27 may 2014

La CIA mantiene en secreto documentos sobre Girón

Pese a todo lo escrito e investigado en estos años, aun no está completa la historia de la invasión mercenaria contra Cuba de abril de 1961, organizada por Estados Unidos.

Cincuenta y tres años después de los históricos hechos, se sigue dirimiendo en la justicia norteamericana la posibilidad de conocer todos los detalles de la participación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la conjura anticubana.

Una decisión dividida de un tribunal de apelaciones del Distrito de Columbia acaba de conceder que la CIA tiene derecho a preservar del conocimiento público un volumen completo de un libro escrito por el historiador de la Agencia Jack B. Pfeiffer, entre 1973 y 1984, titulado “The Official History of the Bay of Pigs Operation” (La Historia Oficial de la Operación Bahía de Cochinos), en el que se recogen documentos clasificados y se analiza el papel de la agencia en la operación que terminó en uno de los mayores fiascos políticos y militares de Estados Unidos en el siglo XX.

El veredicto, emitido el pasado 20 de mayo, gratifica a la CIA, que se había opuesto firmemente a que el volumen fuera publicado, argumentando que revelaba detalles internos del proceso deliberativo de la agencia.

Uno de los jueces que impulsó el veredicto, Brett Kavanaugh, escribiría en su argumentación: “La prematura (sic) publicación de material protegido por el privilegio de un proceso deliberativo interno tendría un efecto de congelación en presentes y futuras decisiones, porque los funcionarios del organismo -al percatarse de que el privilegio se evapora con el tiempo- no tendrían completa seguridad de que sus comunicaciones se mantendrían protegidas…”

Centro de Reclutamiento de la CIA en MIami, en 1960

La Operación Pluto de la CIA

¿Quién invadió Cuba? Un diálogo en el Senado de los Estados Unidos

Senador Capehart -¿Cuántos aviones teníamos?
Allen Dulles (director de la CIA) -¿Cuántos tenían los cubanos?
Senador Sparkman -No, los americano. ¿Cuántos?
Dulles -Bueno, se trata de cubanos.
Sparkman -Los rebeldes.
Dulles -Nosotros no los llamamos rebeldes.
Capehart -Quiero decir: las fuerzas revolucionarias.
Sparkman -Cuando él se preguntó cuántos aviones teníamos, se refería a eso, a las fuerzas anti-Castro.
Richard M. Bisell (sub-director de la CIA) -Empezamos, señor, con dieciséis B-26…

Tomado de: Eduardo Galeano, en Memorias del Fuego 




 El 17 de marzo de 1960, el presidente de los EE.UU., Dwight Eisenhower ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que preparara una fuerza paramilitar de exiliados cubanos con el fin de agredir a Cuba. El objetivo del programa, según la autorización oficial, era lograr “la sustitución del régimen de Castro con uno más dedicado a los verdaderos intereses del pueblo cubano, y más aceptable a Estados Unidos, llevado a cabo de tal manera que evitara cualquier apariencia de una intervención estadunidense”.

Operación Pluto se denominó este plan de agresión, organizado, financiado y ejecutado por la CIA, con la aprobación y apoyo del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de ese país.

A partir de esa fecha, fueron establecidos trece campos de entrenamiento en Guatemala, Nicaragua y en bases norteamericanas existentes en Puerto Rico, la zona del canal de Panamá y en territorio continental estadounidense.

La fuerza mercenaria llegó a estar constituida por unos mil quinientos hombres bien armados, provistos de tanques, artillería y una fuerza aérea de más de cuarenta aviones, que era más poderosa, destructiva y agresiva que la de todos los países de Centroamérica y el Caribe juntos, y poseía una flota de guerra con barcos artillados.

La CIA se proponía crear una cabeza de playa en suelo cubano y trasladar allí de inmediato un “gobierno” formado con tal fin, el cual sería reconocido por Washington y solicitaría la intervención militar.

Hasta la ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba, decidida por Washington, el 3 de enero de 1961, la Estación CIA de la embajada estadounidense en La Habana fue el centro de la subversión contra este país.

