4 ene 2015

La política en ojotas


Los próximos dos meses la campaña se mudará a los centros de veraneo para estrenar el año electoral.

Los políticos trocaron el saco y la corbata por el short y las ojotas. Al menos por los próximos dos meses la política se mudará a los centros de veraneo para estrenar el año electoral. La maquinaria ya está en marcha desde los últimos días de 2014. Es que el esquema de feriados adelantó la llegada de turistas a las playas, donde se encontraron con paradores auspiciados por los distintos candidatos.
El gobernador Daniel Scioli juega de local. Pasará buena parte de la primera quincena recorriendo balnearios, apoyado en la estructura de la provincia. Su estrategia no cambiará: seguirá mostrándose como el garante de la continuidad del modelo nacional y popular aunque con algunos ajustes de estilo. "No tengo que sobreactuar como el resto de los candidatos", dijo en las primeras horas del 2015.

En paralelo con la movida de la Costa, Scioli no descuidará la gestión. Allí el objetivo es cerrar a tiempo la siempre traumática paritaria docente para romper con la tradición de los paros que impiden el inicio de las clases y generan problemas de proporciones a los padres que tienen trabajo y cuentan con el ciclo lectivo como ordenador de sus rutinas.

El resto de los postulantes del oficialismo también le pondrá fichas a la Costa, pero sin el handicap de la "ola naranja". Florencio Randazzo mostrará los trenes y gestionará documentos y pasaportes, mientras que el entrerriano Sergio Urribarri tendrá su base en las populares playas marplatenses.

El alcalde porteño, Mauricio Macri, tiene otras preocupaciones. Para el PRO comenzó a correr el reloj electoral antes de tiempo. Por decisión del jefe de gobierno, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) se realizarán en abril en la Ciudad pero hasta ahora no consigue ordenar su propia tropa.

A horas del brindis de fin de año, Macri verbalizó por primera vez lo que era un secreto a voces: su preferencia por Horacio Rodríguez Larreta como sucesor. El jefe de Gabinete es su mano derecha y si bien no es propietario de un carisma desbordante o una verba cautivadora, cerca de Macri creen que alcanzará con su padrinazgo para transformarlo en el próximo jefe de gobierno porteño.

Razón no les falta, la imagen del jefe del PRO en la Ciudad se mantiene en niveles de amplia aprobación, mientras que el resto de los incipientes contendientes no parece amenazar la continuidad amarilla. La Ciudad mantiene su condición de refractaria al kirchnerismo que no consigue romper un nucleo duro de votantes fieles pero insuficientes.

La estrella de las últimas elecciones porteñas, el Frente UNEN, sólo tiene incertidumbre para ofrecer después del tsunami que provocó el estallido por la salida de Elisa Carrió que –precisamente– impulsa una alianza con Macri mientras sostiene públicamente que no confía en él. Se trata de un mensaje más complicado de leer para el electorado que los antiguos códices mayas.

Sin embargo, Mauricio no las tiene tan fáciles, particularmente puertas adentro. La senadora Gabriela Michetti desafió su condición de líder y anunció por enésima vez que disputará las PASO para competir por la intendencia porteña. El paso implica un doble revés para su jefe, que quiere a Rodríguez Larreta como sucesor y a Michetti como compañera de una fórmula pura del PRO. La senadora parece negarle lo uno y lo otro.

Macri ha visto crecer su intención de voto en el segundo semestre de 2014 y si bien puede mostrar candidatos en los primeros puestos en algunos de los principales distritos, todavía no pudo consolidar al PRO como una fuerza nacional. Es por eso que necesita como el agua mostrar un resultado positivo en la Ciudad y aspira a que las mieles de ese triunfo se extiendan hasta el segundo semestre como plataforma para impulsar su candidatura presidencial.

Su objetivo es entrar en el balotaje para allí presentarse como la opción antikirchnerista y capitalizar lo que cree es un amplio sentimiento de rechazo al oficialismo, el tan mentado fin de ciclo que no todos los encuestadores se animan a vaticinar así como así.

