se pueden ver otros elementos: los dirigentes montoneros en su mayoría escaparon del país. Los del ERP murieron combatiendo. Esto, marca dos filosofías diferentes: en cuanto Montoneros ve que ha fracasado su intento busca una salida hacia el exterior. Hay gente del ERP que también salió del país, pero Santucho muere acá, en su ley. Su obsesión no le permitía ver que todo estaba perdido. Eso sí, era un producto de esta sociedad. Virtuosos o equivocados, todos ellos fueron un producto de la Argentina, como Rosas, Urquiza, Sarmiento. A la larga, dentro de muchos años, Santucho será entendido como un producto del país como lo fue Alejandro Lanusse. A lo mejor, fue mucho más representativo de la sociedad argentina Santucho que el Che Guevara. Más aferrado a su tierra, aunque estaba equivocado, dados los problemas del país, y por la situación internacional, Santucho buscó la salida de la revolución. Entonces despreció la democracia (¡?) fue antisistema. Veo improbable –porque estaba menos contagiado por el poder económico que Firmenich- que Santucho hubiera aceptado un indulto. Era más militar en ese sentido, tenía que morir peleando. Era como un héroe de la tragedia griega. Curioso, porque a pesar de estar el ERP en contra de los fascistas, su acción también derivó en un viva la muerte. Y a partir de 1974 comenzó una lucha a muerte de ambos lados. La salida política estuvo ausente y triunfó la lógica de la violencia y perdió la Nación porque desangra a una generación y a las FF.AA. La muerte de Santucho fue sólo un acontecimiento porque existía el convencimiento de que él era sólo la cabeza de un núcleo que iba a seguir accionando Y justamente uno de los errores de las FF.AA. en esta guerra, que fue fundamentalmente política, por el poder, fue quedarse con la derrota militar de un sector y no establecer un pacto político con las otras fuerzas de la sociedad. Por eso las consecuencias posteriores. Y el momento de sentarse con todas las fuerzas políticas para discutir qué hacer con la Nación fue 1974, pero no se hizo. En 1976 ya fue tarde" 

Son palabras del enemigo –con todo lo que esto conlleva- pero también Mitre escribió sobre su contemporáneo Artigas, su particular enemigo, palabras que –palabra más, concepto menos- han soportado la prueba del tiempo. 

El resto, lo que falta, el verdadero homenaje, lo escribirá la gente trabajadora argentina, cuando derrote definitivamente a los parásitos que la explotan
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Santucho y la determinación

Argentina.- Uno de los rasgos políticos más originales de Mario Roberto Santucho fue su persistencia en la necesidad del Partido obrero como instrumento indispensable para una política de poder revolucionario inscrita en la certeza de vivir la época del tránsito del capitalismo hacia el socialismo.

Lo notable de Santucho, en este aspecto, consistía en que, siendo impulsor de las líneas más radicalizadas de las concepciones político-militares de los años sesenta, el más auténtico seguidor y recreador de Guevara, discrepara sustancialmente con los elementos que distinguían el llamado «foquismo». Estos eran, en trazos gruesos: Poner la fuerza militar como rectora del proceso; la formación de «columnas» guerrilleras, surgidas de la inspiración de la experiencia cubana; el mando único en base al «Comandante» y los «cuerpos de comandantes» a quienes se subordinaba el «movimiento político» ; la búsqueda de apoyo social fundamental en el campesinado o, en el caso de las regiones urbanas, el los sectores más excluidos , los cuales por lo general consistían en éxodo campesino hacia la ciudad no incorporado al proceso industrial y la baja clase media pauperizada. 

Para Santucho, en cambio, el Partido de la clase obrera, como órgano colectivo dirigente de la revolución, debía ser el mando supremo de la fuerza militar. Y esto tenía una profundidad y consecuencias mayores que las sospechadas a simple vista, pues el objetivo de Santucho no era el partido en sí, sino éste como medio de formación del sujeto. Es decir, para el jefe del PRT-ERP, el problema del sujeto era el problema fundamental de la revolución.

Esto tenía que ver, además, con la interpretación de Santucho acerca de los «desgeneramientos» de los procesos revolucionarios que conformaron el llamado socialismo real y la frustración de los movimientos «nacionales y populares» cuyos objetivos fueron a la postre «traicionados». En el primer caso la burocratización que desnaturalizaba el socialismo y en el segundo caso la subordinación a la burguesía.

Frente a estos hechos, recorría Latinoamérica una tendencia bastante extendida que intentaba poner como «antídoto» la base campesina, la cual por provenir «de la tierra» no estaría corrompida por la ciudad como la clase obrera. A su vez, el ejercicio de la lucha armada actuaria, no solo como «engendrador de conciencia», sino hasta como «purificador» de la corrupción política. Era muy fuerte la ingenua idea que la lucha armada impedía la burocratización.

Sin embargo, para Santucho - o quizas hoy podríamos decir la apuesta de Santucho - consistía que la clase obrera por expresar la contradicción antagónica con el capitalismo, por no tener «nada que perder, salvo sus cadenas», por su papel en la producción, por su destino histórico, por su capacidad de organización y disciplina; era la única garantía objetiva contra esas desviaciones. Pero la "objetividad" de dicha garantía contenía al mismo tiempo una tendencia hacia la consolidación del sistema capitalista (pacto social) en tanto y cuanto no adquiriera el carácter de sujeto autónomo.

Hasta aquí solo se trataba del abc del marxismo de los cursos de Politzer, que nos deja un seco determinismo «objetivista», el llamado «determinismo histórico», muy cerca de las posiciones de los partidos comunistas de pos guerra y no tan lejos del ala izquierda de las socialdemocracia. 

Por eso es que Santucho avanza en Lenin, lo profundiza y trata de zafar del determinismo para encontrar en el jefe bolchevique aquello que, tanto él como muchos de nosotros sosteníamos, fue su rasgo más original, con el cual se identifica el Che a pesar de las evidentes diferencias de tiempos, espacios y estilo. 

Se trata de la determinación, así como sustantivo, llamado a veces «‘determinismo subjetivo» o «determinismo de la voluntad», el cual, dicho sea de paso, fue reflotado por el «guevarismo tardío» de la década del ochenta bajo la expresión «factor subjetivo», pero sin lograr aprehenderlo porque para ello se necesitaban dos cosas: erradicar el determinismo histórico y asumir la determinación de Santucho como paradigma de la radicalización política de la generación del setenta. (De ahí el fracaso del 16 Congreso del PCA y otros intentos de recomponer la izquierda revolucionaria en los años del alfonsinismo: falto determinación.) 

El determinismo histórico originado en el iluminismo de la burguesía del siglo XIX, junto con el mito del progreso y la absolutización del saber científico, fue un lastre que arrastro el marxismo prácticamente hasta la década del ochenta. Suponía que la historia de la humanidad era un camino de espiral ascendente desde alfa a beta y en donde siempre el futuro seria mejor que el pasado. 