En manos de la CIA estuvo toda la actividad contrarrevolucionaria, interna y externa, anterior y posterior a la invasión por Playa Larga y Playa Girón. Unas 300 organizaciones contrarrevolucionarias fueron auspiciadas dentro de la Isla y fomentadas bandas armadas, con el saldo de más de mil bandidos puestos fuera de combate por las milicias obrero-campesinas y el Ejército Rebelde.

El Cuartel General de la Operación Pluto radicó en Washington, en un edificio del Pentágono, desde donde esperaron en vano el éxito de sus planes y supieron de su derrota final el 19 de abril de 1961. Algo que presentía desde antes el jefe de la Cuba Task Force, Jake Esterline, quien presentó su renuncia el 8 de abril de 1961.
                                                           El Houston fuera de combate
Buscando verdades

La petición para que se permitiera la publicación del volumen inédito de la investigación de Pfeiffer, fue presentada desde 2011 por el Archivo de Seguridad Nacional, una organización auspiciada por la Universidad George Washington, en la que laboran académicos y periodistas para lograr obtener documentos clasificados de política exterior y del gobierno, basándose en la Ley de Libertad de Información.

Ese año, en el 50 Aniversario de Girón, el Archivo colocó en su sitio de Internet algunos documentos oficiales desclasificados del gobierno estadunidense sobre la invasión a Cuba que obtuvova lo largo de los años, incluido el informe sobre la investigación interna de la CIA sobre el fracaso de la invasión escrito en 1961 por su inspector general Lyman Kirkpatrick y revelado en 1998, en el cual se ofrece una severa crítica a la mala conducta de la agencia en la operación paramilitar, que “estaba más allá de su responsabilidad y también de su capacidad”. También se incluye la única entrevista de los dos coordinadores de la invasión, Jacob Esterline, y el coronel Jack Hawkins, realizada por el investigador Peter Kornbluh en 1996.

El ASN también ha hecho públicos numerosos documentos sobre la actividad terrorista contra Cuba de elementos radicados en EE.UU, como Luis Posada Carriles y el fallecido Orlando Bosch, cuyo accionar era conocido por las autoridades como evidencian los documentos.

¿Por qué seguir ocultado?

Los dos jueces que favorecieron a la CIA en su decisión del pasado 20 de mayo fueron nombrados en sus puestos uno por Ronald Reagan y el otro por George W. Bush.

El veredicto fue duramente criticado por el Archivo de Seguridad Nacional. Su director, Tom Blanton expresó: “…el Tribunal del Circuito de Columbia ha dado inmortalidad para los proyectos de la oficina histórica de la CIA, porque, como afirma la CIA, esos proyectos podrían ´confundir al público´, lo que aplicado a los contenidos de las Archivos Nacionales de Estados Unidos, significa retirar de las estanterías más de la mitad de lo que contienen”.

“La CIA tiene secuestrada la historia”, había afirmado Peter Kornbluh, director del proyecto de documentación sobre Cuba del Archivo de Seguridad Nacional, al presentar la demanda en el año 2011. “50 años después de la invasión, ha pasado más que tiempo suficiente para que la historia oficial sea desclasificada y estudiada por las lecciones que contiene para el futuro de las relaciones Estados Unidos-Cuba”.

Sin embargo, el secuestro permanece. Hay verdades al parecer demasiado escandalosas para ser aireadas.

La ley establece un máximo de 12 años para que los documentos presidenciales sean revelados públicamente, tras finalizar el mandato. La Junta de la Reserva Federal sólo puede retener en secreto documentos por espacio de cinco años. La CIA, después de este veredicto, tiene hasta el infinito para desnudar sus secretas y bastante sucias interioridades.

Hace unos días, The New York Times develaba que existió un centro de almacenamiento de armas utilizadas por la CIA para sus operaciones secretas desde 1961, conocido como “Midwest Depot” (Depósito del Medio Oeste). Desde el lugar, localizado en alguna parte de Estados Unidos, la CIA ha almacenado y distribuido armas no rastreables vinculadas a preparativos para la invasión de Bahía de Cochinos y, aún después, a las fuerzas contrarrevolucionarias en Cuba fomentadas y suministradas por Washington.

