4 abr 2013

La Revolución contra el racismo


Nunca como hoy se han debatido tanto en Cuba los temas del racismo de modo tan recurrente. Acuciosos investigadores, activistas, miembros de organizaciones sociales y dirigentes políticos han conformado grupos de trabajo, realizado eventos, publicado libros y promovido conmemoraciones tan trascendentales como el bicentenario de la conspiración de José Antonio Aponte y el centenario de la masacre de los Independientes de Color.

Ello se inscribe en un contexto de liberación continental, que abarca no solo las independencias políticas y económicas, sino también el respeto y la defensa de las minorías, como sujetos de derecho. Al decir del filósofo cubano Fernando Martínez Heredia: “La resistencia, la rebeldía y el proyecto de la América nuestra resultaban opuestos incluso a los fundamentos ideales burgueses de la civilización como misión patriarcal colonial de las potencias, y a su racismo ‘científico’, que eran dominantes hace un siglo en el mundo espiritual y de las ideas”.

Si tomamos por ejemplo solamente algunas de las acciones realizadas en Cuba en el último quinquenio, se hace evidente que este es un tema cuya discusión ha ido cobrando cada vez mayor fuerza y profundidad en nuestro país. En el 2008 se creó la Comisión para Celebrar el Centenario del Partido Independiente de Color (PIC). Luego de esa acción iniciática, la revista Caminos, del Centro Memorial Martin Luther King, publicó un dossier —posteriormente reproducido en Internet por La Jiribilla— para recordar la impronta dejada por el PIC y las luchas reivindicativas de negros y mulatos en la historia y la vida pasada y presente de la nación cubana. Los textos de esa selección, junto con otros, fueron incluidos en una antología homónima, también editada por el Centro Memorial.

En 2011, a propósito de la declaración de la ONU como Año Internacional de los Afrodescendientes, se celebraron en nuestro país eventos significativos, entre los que cabe citar el Seminario Cuba y los Afrodescendientes en América, organizado por el Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello, en el que se discutió la problemática desde una perspectiva latinoamericana y caribeña.

Sin lugar a duda, por su impacto, lo más relevante de ese año fue la inclusión del tema de la lucha contra los prejuicios raciales en el máximo órgano legislativo, la Asamblea Nacional del Poder Popular, que auspició una histórica audiencia pública en Matanzas y llevó al seno de una de sus comisiones el tema durante el último período de sesiones de 2011.

La Articulación Regional Afrodescendiente revitalizó sus redes y alianzas en La Habana en septiembre de 2012. Su capítulo cubano funciona como un escenario dual: discute y condena el racismo en el ámbito de la sociedad civil y promueve propuestas para enfrentarlo desde la educación, la cultura, los medios de comunicación y otras áreas.

En la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) funciona la comisión José Antonio Aponte. Esta organización, junto con otras, promovieron un gran número de actividades con motivo de celebrarse el Año de los Afrodescendientes y han acogido la iniciativa propuesta en eventos internacionales de dedicar un decenio a la exaltación de las culturas africanas y a la visibilización de los descendientes del continente negro, de sus demandas y sus luchas.

La 21 Feria Internacional del Libro estuvo dedicada a los Pueblos del Caribe y la edición 22 tuvo como país invitado de honor a Angola. La fuerte presencia que tuvieron las culturas y los grupos afrodescendientes en estas dos FIL son imposibles de obviar.

El mismo término afrodescendiente, que se veía hasta hace poco con ojeriza, ha entrado ampliamente en uso en la academia y en el lenguaje de los muchos negros y los muchos blancos que analizan estos asuntos y desarrollan iniciativas contra el racismo y la discriminación.

El texto publicado por The New York Times, se aparta del consenso al que han arribado los investigadores cubanos más serios y que constituye un fundamento importante del esfuerzo que hace Cuba, su gobierno y la sociedad civil para combatir el racismo: la Revolución ha trabajado intensamente en estos 54 años para eliminar el racismo, pero no ha conseguido hasta hoy superar la desventaja histórica, secular, consecuencia de siglos de dominación.

El propio líder de la Revolución, Fidel Castro, así lo explicaba en su entrevista con Ignacio Ramonet aparecida bajo el título de Cien horas con Fidel: “Todo revolucionario sabe que, entre los más crueles sufrimientos que afectan a la sociedad humana, está la discriminación racial”.

