3 ene 2015

Rusia apuesta a reagrupar el espacio soviético

Putin había calificado la caída de la Unión Soviética como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX.

Afectada la relación con Europa por la crisis en Ucrania, Rusia pone la mira en las ex repúblicas soviéticas. Creó la Unión Económica Eurasiática, un espacio de libre movimiento de mano de obra y mercancías para más de 170 millones de personas.

Por Agustín Fontenla

Desde Moscú

Cuando en el mes de marzo Rusia anexionó la península de Crimea, los analistas en política exterior desempolvaron una de las más famosas frases de Vladimir Putin a lo largo de sus ya diez años (dos períodos entre 2004 y 2008, y el tercero, a partir de 2012) en el cargo de presidente de su país. El líder ruso había calificado la caída de la Unión Soviética como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. En un mensaje ante la Asamblea Federal de la nación en 2005, Putin había expresado que para el pueblo ruso se trató de un verdadero drama, y explicó que decenas de millones de ciudadanos y compatriotas, tras la disolución de las fronteras de la Unión Soviética, se encontraron fuera de su territorio ruso.

Los analistas interpretaron que la anexión de Crimea y el avance de los intereses rusos en el sudeste de Ucrania eran el inicio del camino por intentar reparar esa “catástrofe”. En los periódicos occidentales aseguraban que después de Ucrania, la voluntad de Putin podría extenderse hacia territorios hoy frágiles como el de Moldavia o Transnistria, o incluso ir más allá, arrojándose sobre los países bálticos. Sea o no cierta esa presunción, la voluntad de Putin hoy está más determinada por la marcha de la economía doméstica que por sus supuestos anhelos imperialistas.

Con la región ucraniana del Donbás inmersa en un conflicto congelado y sin indicios de una solución sencilla, y Estados Unidos y la Unión Europea listos para sancionar lo que consideran cualquier avance imperialista del Kremlin fuera de sus fronteras y en dirección a Occidente, Rusia se apuró a poner la mira en Asia, acordando sendos negocios con China, y en los países de la órbita post soviética.

Así, a partir del 1º de enero de este año, comenzó a regir la Unión Económica Eurasiática (UEE), integrada por Bielorrusia, Kazajistán, Rusia y Armenia, y en un futuro próximo podrían sumarse Kirguistán, Azerbaiján, Uzbekistán e incluso Vietnam, además de países ajenos a la órbita soviética como Turquía, la India e Israel.

La UEE tuvo su punto de partida en mayo del pasado año en Astaná, capital de Kazajistán, y su ratificación posterior en octubre en Minsk, capital de Bielorrusia, cuando los parlamentos de cada país miembro aprobaron las condiciones de la Unión. Se trata de un espacio de más de 170 millones de habitantes con un Producto Interno Bruto conjunto de cuatro trillones de dólares, por el que podrán circular mercancías, servicios, capitales y mano de obra, y que se regirá por las reglas de la Organización Mundial del Comercio.

Entre el potencial de crecimiento de sus economías, una de las claves de esta Unión está en el aspecto energético. Contabilizando las reservas de gas y petróleo entre sus miembros, representan la quinta parte y un 15 por ciento, respectivamente, en el mundo.

Desde 2011, cuando estos mismos países formaron un espacio aduanero común, el comercio ha crecido en un 50 por ciento, según afirmó Putin en la última reunión con los presidentes de Armenia, Kazajistán y Bielorrusia, a finales del mes de diciembre en Moscú. En la actualidad, el comercio bilateral entre Rusia y el resto de los países asciende a más de 60 mil millones de dólares. Sin embargo, de esa cifra, más de la mitad corresponde sólo al comercio entre Moscú y Minsk, dos estrechos socios en términos económicos pero también políticos. Asimismo, entre Rusia y el resto de los países de la Unión, el primero posee saldo positivo en el intercambio comercial en todos los casos. Por ejemplo, durante 2013, Rusia exportó a Bielorrusia por valor de 22.800 millones de dólares, mientras que el comercio inverso fue de 16.289 millones, según datos del Ministerio de Economía de la Federación Rusa.

Así y todo, el intercambio entre todas las naciones de la UEE se encuentra lejos de alcanzar el comercio entre Rusia y China, que llegó a los 89.000 millones de dólares durante 2013, o con la Unión Europea, que supera ampliamente el de la potencia asiática, según información del Servicio Federal de Estadística de Rusia.

Durante la última cumbre entre los miembros de la UEE, Putin prometió crecimiento para las economías de cada miembro y aseguró que se instrumentarían políticas clave comunes en los sectores de la industria, agricultura y energía, y establecer normas coordinadas en aspectos sanitarios, veterinarios y técnicos. Sin embargo, destacó que la UEE es un proyecto de integración único en su espíritu, porque se basa en los principios de “la igualdad, la confianza, el respeto mutuo y la consideración de los intereses de cada uno” y donde “sus participantes conservan su soberanía estatal y la identidad nacional”. Un tiro por elevación a la Unión Europea, que para el Kremlin se guía por el rigor de las principales potencias, dejando a los países pequeños al final de la toma de decisiones.

En este sentido, la UEE no fue fácil de formar, a la sombra de los temores a que Moscú busque reflotar los tiempos de la Unión Soviética, donde se conducía con mano de hierro y el eventual poder de los tanques. El presidente de Kazajistán (la nación con mayor peso económico después de Rusia), Nursultan Nazarbayev, había afirmado en septiembre que su país tenía el derecho de abandonar la UEE y que “Kazajistán no formará parte de ninguna organización que represente una amenaza a nuestra independencia”. Más cercano a estos días, parece haber dejado atrás esos recelos y en una entrevista en su país afirmó que “algunos aseguran que la UEE significa pérdida de independencia y un renacimiento de la Unión Soviética”, pero eso “no tiene sentido en absoluto”.

Otro punto de controversia fue respecto al territorio de Nagorno-Karabaj, una república de facto independizada de Azerbaiján, reclamada como parte de su territorio por este último país y que depende económicamente del comercio con Armenia. En las negociaciones, las autoridades armenias aceptaron no incluir a Nagorno-Karabaj, pero al mismo tiempo indicaron que las fronteras permanecerían abiertas.

Sin dudas, encontrar una dinámica política que no despierte susceptibilidades por parte de unos miembros muy pequeños en comparación con Rusia será uno de los grandes desafíos de la UEE. Aunque, en el corto y mediano plazo, la meta será lograr aumentar el intercambio comercial e impulsar sus economías, justo en el momento en que la Federación Rusa afronta más de un 45 por ciento de pérdida del valor de su moneda, y en el horizonte es amenazada por la inflación y la recesión.

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