Pese a los indicios de que “Midwest” no se encontraba donde se presumía su ubicación, el hermetismo en torno a este depósito de armas de la CIA ha sobrevivido a generaciones de investigaciones, como ha pasado con el volumen del libro de Pfeiffer.

El NSA puede ahora pedir una reconsideración del caso por parte del pleno de jueves del Tribunas de Apelaciones del Distrito de Columbia o llevarlo hasta el Tribunal Supremo del país.

Mientras tanto, la Historia seguirá esperando las verdades.

Conclusión Número 9 del Informe del Inspector General de la CIA sobre la Operación de Bahía de Cochinos.

EL FRACASO DE LA CIA

Eduardo Galeano lo cuenta en breves palabras que evitan disquisiciones históricas:

1961

Bahía de Cochinos

A contraviento,

a contramuerte, siempre de ida, nunca de vuelta, la revolución cubana continúa escandalosamente viva a no más de ocho minutos de vuelo de Miami.
Para acabar con la insolencia, la CIA lanza una invasión desde Estados Unidos, Guatemala y Nicaragua. Somoza II despide en el muelle a los expedicionarios. El Ejército Cubano de Liberación, que la CIA ha fabricado y puesto en funcionamiento, está formado por militares y policías de la dictadura de Batista y por los desalojados herederos de las plantaciones de azúcar, los bancos, los diarios, los garitos, los burdeles y los partidos políticos.

- ¡Tráiganme un par de pelos de la barba de Castro! -les encarga Somoza.
Aviones de los Estados Unidos entran en el cielo de Cuba. Están camuflados. Llevan pintada la estrella de la Fuerza Aérea Cubana. Los aviones ametrallan, volando bajo, al pueblo que los saluda, y descargan bombas sobre las ciudades. Tras el bombardeo, que prepara el terreno, los invasores desembarcan en los pantanos de la Bahía de Cochinos. Mientras tanto, el presidente Kennedy juega al golf en Virginia.

Kennedy ha dado la orden, pero había sido Eisenhower quien había puesto en marcha el plan de invasión. Eisenhower había dado su visto bueno a la invasión a Cuba en el mismo escritorio donde antes había aprobado la invasión de Guatemala. El jefe de la CIA, Allen Dulles, le aseguró que acabaría con Fidel Castro como había acabado con Arbenz. Sería cosa de un par de semanas, día más, día menos, y el mismo equipo de la CIA se haría cargo del asunto: los mismos hombres, desde las mismas bases. El desembarco de los libertadores desencadenaría la insurrección popular en la isla sometida a la tiranía roja. Los espías norteamericanos sabían que el pueblo de Cuba, harto de hacer colas, no esperaba más que la señal de alzarse.
1961

Playa Girón

La segunda derrota militar de los Estados Unidos en América Latina
En tres días acaba Cuba con los invasores. Entre los muertos, hay cuatro pilotos norteamericanos. Los siete buques, escoltados por la Marina de Guerra de los Estados Unidos, huyen o se hunden en la bahía de los Cochinos.

El presidente Kennedy asume la total responsabilidad por este fiasco de la CIA.
La CIA creyó, como siempre, en los informes de sus pícaros espías locales, que cobran por decir lo que gusta escuchar; y, como siempre, confundió la geografía con un mapa militar ajeno a la gente y a la historia. Las ciénagas que la CIA eligió para el desembarco habían sido el lugar más miserable de toda Cuba, un reino de cocodrilos y mosquitos, hasta que la revolución llegó. Entonces el entusiasmo humano transformó estos lodazales, fundando en ellos escuelas, hospitales y caminos. La gente de aquí fue la primera en poner el pecho a las balas, contra los invasores que venían a salvarla.


Memoria del Fuego  



El Houston en llamas


Armas capturadas a los invasores

Bote mercenario.

 
Detalle de la portada del Volumen 2 del Informe Oficial de la CIA.

 Los mercenarios derrotados fueron cambiados por compotas y equipos para la agricultura.

Mercenarios capturados.



 
Los mercenarios comparecen ante la prensa nacional e internacional en La Habana.

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