Ciertamente todos compartíamos este mito teórico aparentemente confirmado por los rotundos éxitos de la revolución en el mundo, sin percatarnos que el hecho de que esas revoluciones se produjeran sistemáticamente en los países «atrasados» (atrasados desde el punto de vista de la teoría del progreso) no era solo que «la cadena se rompía por el eslabón más débil» sino que estaba cuestionando precisamente ese determinismo.

 
Sin embargo, la paradoja de este siglo fue que la praxis de los revolucionarios se llevo a cabo a pesar de la aceptación teórica del determinismo histórico y la teoría del progreso. Dicho de otra manera, los hechos demostraron que entre condiciones objetivas y condiciones subjetivas, las revoluciones o los actos revolucionarios, triunfantes o no, se produjeron fundamentalmente por las condiciones subjetivas y que las revoluciones,tanto en su estallido como consecuencias, sorprendieron a los revolucionarios.
Desde luego, no los «sorprendieron», tomando café en los locales partidarios, sino precisamente dedicados a la revolución. Fueron sorprendidos por su propia obra.

Se puede observar, y sobre todo hoy día después de tantas experiencias, que estas concepciones se deslizan por muy delicados equilibrios,ya que fácilmente se cae en el idealismo filosófico y el tan condenado voluntarismo. Sin embargo, la declinación actual del determinismo histórico como pretensión de prever el futuro, ha dejado claro que el papel de los hombres y mujeres en la historia no consiste en accionar con el conocimiento de un camino hacia un destino existente objetivamente y por tanto previsibles por el análisis lógico racional (determinismo) sino por la actitud teórica y practica de actuar con convicción ante las aporias e incertidumbres sobre medios y fines a crear. 

Prosiguiendo con Santucho podemos observar, más en su conducta que en su discurso , que ese cuerpo de ideas «deterministas objetivas» que conformaban la teoría y ese «determinismo subjetivo», se materializaban en un instrumento colectivo llamado Partido cuya finalidad principal no consistía tanto en ser el «estado mayor» de la clase obrera, como la transformación de esta de objeto en sujeto. Insisto: el objetivo de Santucho no era el partido como fin, sino el instrumento de la expresión de la determinación subjetiva de la clase obrera. 

 
Siempre en esta lógica, los intelectuales aportarían efectivamente la «teoría», la cual consiste en saberes (saber no es sinónimo de pensar) de la praxis histórica elaborando categorías conceptuales como «guía para la acción», pero los obreros aportarían, además de la consabida «practica objetiva» (permítaseme esta irónica redundancia) fundamentalmente la subjetividad en forma de nueva praxis política. La confluencia de estos dos elementos conformarían el militante, el cual, dentro del partido «pierde» su identidad como obrero o intelectual para una mutua elevación y nueva identidad como sujetos revolucionarios: El «hombre nuevo» en autoformación colectiva. Esta «perdida» es a la vez condición indispensable para el paso a hombres libres, pues la primera condición de libertad es la eliminación del divorcio entre el trabajo intelectual y el manual. Solo de esta reconciliación puede salir el pensamiento,la accionó, la vida integral. Es verdad que esto ultimo no solo no fue entendido y explicado así, ni siquiera por el propio Santucho, y por el contrario, frecuentemente aparecía como un ingenuo obrerismo o un irritante y estrecho antiintelectualismo que despilfarraba enormes recursos mandando a escritores o artistas a repartir volantes o pintar paredes. Sin embargo, contradictoriamente, se desprende en forma elocuente de la persistencia de Santucho en la formación del militante multilateral (todos estábamos obligados a pensar en toda la problemática de la revolución aun cumpliendo tareas más o menos especializadas) sus enojos cuando alguien pretendiera lavarse las manos porque tal asunto «no era su mesa» y su insistencia en «llenar de obreros» los órganos dirigentes del partido, para que impregnaran a los mismos con los «puntos de vista de clase». Asimismo en su negación a que los intelectuales elaboraran desde gabinetes estancos donde se reproduce el saber pero se burocratiza el pensamiento. 

Sin embargo en esta necesaria «perdida» puede estar una de las pistas esenciales para la recreación del pensamiento emancipador. Porque de algún modo el militante pasaba a ser un hombre libre en la medida que dejara de ser obrero (independientemente si continuaba trabajando en la fabrica o no) pero la clase no se emancipaba porque la supuesta praxis política pasaba por otro lado. En rigor, en tanto clase asalariada, en tanto vigencia de la ley del valor, la praxis política pasaba por el mejoramiento máximo de sus condiciones dentro de la sociedad capitalista o del «capitalismo de estado» de aquel llamado socialismo real. Esta distancia, es decir, este espacio de libertad entre el obrero-intelectual militante y los demás, explica en parte porque que el PRT poseía una notable capacidad para «extraer» obreros de las fabricas y una enorme impotencia para «llevar» el Partido a las mismas. 

En consecuencia, y como se vio claramente en 1973, el PRT no tuvo «política» para aquel giro de los acontecimientos nacionales. Y en el fondo no podía tenerla. No podía tener otra política que no fuera la que tenía. Esta era: el cambio radical de la sociedad. Otra política, cualquiera fuera y por «justa» que fuere significaba un retroceso en el carácter de sujeto autónomo de la clase obrera.(Sin dudas aun que dentro de esa política hubo errores muy serios, pero es otro tema)
Esta es la gran contradicción que Santucho y el PRT no pudimos resolver (y que nadie pudo resolver ) y en la que se encuadra toda la problemática del marxismo revolucionario desde la Comuna de París hasta nuestros días. 

Sin embargo, la experiencia del PRT de Santucho, no solo es insoslayable, sino que, en su pequeñez y corto tiempo, se concentro uno de los nudos esenciales a desatar para recomponer un pensamiento transformador. Pero no en el terreno de la estrategias y métodos de lucha, las cuales son circunstanciales, sino en el ámbito perenne del sujeto autónomo. Santucho no invento el Partido, ni la teoría del poder, ni la estrategia de lucha armada. Santucho impulso un estilo (la determinación) en la prosecución de esos objetivos que implicaron un enriquecimiento en relación con el sujeto. Y este es el problema de hoy cuando se habla de «una nueva forma de hacer política». 

En efecto, Santucho usaba el vocablo «determinación» no solo en su segunda acepción semántica (osadía, audacia) sino principalmente en su versión filosófica sartriana del acto de voluntad. La determinación, para Santucho era el acto de tomar partido: la decisión. No recuerdo que este concepto haya sido desarrollado en forma explícita en los materiales del PRT_ERP, pero fue muy discutido en la sesiones del Buro Político en las coyunturas decisivas (a juicio del PRT_ERP) entre 1973 y 1976.

