4 ene 2015

“Los pronosticadores no pegaron una”

“Fuimos encontrando las herramientas para ponerles límites a las maniobras de ataque especulativo.”
Según Kicillof, Argentina logró sostener una política anticíclica frente a una crisis mundial que no se detuvo. “Desarrollamos programas que fueron eficientes para que la crisis global nos afectara lo menos posible.”

El año 2014 quedó, en la memoria de muchos, como el que mayores dificultades económicas le presentó al kirchnerismo desde su llegada al gobierno, en 2003. El ministro Axel Kicillof trazó un balance, un repaso de las dificultades tanto internas como externas y sobre los lineamientos que se adoptaron para enfrentarlas. Habló del rol de los grupos concentrados locales y cómo se logró “ponerles límites”. Advirtió sobre los riesgos que conlleva la crisis del petróleo y una probable reversión del flujo de capitales en contra de las economías emergentes.

–Para la economía argentina, 2014 presentó fuertes de-safíos. Empezó con una devaluación y enfrentando situaciones de inestabilidad de origen tanto interno como externo...

–Lo primero a tener en cuenta es lo que ocurrió con la economía mundial. Desde que comenzó el año, en Washington (reuniones del FMI y el Banco Mundial) ya se hablaba del fin de la crisis, y todo el año estuvo marcado por las constantes novedades que fueron pinchando el globo de la recuperación. A diferencia de aquellos pronósticos, terminamos el año en un clima de inestabilidad e incertidumbre mundial. Los resultados de los indicadores en las principales economías del mundo fueron decepcionantes, lo que marcó la distribución geográfica de la crisis. Estados Unidos les puso fin a los estímulos financieros y lo que ellos llaman la vuelta a la normalidad monetaria empieza a tener reflejo en la inestabilidad de los mercados financieros, mercados especulativos, en los de commodities, en los mercados de deuda y cambiarios. Es decir, lo que a principios de año desde estos centros financieros se señalaba como buenas perspectivas, termina el año en medio de un terremoto.

–¿Cómo afecta ese panorama global la fuerte baja del petróleo?

–La caída de más del 40 por ciento en pocos meses fue muy inesperada y produjo un verdadero reacomodamiento geopolítico. Afectó más claramente a Rusia, pero también a Venezuela y Bolivia, que quedaron en una situación muy compleja. La inestabilidad monetaria de Rusia impacta en la economía mundial. Pero también sufrimos el impacto de la inestabilidad monetaria de nuestros vecinos. Además, si se revierte el flujo de capitales, particularmente los países emergentes que gozaron de la llegada de esos capitales en la etapa anterior van a tener problemas monetarios serios.

–¿En qué otros elementos ve reflejado lo que señalaba respecto del cambio de perspectivas a lo largo del año, desde la euforia inicial a la preocupación con la que se cerró?

–Yo lo oí personalmente a lo largo del año en las distintas reuniones en que participé, de organismos financieros o del G-20. A cada una que íbamos, los mismos organismos iban revisando a la baja sus perspectivas de crecimiento. Terminamos el año con una caída del comercio mundial que se estima en el uno por ciento, un crecimiento de China del 7,3 por ciento, que es alto pero el menor para ellos de la década después de acostumbrarnos a tasas del 9 o 10 por ciento. Brasil, de un crecimiento del 2,5 por ciento el año anterior, pasa a 0,3 por ciento en el que termina. También Chile tuvo un descenso, del 4,2 al 2 por ciento. Y Uruguay, del 4,4 al 2,8 por ciento. Si hablamos de la Eurozona, el panorama es todavía peor, con perspectivas que tampoco son muy buenas para este año, además de los trastornos políticos, como la situación de Grecia y lo que pueda derivar de su desenlace. Esto fue sumando preocupación a lo largo del año. Empezó a verse una crisis sin un remedio claro, a la que se sumaron otros factores de inestabilidad. Igualmente notábamos que hasta principios de año seguía predominando la idea de las políticas de ajuste como respuesta, lo que más elegantemente llamaban reformas estructurales y políticas de consolidación fiscal. Sin embargo, en el último G-20 se empezó a hablar de la necesidad de expandir la demanda, basado en la inversión pública. Esto marcó de algún modo el grado de descontento reinante. Es que cuando las exportaciones se contraen, y la economía no arranca, está claro que es porque uno de los motores de la demanda está descompuesto. Estamos en el punto en que la crisis, que arrancó en Estados Unidos y luego se desplazó a Europa, puede que ahora siga el ciclo hacia las economías emergentes. Es un panorama incierto, sobre todo porque estamos frente a grandes cambios provocados por decisiones vinculadas con la geopolítica. En el caso del petróleo, todavía está en discusión si la baja es producida por Arabia Saudita en contra de Estados Unidos, o es Estados Unidos el que lo impulsa a la baja, acompañado por Arabia Saudita, para perjudicar a Rusia y Venezuela.