Por varios motivos, Sergio Massa la tiene mucho más complicada. No dispone ni de la vidriera de la gestión, ni de un eventual resultado positivo en una elección de proyección nacional como es la del distrito federal. La peor amenaza para el ex intendente de Tigre es repetir el recorrido del 2014 al que se asomó como el candidato que se comía a los chicos crudos y terminó en el mejor de los casos estancado y, en el peor, resignando posiciones. Algunas de las últimas encuestas del año que se fue lo mostraban incluso más cerca del 15 que del 20% de intención de voto, aunque otras lo mantenían alternando en el primer lugar con Scioli y Macri.

Algunas de sus acciones de las últimas semanas no parecieron ayudarlo mucho, como la votación fraguada por el Frente Renovador en el Concejo Deliberante de Tigre de la que hicieron participar a un muerto para aprobar una suba de tasas municipales, el fallido comercial del tigre que pedía "bife de motochorro" en un restaurante, o la inverosímil declaración en la que aseguró haber cancelado él un encuentro con el Papa Francisco que –es sabido– no lo recibe.

Al parecer, el líder Renovador enfrenta un intenso debate interno sobre el futuro de su campaña. Los halcones proponen abandonar cualquier tono conciliador (si es que aun le queda algo de eso) y ofrecer un perfil descarnadamente opositor. Las palomas prefieren mantener algunos elogios a políticas puntuales, garantizar su continuidad y después sí diferenciarse.

Mientras tanto, unos y otros esperan en ascuas la nueva fecha para el lanzamiento oficial de la candidatura de Massa. El tigrense tenía pensado un acto para el 10 de diciembre pasado, pero se postergó sin fecha. Algunos sostienen que se concretará en marzo, con el inicio formal de la campaña presidencial.

Son pocos los que creen que el escenario económico de 2015 pueda ser tan propicio para las necesidades de la oposición como lo fue la primera mitad del año pasado. Más allá de los titulares de los últimos días (con datos del tercer trimestre), la economía mostró sobre el final del año su mejor cara del período. De uno u otro lado, los analistas coinciden en observar una desaceleración de la inflación, acompañada por cierto repunte en el consumo, una mejora de las expectativas y mayor tranquilidad cambiaria.

Hay también consenso en los pronósticos de un 2015 sin resultados extraordinarios, pero sensiblemente mejor que el año pasado. Con el primer día de enero, además, dejó de existir la cláusula RUFO, aquella que obligaba al país a equiparar a los bonistas que aceptaron los canjes de la deuda de 2005 y 2010, cualquier mejora en las condiciones ofrecida a quienes mantienen los reclamos contra el país.

Esa cláusula hubiera disparado una factura de 500 mil millones de dólares si el Estado argentino hubiera aceptado la impresentable sentencia de Thomas Griesa a favor de los fondos buitre.

Caída esa limitación, las opiniones se dividen entre quienes consideran que el Ministerio de Economía impulsará una negociación con los buitres que le permita al país volver al mercado internacional de capitales, y los pesimistas que aseguran que durante el gobierno de Cristina Fernández no habrá acuerdo. Estos últimos sostienen la argumentación en la consideración de que la economía argentina marchará razonablemente bien este año, por lo que desaparecería la urgencia de cerrar ese acuerdo.

En cualquier caso, la posición argentina sigue siendo por ahora clara en algunas cuestiones: Economía pretende sentar a todos los holdouts a la mesa de las negociaciones (y no sólo a los beneficiarios del fallo de Griesa) y la oferta será (al menos en principio) la misma que en los canjes anteriores. Claro que esa es la oferta inicial y en una negociación las cosas pueden cambiar.

Lo único claro hasta aquí es que aquello que parecía un imposible seis meses atrás cuando Griesa envió a la Argentina a uno de los default más extraños de la historia se produjo sin mayores contratiempos: el país llegó a enero con sus reservas fortalecidas y sin que se dispararan los reclamos de acelerar los pagos de los bonos que están atenazados por el fallo del octogenario magistrado neoyorkino. El mediador Daniel Pollack podría convocar a nuevas reuniones en enero para ver cómo hace para intentar efectivizar una sentencia que es imposible de cumplir.

Cualquier negociación será larga, porque los buitres perdieron ese elemento de presión que significaba la RUFO y porque la política de un año electoral siempre tiene condimentos adicionales.

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