El concepto es bien conocido en el arte militar. Todo buen general, sabe que, una vez desarrollada la estrategia y la táctica, el destino de la batalla lo define la determinación, formidable energía de la subjetividad, multiplicadora de los recursos materiales. 

Por eso para Santucho lo esencial del partido no era su organización en el sentido «administrativo» del termino, sino su capacidad de determinación que debía expresar la determinación atribuida a la clase obrera en los momentos decisivos. 

Pero lo notable y lo vigente, es que este concepto en Santucho no era una simple idea, sino que él era la determinación en persona o la personalización de la determinación. La determinación = deliberación - determinación - ejecución lo atravesaba como una pasión. Por eso, convencido que en la Argentina estaba planteada la cuestión del poder, construyó un partido desde el «tronco carcomido de Palabra Obrera», seleccionando no a los de más «labia» o los más sabedores ni a los más capaces de trazar estrategias, balancear correlaciones de fuerzas, condiciones objetivas y subjetivas y todo tipo de categorizaciones de la teoría, incluso de la experiencia, sino a aquellos en los cuales veía marcada la determinación. Y desde luego, no existe un «determinómetro» para medir este rasgo subjetivo, por lo tanto el margen de error es grande como grande es la apuesta a la revolución.

He tratado de sintetizar en pocas líneas lo que, como puede percibirse, no eran simples acciones, actos de heroísmo, geniales visiones, pueriles ultradas o mezquinos sectarismos, sino estructuras lógicas sólidas que apuntaban a problemas muy profundos del devenir social. Hoy aquellas estrategias de poder y sus instrumentos, los cuales se habían deducido de la visión determinista de la historia y de la seguridad de un progreso garantizado por la supuesta: ley objetiva y evidente producto paradigmático de la civilización industrial, pueden cuestionarse,deben cuestionarse, y enfrentar el desafío del presente pos - industrial con sus aporias e incertidumbres.Pero hacerlo desde la base del rescate de la profunda determinación subversiva frente a la excusa de los «fatalismos», sean estos históricos o geográficos. Porque las estrategias, las tácticas, y los métodos cambian con los cambios de la realidad, pero la accionó subjetiva, el sujeto, ese gran «descubrimiento» supuestamente «objetivo» de la Modernidad, había existido con Espartaco, hubo existido con los Macabeos, existía con Cuauthemoc, existió con el Che, ha existido con Santucho y los setentistas, existe, existirá y habrá de existir en la rebeldía, no como «ley objetiva», como clase predeterminada por la historia, sino como determinación.
  

"El error del ERP fue continuar la lucha armada luego de las elecciones de 1973" 

Julio Carreras (h) es más conocido como escritor y periodista que como militante político. Sin embargo estuvo preso 7 años durante la dictadura militar argentina, debido a su militancia en el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) una organización que impulsaba la lucha armada para obtener el socialismo. Pese a que la mayor parte de su militancia se desarrolló en Córdoba, como periodista en diarios y revistas de Izquierda, hemos enfocado las preguntas principalmente sobre una realidad que también el escritor conocía mucho: la de Santiago del Estero, poco analizada hasta hoy.  

Pregunta: ¿Cómo fue tu juventud en Santiago y por ende, tus inicios hacia la política?

Respuesta: Mis comienzos han estado relacionados con las ideas revolucionarias del peronismo puesto que, tanto mi abuelo como mi padre han sido militantes peronistas y la conciencia política, de alguna manera vaga para mí, comienza alrededor de los cinco años, en 1955, cuando sucede el golpe en contra del gobierno de Perón. Allí lo veo a mi tío, un militante peronista que andaba escondido. A él le llevaba la comida que mi abuela le mandaba a una casa dónde estaba escondido. Me acuerdo claramente como me impresiona mi tío, uno de ésos días, cuando al dejarle la comida tenía un revolver sobre la mesa, una pistola calibre 38 largo, era imponente. Sin embargo, mi tío después niega que estuviera armado en la actualidad. Yo creo que eso forma parte del miedo retrospectivo que nos lleva a negar nuestra propia militancia o como sería el caso de Uriondo también, quién le negó una entrevista a un amigo mío, a Juan Manuel Aragón. Se escondió y nunca le pudo preguntar sobre su participación en los Uturuncos; Uriondo niega su participación en los Uturuncos porque ahora es un hombre del sistema y sin embargo para mí, que era un chico de 6 o 7 años, Uriondo era como un ejemplo, un personaje heroico, yo lo recuerdo claramente; a lo mejor es un poco exagerado por la imaginación, yo lo recuerdo porque mi tío y todos los peronistas de aquellos tiempos como López Bustos, Abdulajad y mi viejo también, anduvieron tratando de conseguir la libertad de los Uturuncos que estaban presos, y en el ámbito familiar hablando bien de la guerrilla peronista como los llamaban ellos. Así que éstos son los primeros esbozos de conciencia política que hacia la adolescencia se fue perfilando más bien como un nacionalismo de derecha porque mi abuelo era un hombre con ideas conservadoras -no en el sentido liberal sino en el sentido de ser un patriota cuyo libro de cabecera era el Martín Fierro, cuya raza privilegiada era el gaucho, mezcla de hispano con aborigen y que hacía un culto al amor por la patria. Admiraba al nazismo, por ejemplo, o al fascismo pero principalmente al nazismo nada más porque había sido un aliado del país en contra de los intereses norteamericanos e ingleses. O sea que no lo veía con un sentido de movimiento antisionista o imperialista, como en realidad fue el nazismo sino como el aliado natural que tuvieron los movimientos nacionalistas e independentistas latinoamericanos en contra de su principal opresor, y así por eso también, después mis tíos veían a la U.R.S.S. con simpatía no porque fueran comunistas sino porque era un aliado en contra de los norteamericanos. El verdadero peronista que en ése tiempo existía y que todavía existe, nada más que ahora mienten mucho, dirigentes peronistas que se han transformado o aggiornado, el verdadero peronista, digo, era un hombre nacionalista y socialista al mismo tiempo, un tipo de socialismo dentro de un capitalismo moderado y esto era lo que sustentaba aproximadamente mi familia. Nunca habían sido ni marxistas ni un socialistas, pero no hace falta ser un marxista para ser un revolucionario. Por entonces López Bustos junto con Abdulajad eran los que mantenían viva la llama del peronismo en Santiago, cuando muchos otros que después han sido funcionarios y gobernantes estaban con duda o directamente se habían borrado de la militancia . En esa infancia y adolescencia yo conocí a todos lo dirigentes peronistas de Santiago y de otras provincias, conocí también a José Alonso, a Vandor si bien no hablé con ellos -yo era un niño-, fui a las movilizaciones donde mis tíos me llevaban y hablaban ellos. Sobre todo, cuando hubo conflictos, aquí en Santiago, con los maestros que hacían movilizaciones en contra del plan CONINTES en la época de Frondizi. Esa fue la raíz de mi pensamiento político. 