–¿Cómo afectó esta situación global a la Argentina y qué medidas se tomaron para contrarrestarla?

–A pesar de la desaceleración mundial, seguimos adelante con un programa anticíclico, tratando de que la caída de la economía global nos afectara lo menos posible. El gasto público jugó un papel muy activo en ese sentido, y esto se vio en las políticas específicas, que buscaron alentar el consumo, la inversión y la producción. Pero logramos mantener un crecimiento de la recaudación fiscal del 38 por ciento, y del consumo también en un 38 por ciento pese a un marco externo muy desfavorable. Incluso si se analiza qué pasó con el nivel de actividad, hay que verlo sector por sector. Tanto evaluar la situación actual como la perspectiva, exige un análisis por sector, porque no sufrió el conjunto de la economía.

–¿Considera que hubo una primera mitad del año mucho más complicada por factores internos?

–Hubo un impacto muy violento en esa primera parte del año. Hubo una devaluación en Brasil muy pronunciada. En esos primeros meses tuvimos que contener un intento de corrida cambiaria que yo considero que estuvo vinculado con la disputa con los fondos buitre. Esto generó mucha inestabilidad. No es nuevo, yo contabilizo que es la novena corrida que se intentó contra el kirchnerismo en los once años que lleva al frente del gobierno. También es cierto que, en otras épocas, con una sola corrida volteaban a un gobierno. Pero fuimos encontrando las herramientas para ponerles límites, sobre todo a los sectores más concentrados de la economía, para evitar que lleven a cabo maniobras de ataque contra la moneda. También es innegable que estos intentos desestabilizadores estaban entrelazados con cuestiones políticas. Los pronósticos equivocados de los economistas del establishment, así como de comentaristas de medios de la oposición forman parte de estas estrategias. De todos modos, cerramos el año con algo de crecimiento en el Producto Bruto. El sector agropecuario hizo una contribución fuerte. En contrapunto con los que vaticinaban un “rodrigazo”, un tarifazo, hiperinflación, fuga de reservas y un Estado caótico hacia fin de año, nada de eso ocurrió. El nuevo índice de precios al consumidor, IPCNu, arrancó con un 3,7 por ciento en enero y termina el año, con la última medición conocida, que es noviembre, en el 1,1. Hasta los propios índices oscuros de la oposición y distintas consultoras reflejan esa caída, con una diferencia de cinco o seis décimas respecto del índice oficial. Fue un mal año para esos pronosticadores: no pegaron una.

–¿Lo preocupan esas proyecciones erradas?

–Lo que preocupa es la falta de seriedad. Aparecen en televisión recitando pronósticos como si hubiera algún trabajo técnico detrás, pero son sólo operaciones. Buscan instalar una sensación de que todo está mal y va a estar peor, tratando de generar un clima de inestabilidad. Por lo menos, si lo formularan como expresión de deseos sería más honesto, aunque fuera por especulación política o por odio hacia quienes gobernamos.

–En un año complicado como usted describe, con cambios de políticas en algún caso y profundizaciones en otros, en medio de una crisis externa y ataques especulativos internos, ¿qué aprendizaje le deja la experiencia de haber gobernado con tantos frentes abiertos?

–Desde el punto de vista de la capacidad de actuar del Estado, yo subrayo algunas decisiones de la Presidenta de la Nación que representaron avances muy importantes. La política de Precios Cuidados había generado mucha resistencia al principio, y sin embargo se consolidó como una referencia útil para los consumidores en una etapa donde parecía haberse perdido todo parámetro de precios. Hoy es un programa que se amplió a 383 productos, y expresa el 20 por ciento de la facturación de los supermercados. Y funcionó como política de acuerdos, no por fijación unilateral de precios. El programa Ahora 12 es más reciente, pero ya generó niveles impensados de recuperación del consumo. Y tuvo que ver con los problemas del sector financiero para crear instrumentos para facilitar las compras a crédito sin un costo excluyente. Siguió en marcha el programa Pro.Cre.Ar para la vivienda. El programa de inclusión jubilatoria, que ya va por 120 mil nuevos jubilados en dos meses y la meta es llegar a 500 mil. O el plan Progresar, un incentivo a concluir los estudios, un estímulo a los jóvenes que quedaron sin trabajo ni estudios, para que se formen en carreras que son demandadas por la actividad económica. Ninguno de ellos es una medida coyuntural, tienen que ver con la raigambre de nuestra economía, falencias que el Estado va resolviendo a partir de la incapacidad de otros sectores, como el sistema financiero.

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