“La esclavitud, impuesta a sangre y fuego a hombres y mujeres arrancados de África, reinó durante siglos en muchos países de este hemisferio, entre ellos Cuba. En nuestra patria fue abolida hace 120 años, en 1886, aunque solo lo fuera formalmente. Los hombres y mujeres sometidos a ese abominable sistema continuaron viviendo durante casi tres cuartos de siglo más como obreros aparentemente libres en barracones y chozas de campos y ciudades, donde familias numerosas disponían de una sola habitación, sin escuelas ni maestros, ocupando los trabajos peor remunerados hasta el triunfo de la Revolución”.

Más adelante, en el mismo capítulo, Fidel reconocía que a inicios de la Revolución, “Éramos entonces lo suficientemente ingenuos como para creer que establecer la igualdad total y absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación. Porque hay dos discriminaciones, una que es subjetiva y otra que es objetiva”.

Y explicita: “Aun en sociedades como la de Cuba, surgida de una revolución social radical donde el pueblo alcanzó la plena y total igualdad legal y un nivel de educación revolucionaria que echó por tierra gran parte del componente subjetivo de la discriminación, esta existe todavía de otra forma. La califico como discriminación objetiva, un fenómeno asociado a la pobreza y a un monopolio histórico de los conocimientos.

“La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país. Los negros no viven en las mejores casas, se les ve todavía desempeñando trabajos duros y a veces menos remunerados, y son menos los que reciben remesas familiares en moneda exterior que sus compatriotas blancos.

“Pero estoy satisfecho de lo que estamos haciendo al descubrir causas que, si no se lucha resueltamente contra ellas, tienden incluso a prolongar la marginación en generaciones sucesivas”. Esta reflexión se hacía en el año 2006, cuando el mundo no vivía aún la profunda crisis económica que sufre hoy, situación que torna más difícil cualquier acción de índole económica que pretenda resolver las diferencias sociales en nuestro país.

El tema forma parte de los objetivos del Partido Comunista de Cuba, aprobados en su I Conferencia, que insisten en la necesidad de “abrir cauce a legítimas aspiraciones individuales y colectivas; y enfrentar prejuicios y discriminaciones de todo tipo que aún persisten en el seno de la sociedad” y entre otras acciones pretende estimular “la promoción de mujeres, negros, mestizos y jóvenes a cargos principales, sobre la base del mérito y las condiciones personales”.

En el texto publicado por Roberto Zurbano en el periódico más leído en los EE.UU. ha desconocido estos antecedentes, muy frescos en la memoria de los entendidos, al aceptar las reglas del New York Times. Ese periódico no publica usualmente nada que favorezca la imagen de la gestión del gobierno cubano o exalte de alguna manera los valores de la sociedad cubana del presente. Es su interés señalar a la Revolución cubana como la causa de todos nuestros problemas y desconoce entonces las raíces históricas de la problemática.

La actual crisis mundial incide en nuestra economía y las políticas para superarla exigen nuevas medidas y proyecciones. Ello influye de manera más directa en algunos sectores de nuestra población pero atañe a toda la sociedad. Ese es uno de los desafíos que tenemos ante nosotros.

Zurbano, hijo de esta Revolución, minimiza las transformaciones económicas realizadas en los últimos tiempos en Cuba, al punto que cualquier lector poco informado podría incluso preguntarse su pertinencia. Usa, por primera vez desde que lo leemos, el lenguaje común a la maquinaria propagandística anticubana, en varios de los pasajes del trabajo.

A pesar de que reconoce el trabajo realizado por la Revolución en el enfrentamiento a la discriminación racial en los tempranos 60 y luego en los 80, y afirma que en la actualidad hay más maestros y diputados negros en la Asamblea Nacional, Zurbano desprecia, a pesar de ser uno de sus protagonistas, el trabajo que hacen hoy muchos de sus compatriotas para eliminar definitivamente el racismo.

A la ya difícil tarea de luchar contra el racismo y de adoptar medidas efectivas para superarlo, Zurbano ha añadido otro frente. Ahora, la lucha por la igualdad racial tendrá que contar con la eventualidad de una fisura en el ideario y la acción de los mejores cubanos. Y la fisura les ha hecho un favor a los enemigos de la Revolución, a los mismos que no tienen el menor interés en que resolvamos nuestros problemas, el del racismo entre ellos. Claro que estamos dispuestos a discutir, entre nosotros, todos los asuntos que nos atañen, pero en el futuro, habría que seleccionar mejor los escenarios.

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