Preg.: En ese momento Carlos A. Juárez qué papel jugaba si es que jugaba realmente y qué posición empezó a adoptar... 

Resp.: Yo recuerdo vagamente -vale repetir que era casi un niño, tenía 12 años cuando los milicos lo voltearon también a Frondizi, en 1962-pero lo que tengo en claro es que Juárez intentó hacer un movimiento por fuera de la línea del peronismo siguiendo la línea de Vandor, él fue uno de los dirigentes peronistas que quiso presentarse a las elecciones de 1963. Intentó con Sapag, Bittel y Vandor hacer un peronismo sin Perón; eso le costó que muchas organizaciones como la 62 organizaciones lo declararan persona no grata y se alejaran de él (esto me lo contó Cárdenas, un dirigente sindical que luego fue vicegobernador de Juárez). Con mucha habilidad y con inteligencia también, me parece que logró reinsertarse en la sociedad porque en los 70 ya estaba de nuevo integrado, aunque después fue por líneas separadas con el peronismo institucional y las organizaciones revolucionarias. En las elecciones del regreso de Perón, Juárez fue a elecciones con el lema de la Democracia Cristiana, aliada con el Partido Comunista, en contra del peronismo, y ganó. Por eso es que Cerro fue senador, o diputado, no recuerdo bien, ese fue el negocio de Cerro, alquilarle el partido a Juárez a cambio de algunos puestos -porque si iban solos la Democracia Cristiana y el Partido Comunista juntos no sacaban ni para un concejal.  

Preg. : Cómo se vivían las luchas de los estudiantes en el 69 y 71, en Santiago...

Resp.: En Santiago no tenían gran repercusión; aquí había entrado la provincia en una etapa de cierta anestesia política. Yo era un chico de clase media que quería ser un niño bien argentino, un chico de aquellos que se peinaban a la gomina, que admiraban al gaucho porque era una onda sustentada por una parte de las clases dominantes en la Argentina, también porque cultivaba un antiimperialismo más bien de derecha en lo que se refiere a las costumbres, por lo tanto era un anticomunista. Para mí el comunismo era una fuerza oscura, rara, de individuos complejos y exóticos, que fumaban en pipa y asumían actitudes presuntuosas. Así me parecían los pocos miembros del Partido Comunista que había llegado a conocer algo porque eran amigos de mi papá. Entonces cuando surge el gobierno de Onganía creo que a todos los que tenemos una raíz nacionalista nos pasa lo mismo, mi padre por ejemplo en la época de Onganía -que aquí ponen como gobernador a un general, Uriondo, pariente del otro Uriondo que fue Uturunco, ponen como ministro de gobierno a un Tte. Coronel Cáceres que era amigo de mi papá, a éste lo designan funcionario del gobierno; ellos hacen una hábil diplomacia política con respecto al peronismo prometiéndole participación y prácticamente en Santiago lo neutralizan por completo. Los sectores de izquierda por entonces eran muy pequeños -aunque en un par de años crecerían como hongos-; los únicos que se solidarizaban y lograban algún tipo de apoyo en conjunto con los movimientos estudiantiles eran estos sectores de izquierda; pero eran muy pequeños, así que desde el punto de vista colectivo pasaban casi desapercibidas aquí las movilizaciones nacionales y más aún otras como las del Mayo Francés. No para mí, a mí me impactó mucho El Cordobazo, por ejemplo, y me hizo pensar. Porque yo venía ya desde los 16 0 17 años en un proceso de reflexión, empezando por la guerra de Biafra que se da en el año 1967 aproximadamente, lo que se estaba empezando a conocer sobre la guerra de Vietnam todo eso va haciéndome reflexionar y ya venía con una creciente radicalización aunque era muy suave. Como te digo mi padre leía mucho, tenía amigos de gran nivel intelectual, como el Dr. Acuña, el Lic. Pedro Luna o el gran pintor Alfredo Gogna, con ellos discutía con frecuencia sobre política y yo escuchaba. También por esos tiempos salió la revista Planeta -que aunque con cierta pereza empecé a leer cada vez más. Era una revista hecha por un marxista y un católico franceses, los mismos autores de El Retorno de los Brujos. Allí se abría un panorama muy amplio donde se incluía por cierto las movilizaciones juveniles, los grandes movimientos culturales de ruptura que se iniciaban, Vietnam... 
 
Preg.: Digamos que los hechos internacionales tienen mucho que ver en el pensamiento de una generación, puesto que como vos dices Vietnam, Biafra, el Mayo Francés son de alguna manera los referentes a nivel internacional con los cuales la juventud va tener como hitos. Ahora bien, tu decisión hacia la militancia política a qué se debe y cuándo se produce, porque tengamos en cuenta también que durante ése período, finales de los 60 y principios de los 70, otra parte de la juventud estuvo volcada al rock; porque recordemos que desde 1966 al 1970 se dio en EE.UU. todo un movimiento social que fue el movimiento Hippie, que indudablemente no pasó desapercibido en ésta parte del continente, incluso aquí dicho movimiento tuvo sus adherentes. Entonces podemos encontrar a dos tipos de adolescentes que enfocan o que tratan de dar respuestas de diferentes ángulos. Uno desde la vertiente de la cultura y el otro desde lo político. Cómo ves vos el tema de los adolescentes y por ende cuándo fue el momento en el que optaste por la vertiente política.

Resp.: Bueno a mí se me dio una situación privilegiada porque cuando aparecen los Beatles yo tenía 14 años más o menos, vivía como te digo en el seno de una familia que tenía una militancia política pero también leía mucho. Mi padre compraba todas, aunque suene exagerado, todas las publicaciones que salían. Esto te da una idea del poder adquisitivo, puesto que él era un empleado público que tenía dos puestos, pero con sueldos normales. Trabajaba en ese tiempo en Salud Pública como simple oficinista y por la tarde, trabajaba en la casa Spaini llevando la contabilidad; con eso mi padre pudo comprar todas las revistas del momento, incluso brasileñas, como una que recuerdo bien: O´Cruzeiro. Que tenía un página de chistes, muy simpática y bien hecha, perdoná la digresión, que se llamaba "El amigo de la onÇa", muy graciosa y bien dibujada (también yo dibujaba historietas). Así es que tenía acceso a un material de primera mano. Por otra parte, cuando tenía 14 años, también estaba en la vertiente del rock puesto que tocaba la guitarra eléctrica. Yo desde los 14 años empecé a trabajar como músico, no a tocar por Hobbie sino ganar plata con la música. La escuela me parecía estúpida y estéril, incluso mi propio padre, tiene parte de culpa en eso, porque él vivía diciendo que los sistemas educacionales eran caducos, que no se enseñaba nada, que aparte todo era mentira, tanto desde el punto de vista histórico como de la supuesta democracia que proclamaban los radicales de Illia, ya que en un país donde estaba proscrito el movimiento mayoritario era absurdo hablar de democracia. La politización para mí vino en tres etapas. El primer golpe fuerte que recibí fue a los 18 años cuando en la TV, que era nueva en Santiago, en un noticiero, vi la guerra de Biafra, vi la miseria en que vivían los pueblos africanos. Recuerdo claramente esa noche. De repente en el televisor apareció un niño que era imposible, no podía haber en el mundo alguien tan desnutrido, con tanta desolación en los ojos, con la pancita hinchada por el hambre, y el cuerpo arrugado como el de un viejo, a pesar que no debía de tener más de siete u ocho años. Entonces eso me chocó muchísimo, y yo que era un chango gordo, lleno de comodidades, repantigado en un cómodo sillón frente al televisor me puse a llorar, me salieron las lágrimas solas y me sentí lleno de vergüenza y dije "yo tengo que hacer algo". No sabía entonces qué, pero me dije no puedo ir a las reuniones de la acción católica y misas todos los días solamente para encontrarme con los boludos y las minitas del centro, aquí hay problemas más importantes para un cristiano. Y empecé a tomar conciencia de la pobreza en mi propia provincia por lo tanto pensé que mi ubicación debía estar al lado de ésa gente como cristiano, aunque por esos tiempos aún no se me presentaba muy claramente la noción de la lucha armada. Es cierto que había ocurrido la muerte del Ché en Bolivia, y me había conmovido mucho eso. Recuerdo que yo pensé en el acto, cuando lo vi al Ché tendido con los ojos abiertos, luego de ser asesinado, pensé "pero es la misma cara que tenía Jesús" (en un cuadro del Tintoretto, creo). Eso y que el Ché era argentino. Me sentía muy orgulloso de que alguien tan generoso y grande fuera argentino. El segundo choque fue el cordobazo, cuyas imágenes las ví por TV y me dio otra opción, si bien no lo procesé en el acto pero me quedó grabado en la mente y después cuando entré al servicio militar actuó como el segundo de dos factores. Yo por una cuestión familiar tenía mucha simpatía por lo militar. Un oficial del ejército que me probó verdugueándome mucho y era evidente que me observaba desde que entré a la colimba, un día al ver mi resistencia física y agilidad mental me dijo que yo tenía "madera de militar", así me dijo, que termine el bachillerato -pues no lo había terminado-y siguiera la carrera de oficial. Ese militar era un Tte. Coronel al cual habían dado de baja por peronista y después dieron trabajo de nuevo, yo me hice amigo de él, lo visitaba aún luego de terminar el servicio militar, lo visitaba con mi novia, Clara, quien era una chica muy hermosa y sensible, junto con quien andábamos buscando la manera de hacer algo muy grande por nuestra patria, a la que sentíamos tan intensamente dentro de nosotros. Conversábamos bastante sobre política con este militar, pero yo ya me estaba yendo hacia la izquierda y a él lo asustaba esa posición mía. Una de las cosas que me contó, durante una de estas visitas con Clara, fue su nuevo alejamiento del ejército porque no lo había querido torturar a Robi Santucho cuando lo detuvieron, aquí en Santiago. Paradójicamente mi posición definitiva hacia finales del año 71 vino a través de la admiración que empecé a sentir hacia los revolucionarios negros de los EE.UU. y por la lectura de un libro que llegó a ser la piedra angular de mi ideología: el libro se llamaba Alma encadenada de Eldridge Cleaver. Este era un dirigente político negro que en la cárcel había conocido a los seguidores de Malcom X y a través de sus seguidores, cuando salió de la cárcel junto con otros compañeros de militancia musulmana, orgullosos de su raza, fundó el partido "Pantera Negra". Para entonces Eldridge Cleaver ya había leído Lenin y al Ché Guevara, entonces el partido fue revolucionario y propenso a la lucha armada. Este partido fue una respuesta, porque ellos planteaban que la única forma de luchar a favor de los oprimidos, que eran los negros, era a través del marxismo-leninismo que indicaba un camino correcto para la organización de la sociedad y la resistencia. Con esto ya se perfilaba emocionalmente cual iba a ser mi decisión.

Preg.: Para el año 71 las organizaciones armadas ya habían salido a la luz, en Santiago cual de las dos tuvo más peso, teniendo en cuenta que Santucho era el fundador de una de ellas.

Resp.: Aquí en Santiago hay dos aspectos de la cuestión: desde el punto de vista de lo que es una organización armada el ERP era mucho más poderoso que Montoneros...

               Testimonio: Una revisión necesaria

...Los Santucho son por lo general parcos, reflexivos, metódicos. Roby era brillante, hiperactivo, apasionado: estas características lo convirtieron en el "niño mimado" de la familia. Francisco René era parco, metódico... y extremadamente generoso, humilde, autocrítico. Tengo para mí que fue cediendo palmo a palmo ante su fogoso hermano como lo puede hacer un padre amante ante un hijo pródigo y talentoso (aunque en el fondo no esté de acuerdo con elementos esenciales de algunos de sus actos). Pero eso no se manifestó en la vida pública de ambos (es decir, el funcionamiento interno del Partido) donde todos los Santucho que militaron acataban a rajatabla la disciplina militar de la Organización.
 
..Lo que sí percibí, por el diálogo, el afecto, la solidaridad personal que me unía con FR, es un sentimiento de congoja, desazón, un poco de cansancio, por lo que interpreté (yo interpreté, no me lo dijo él) que su relegación a tareas relativamente secundarias era algo muy injusto que a la vez lo deprimía. También es cierto que Francisco René se ocupaba de muchísimas tareas en la ciudad de Tucumán, pues en aquél tiempo ningún militante (menos los de dirección) efectuaba únicamente tareas específicas, sino debía ser al mismo tiempo un obrero, un agitador barrial, así como ocuparse de las tareas del hogar y si tenía compañera cocinar, lavar platos, lavar pañales, pues se consideraba eso parte de la disciplina antimachista y revolucionaria que debíamos efectuar para construir "hombres nuevos", comenzando por nosotros mismos. El Negro (FR) no tenía a su compañera consigo, pero estoy seguro que vivía "en equipo" (en ese tiempo todos vivíamos así) con otros compañeros y compañeras, por lo cual estoy seguro de que también emprendía tales tareas.

...Sin duda Francisco René estaba entre los mejores marxistas leninistas que había en el Partido, pues evidentemente él cuando emprendía algo buscaba llevarlo hasta la máxima perfección y compromiso con lo que decidía hacer. Todos aceptábamos el marxismo leninismo -incluyéndome, como lo sigo haciendo hoy: no he dicho para nada que repudie al marxismo leninismo, por el contrario. Para ilustrar esto puedo esgrimir varios artículos publicados en diferentes medios, pero sólo transcribiré fragmentos de uno más o menos reciente, publicado en el periódico La Verdad (de las Madres del Dolor):
 

[...]"La primera vez que Lenin subió a un improvisado palco para dirigirse a la inmensa multitud que había tomado Rusia, aquello debe de haberle parecido un hermoso sueño. Hasta algunas horas atrás, era un pobre desterrado; su vida con su familia había transcurrido subsistiendo en miserables pensiones europeas, con el riesgo de ser asesinado en cualquier momento por la pervertida policía secreta del imperio. Un hombre para el cual desde el espantoso linchamiento de su querido hermano, presenciado siendo un niño, casi todo había sido sufrimiento, privaciones económicas, zozobra espiritual. Decidido a tomar la antorcha de ese hermano amado, en quien los asesinos habían castigado su militancia socialista, Lenin adoptó la lucha por esa utopía como la razón de su vida. Y fue premiado con el maravilloso triunfo que convirtió a su país en la primera nación socialista del mundo."

[...]"La monstruosa estampida, planificada hasta en sus últimos detalles por el imperialismo capitalista, levantó como uno de sus sonsonetes más caros el supuesto "arcaísmo" de las ideas socialistas, "demostrada" según sus ideólogos por «el fracaso de la Unión Soviética».

"Que esta es una rústica mentira queda en evidencia sólo con mirar las estadísticas del producto interno del inmenso territorio ruso durante el zarismo junto a las de ese mismo país en los años 50. O comparar la realidad miserable de los millones de andrajosos habitantes de principios de siglo, con la ordenada participación en los miles de obreros en las gigantescas estructuras productivas gestionadas colectivamente en las ciudades y el campo. Gracias al socialismo -aún imperfecto- la Unión Soviética había logrado convertirse en la segunda potencia mundial, muy adelante de Japón, Inglaterra, Canadá o Alemania. Sólo EEUU estaba delante de ella, en los años 50... debido a los incalificables crímenes cometidos sobre Japón con sus bombas infernales y a su manipulación infrahumana de la guerra, permitiendo que Europa cayera en la peor carnicería para convertir a sus países en rehenes de la banca sionista norteamericana. 

"Decir hoy que el socialismo "ha demostrado su fracaso" porque una burocracia corrupta lo haya malogrado en Rusia, es como sostener que el matrimonio se convirtió en una institución inviable porque algún esquizofrénico haya asesinado a su esposa y sus hijos." 

"Cuba es hoy el país más avanzado del mundo. Su sistema es un faro para la humanidad, como lo fue desde que a mediados del siglo XX tomaran el poder ese puñado de gloriosos idealistas conducidos por Fidel Castro y nuestro querido hermano Ernesto Ché Guevara.

"Las estupideces intentando probar que Cuba es un fracaso, señalando su humildad económica, son tan válidas como decir que Soros es para la humanidad un modelo mejor que San Francisco de Asís.

"La espantosa calamidad que agitan sobre el mundo los salvajes -quienes llevan como mascarón horrendo a George W. Bush- es el resultado de haberse convertido el capitalismo en un cáncer. Como tal debe ser extirpado en un periodo próximo, so pena de convertirse de otro modo en el destructor del planeta.

"Muerto a finales del siglo XIX, este sistema superado por sus propios mecanismos sociales, ha logrado mantenerse en vigencia sólo por el perverso ejercicio del crimen, la estafa, la mentira convertida en razón de estado. Inyectándole elementos artificiales, han convertido al cadáver putrefacto del capitalismo en una horrenda anomalía gobernante, igual que los tom-tom macutes del macumbero haitiano Duvalier.

"El socialismo ha resucitado en el inconsciente colectivo de toda la humanidad, hoy. Con Cuba llevando su luminosa bandera a la vanguardia, es la única posibilidad sensata para que nuestra especie siga evolucionando, hacia realidades cada vez superiores y más felices... como lo ha venido haciendo, hasta ahora, desde sus orígenes."


Entonces, el marxismo sigue siendo para mi criterio la herramienta más eficaz que existe para analizar la realidad, en sus aspectos social e histórico. Lejos de mis intenciones está el intentar desautorizarlo. Sí digo que muchos convierten al marxismo (siempre incomprendido por ellos) en un resumen sectario que termina por aislarlos de la realidad que dicen interpretar.

Es cierto que lo mismo sucede con los cristianos (generalmente con peores consecuencias). ¿Por qué me atribuyes el no repudiarlo? Por el contrario, los repudio en primer lugar, porque la mayor parte de esos "cristianos" (en realidad no lo son, como los fanaticos fundamentalistas tampoco son verdaderos marxistas), esos pseudocristianos suelen disponer de grandes segmentos de poder (a veces de todo el poder, como el generalísimo Francisco Franco). Repudio en primer lugar las acciones del papa Juan Pablo II, a quien jamás consideré un lider cristiano, sino un vil agente del imperialismo internacional. Lo hice también por medio de artículos publicados, por ejemplo, "Carta abierta a la iglesia argentina"...

Ni golpe ni elección

Vamos ahora a la etapa que considero clave para el problema que discutimos. La del interregno democrático del presidente Cámpora, y los meses inmediatamente previos y posteriores. Cuando nos preparábamos para las elecciones yo era militante de base del ERP en Santiago del Estero, en un equipo integrado por Mario Giribaldi, Juan Mignani, la compañera de Mario (una chica de La Banda, excelente compañera, cuyo nombre no recuerdo) y María Rosa Di Chiara. Mario era responsable político, yo militar. La dirección del Partido bajó instrucciones precisas que para la "farsa burguesa" que se avecinaba, nuestra consigna debía ser "Ni golpe ni elección: Revolución". Tomando para esta circunstancia una consigna ultraizquierdista de los grupos más sectarios y pequeños de la Universidad, como Espartaco o el FAUDI, de raíz trotskista (que compartíamos por entonces, ya que el PRT formaba parte de la IV Internacional).

Pronto -hacia enero de 1973- empezó a cambiar la postura partidaria, lo cual se comunicaba en Boletines Internos (BI) y los editoriales de El Combatiente, así como en la "prensa legal" (Posición y Nuevo Hombre). Pues se analizaba la posibilidad de un frente amplio (es decir, entre sectores revolucionarios) para participar de las elecciones, pues era impresionante el crecimiento de nuestro partido entre el pueblo, al punto de que cada semana se verificaban nuevas incorporaciones o sectores políticos interesados en aliarse con el PRT, especialmente en las regionales Córdoba, Tucumán y Buenos Aires. Había mucho entusiasmo entre los compañeros. Extraoficialmente, se conversaba de que el Partido le había propuesto a Agustín Tosco la candidatura a presidente, llevando como vicepresidente a Armando Jaime, un peronista revolucionario de Salta. Esta propuesta evoluciona y desde el Partido se lanza una orden general que lleva a extraordinarios esfuerzos para conformar un Frente Popular con miras a participar en las elecciones: ya es demasiado tarde, estamos en febrero, faltan menos de 30 días para la votación. No se logran acuerdos de importancia con otros sectores, Tosco prefiere no comprometerse con algo que parece muy improvisado... a la postre, el Partido termina dejando a sus militantes en libertad para votar a conciencia, por quien le parezca mejor. Pero reparte unas calcomanías -del ERP- y unos volantecitos a color, con la bandera del ERP y algunas consignas. Se instruye en los equipos para que pongamos esos volantecitos en el sobre y los depositemos en las urnas, a manera de "encuesta", para ver cuántos están dispuestos a votar al ERP. 

El 11 de marzo de 1973 voté a Cámpora. "Que me perdonen los compañeros" -pensé- pero yo era la primera vez que votaba (me había criado prácticamente bajo dictaduras militares) y no iba a tirar, a los 22 años, mi voto poniendo estampitas en las urnas, aunque fuesen de una estrella roja.

La situación general desató intensas discusiones en el Partido, que además sufría otros profundos desgarramientos, como su separación de la IV Internacional bajo durísimas acusaciones mutuas, y la escisión del ERP 22 de Agosto, grupo de compañeros conducidos por cuadros del PRT, como el Gallego Fernández Palmeiro o Vicente Zito Lema, que consideraban lo correcto aliarse con el peronismo, en esta circunstancia, y votar a Cámpora. 

Nosotros estábamos indecisos (me refiero a uno u otro compañero o compañera que conversábamos amigablemente aquí o allá, sin atrevernos a plantear nuestras dudas abiertamente, pues nos considerábamos "perejiles" o cuadros menores). Ya en el periodo democrático se produce el desastre del Comando Sanidad (junio de 1973) y el inesperado copamiento del Regimiento de Azul, enero de 1974, que agudizan las contradicciones tanto en el seno de la sociedad como entre nosotros mismos. Quien era mi novia en ese entonces fue luego mi esposa y sigue siéndolo hasta hoy; me acompañó en la cárcel y la posterior continuidad de una vida en común. Es una cordobesa, con quien discutíamos este asunto: ella puede testimoniar la furia con que recibí ambas acciones del ERP, diciéndole "Estos estúpidos -aunque sean nuestros compañeros- ¿No se dan cuenta que estamos creciendo extraordinariamente entre las masas, y con eso le dan argumentos al enemigo para que nos aniquilen?". Pues bien, para ir al tema central del debate, mencionaré una conversación a solas con Francisco René Santucho, una noche de Enero de 1974, en una plazoleta que hay al lado de la Terminal de Córdoba, en un banco de cemento, a las once menos diez, mientras lo acompañaba a esperar el colectivo que debía llevarlo de regreso a Tucumán. Allí fue donde expuse mi profunda disconformidad con la línea partidaria que impulsaba acciones armadas de gran envergadura y alto riesgo, cuando el momento político que vivíamos, a todas luces, alentaba a poner todos los esfuerzos en el desarrollo y consolidación de una estructura de masas (el "agua" de los vietnamitas) que nos permitiera volver, cuando fuese necesario, a combatir en la clandestinidad pero con gran inserción nacional en todos los sectores de nuestro pueblo, lo cual dotaría al Partido de infinitos recursos para tener éxito en su lucha revolucionaria. El me dijo coincidir con ese análisis. Entonces le pregunté, respetuosamente, dado su lugar en la Dirección del Partido, por qué no planteaba él esos cuestionamientos. Textualmente me contestó: "No nos van a dar bola. Estamos en minoría". 

 
No puedo decir más que eso. Fue la última vez que lo vi. La guerra se intensificaba. En mayo de 1974 allanaron la revista Posición, donde trabajaba, y nos detuvieron por 48 horas a Rodolfo Mattarollo, Nelso del Vechio y a mí. En agosto de 1974, mi concuñado, José Luis Boscarol, médico y uno de los jefes del ERP en Córdoba, murió en combate con una patrulla policial, poco después de copar el cuartel militar de Villa María. Su esposa -hermana de Gloria, mi compañera- obviamente no podía retirar el cadáver, por lo cual decidimos ir nosotros a hacerlo. De nuevo nos meten presos. Increíblemente (Córdoba era un batifondo tremendo, había combates a cada rato), nos sueltan dos días después, pero una semana más tarde lanzan el pedido de captura para ambos. Desde entonces no podemos detenernos mucho en ningún lugar, y luego de pasar por varias casas de Córdoba y Santiago, debimos alejarnos lo más que pudiéramos de esos lugares donde nos buscaban para liquidarnos. 1975 me tomó en San Francisco de Córdoba, donde trabajé primero como albañil, luego como encargado de personal en una gran fábrica metalúrgica, efectuando las agotadoras tareas del Partido y el ERP además, hasta que nos capturaron -a mi esposa, mi hijita Anahí de 5 meses y a mí-, el 13 de enero de 1976.

En el invierno de 1977 llevaron a Sierra Chica un compañero del ERP que había sido responsable militar de una zona de Tucumán. Le pregunté si sabía algo de mi amigo. Me miró en silencio por un instante. ¿No te habías enterado? Me dijo. No, contesté. Lo han secuestrado. Algunos compañeros dicen que lo han visto con vida, por última vez, en "La Escuelita" de Famaillá. Estaba muy torturado.

Hablábamos de Francisco René (el Negro) Santucho, fundador del FRIP y por entonces -según me dijo el compañero- Responsable del Area Legal del PRT en la ciudad de Tucumán.

No había experiencia ni voluntad de acción política pública

Volviendo al periodo peronista antes del golpe, el crecimiento del PRT y sus simpatizantes, que se canalizaba a través del FAS, sigue de un modo extraordinario. En todos los barrios -especialmente los más humildes- se movilizaban cantidades de gente en acciones solidarias, cooperativas, asociaciones vecinales, etcétera, liderados por compañeros. Pero también seguían los combates y acciones militares de gran envergadura, algunos muy exitosos como el de Villa María, otros desafortunados, como el de Catamarca. Aunque sin que haya una relación directa, pero en tal contexto se incrementan de un modo brutal las acciones de represalia por parte de las "Tripe A" y el "Comando Libertadores de América" (su versión cordobesa). Recuerdo no sin espanto que una mañana me levanté, salí de la pensión donde por entonces nos alojábamos con mi esposa, en un barrio de Córdoba (era un viernes), y en la portada de los diarios vi: 44 muertos durante esta semana. ¡44 muertos en manos de los parapoliciales! Y, ¿quiénes eran sus víctimas? Esos dirigentes vecinales, sindicales, villeros, que nosotros estábamos reclutando para la actividad política legal de nuestro partido. Estaban a mano, pues a diferencia de nosotros, no poseían armamento ni instrucción militar, ni sistemas de comunicación rápida que les permitiera eludir las acciones depredadoras repentinas del enemigo. Esto me desasosegaba (creo que a todos) cada vez más. No tenía mucho tiempo para pensarlo, sin embargo. Muy pronto, a principios de 1975, el PRT decretó nuevamente el abandono virtual del trabajo político público, y se concentró estrictamente en el fortalecimiento del aparato interno. Ello a través de Escuelas de Cuadros, prácticas clandestinas, etcétera. 

De tal manera nos deslizamos con gran sigilo durante meses muy intensos, hasta que... de repente, hacia fines de 1975... ¡otra vez salió una orden de la dirección invitando a una "tregua" a las fuerzas enemigas, y llamando a los militantes para establecer vínculos democráticos con todos los sectores políticos!... Debíamos esforzarnos en realizar reuniones con "todos los sectores democráticos", para "solicitar al gobierno una Asamblea Constituyente". Esta decisión (que según mi criterio se debía a que nos estaban diezmando aceleradamente) no tuvo gran eco. Me recuerdo haciendo el ridículo durante una reunión efectuada en San Francisco de Córdoba (cabecera del departamento San Justo) en el sindicato de la Sanidad, a la hora de la siesta, con un calor de 40 º... todos encapuchados... habíamos puesto como condición que los otros sindicalistas (de la UOM, UOCRA, etcétera, y miembros de la UCR, PC, Partido Socialista, etcétera), con quienes queríamos iniciar un "diálogo político" estuvieran encapuchados también, pues era demasiado peligroso que conocieran las caras de los militantes de un movimiento perseguido a muerte como lo éramos en ese momento. ¿Cómo podríamos llegar a acuerdos políticos profundos en esas condiciones? Fue la primera y última reunión que hicimos, creo que muchos de los dirigentes legales que aceptaron participar lo hicieron únicamente por curiosidad.  

Los jóvenes del PRT

No quiero alejarme de los ejes que marcas en tu nota, por ello expresaré lo que creo respecto de dos último puntos:

a) la resposabilidad de Roby Santucho en el desastre de Monte Chingolo.

b) Los militantes marxistas leninistas del PRT y su comparación con los militantes cristianos. 

Respecto de si Roby sabía o no que el combate de Monte Chingolo estuvo entregado, no caben dudas. Existen abundantes testimonios documentales sobre ello. No hace mucho la revista Estrella Roja -editada por uno de los grupos que pretende continuar al PRT en la actualidad- publicó la copia de un BI de aquella época, donde se expresa claramente que el Comandante Roby ordenó continuar con los planes previstos, pese a conocer que había grandes riesgos de que el enemigo los conociera, dado que había sido descubierto un infiltrado policial, quien fuera juzgado por un Tribunal Revolucionario y ejecutado en esos días. Hay varios compañeros que ocupaban puestos de dirección y ellos podrían dar testimonio irrefutable en tal sentido hoy. Me limitaré a citar textualmente un fragmento del excelente libro de Luis Mattini  sobre este asunto: 

(luego del descubrimiento del infiltrado policial)"...Por una elemental regla de seguridad Santucho y el Buró Político deberían haber "levantado" la acción planeada y el no haberlo hecho no tiene la más mínima justificación. Sólo se explica entendiendo que a esta altura estaban perdiendo totalmente la conciencia, la iniciativa y entraban en la desesperación.

  
"En sesión del Buró Político, Santucho afirmó que había hecho "un examen minucioso de los hechos [...] y del mismo se desprendía que la operación no estaría detectada". Por lo tanto insistió en llevarla a cabo para lo cual era necesario reemplazar al jefe caído (Juan Ledesma y gran parte del aparato logístico del ERP, entregados por el parapolicial). Esta cuestión no era fácil, el ERP no tenía demasiados jefes militares capaces de encarar operaciones de esa envergadura. Finalmente optó por Benito Urteaga. El personal que se emplearía serían las compañías de las regionales del Gran Buenos Aires reforzadas por un numeroso grupo que estaba acuartelado esperando para marchar al monte. Asimismo militantes del PRT que no revistaban como guerrilleros del ERP en Buenos Aires deberían colaborar para bloquear los posibles accesos a la zona del arsenal por las fuerzas represivas." 
 
 c) Durante la militancia en Santiago del Estero y en Córdoba conocí a muchas de las mejores personas que hubiese tratado en mi vida. Compañeros extraordinarios, sigo considerando hasta el día de hoy que eran lo mejor de la juventud de entonces, por talento, capacidad de trabajo, inteligencia, generosidad, imaginación. Todos ellos eran marxistas leninistas, y apenas uno o dos cristianos. De estos últimos, el que más recuerdo era un sacerdote católico, a quien llamábamos "Cura Gringo" (no podíamos conocer nuestros nombres verdaderos). Me contaron que su último destino fue en los cerros tucumanos, donde los militares de Bussi lo capturaron y, sabiendo que era cura, lo clavaron en una cruz, cabeza abajo, y lo torturaron salvajemente hasta que expiró. Eso cuando aún mi esposa Gloria y yo estábamos en libertad. 

Durante los siete años (menos dos meses) que me tocó estar en prisión, conocí a los mejores compañeros que tuve oportunidad de tratar en mi vida entera. Y los mejores de los mejores, eran los del PRT. Entre nosotros hubo un porcentaje tan mínimo de traiciones, que no sé si llegan a los dedos de las manos para contarlos entre cerca de unos dos mil compañeros del PRT presos durante ese periodo. Mientras no podemos decir lo mismo de otras organizaciones, de donde se desprendían pelotones enteros para ofrecer mayor o menor grado de colaboración a un enemigo que ya parecía omnipotente.

Mi conocimiento de la vida partidaria interna se acrecentó enormemente, y pude reconstruir grandes huecos oscuros que tenía sobre la historia del PRT, gracias al diálogo con numerosos compañeros provinientes de las diferentes regionales. Así como otros que militaron en el ERP, en la Compañía del Monte (donde estuvo también la hermana de mi esposa) en los sindicatos del Cordón Industrial de Buenos Aires, etcétera. Quiero decir con todo esto que nada me separó ni me separa de los compañeros marxistas leninistas auténticos con quienes guardé y guardo un compañerismo y afecto fraternos. Mi convicción es que tanto se puede ser marxista como cristiano, lo que importa es ser alguien que aspira a ser bueno y por lo tanto, buen revolucionario. Lo demás, se va solucionando en la práctica común, como lo hicimos entonces y ahora, durante el desarrollo de la militancia en el seno mismo de los sectores trabajadores, de los más humildes y necesitados...

 

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