El presidente galo revirtió su alicaído índice de popularidad y fortaleció
al oficialismo de cara a las elecciones departamentales de marzo. En
Argentina, La Nación ponderó su accionar contra el terrorismo para criticar
lo hecho por la Casa Rosada en el caso Nisman.
Una intervención artística callejera a metros de la redacción del semanario
Charlie Hebdo sacude el paso cotidiano de los parisinos. Perimetrado con las
clásicas cintas policiales que protegen la inviolabilidad de una escena
criminal, un lápiz de dimensiones humanas mutilado en partes iguales
recuerda la furia del yihadismo contra las caricaturas de Mahoma. A casi un
mes de los atentados terroristas que pusieron a París en el centro de la
agenda internacional, Francia retoma el pulso de una nueva cotidianidad, con
cambios significativos en el orden cultural, editorial y, por supuesto, en
el tablero político. Evidentemente, el país de Charles de Gaulle y François
Mitterrand ya no es el mismo. La opinión pública parisina ávida de consumir
noticias relacionadas con el asesinato de los famosos caricaturistas disparó
las ventas de las mayorías de diarios y semanarios, que así han devuelto a
la denostada pata gráfica el otrora rol de constelación central en el
sistema de medios. En el mercado editorial, la nueva novela de la star
literaria Michel Houllebecq –Sumisión, un relato ficticio sobre una Francia
del futuro dominada por la comunidad musulmana, donde La Sorbona se
convierte en una mezquita– se vende como pan caliente en todas las
librerías.
Sin embargo, el hecho más significativo del nuevo escenario francés pasa por
la inesperada recuperación política del presidente François Hollande. A
fines del 2014, el devaluado líder socialista no llegaba ni a la categoría
de cadáver político. Criticado desde su base partidaria por haberse
convertido en el virtual “chico de los mercados” de la Canciller alemana
Ángela Merkel en su comportamiento regional, lo que implicó una política
doméstica austera en el ámbito público y el corrimiento del ala ministerial
roja del oficialismo, Hollande languidecía en los sondeos. Sin embargo, el
supuesto rol componedor del presidente en pos de recuperar el orgullo
francés herido tras la masacre terrorista revirtió su alicaído índice de
popularidad y fortaleció al Partido Socialista de cara a las próximas
elecciones presidenciales, que hasta pocas semanas atrás parecía un menú
dispuesto para sólo dos comensales: la derecha moderada de Nicolás Sarkozy y
su versión triple x encarnada en figura de Marine Le Pen.
“Los franceses aplauden la buena gestión del Ejecutivo francés tras los tres
atentados que dejaron 20 muertos. El presidente, que había caído a mínimos
históricos a finales del año pasado, ha visto recuperarse su cuota de
popularidad en diez puntos en apenas unos días. Con un 34% de opiniones
positivas, Hollande recupera su mejor cuota de apreciación desde mayo de
2013, según el sondeo realizado por el instituto BVA para Orange e i-Télé.
El 47% de los interrogados ve positiva su capacidad para tomar las
decisiones adecuadas, frente a sólo el 17% en noviembre pasado. En un
contexto de unidad nacional, plasmada en la manifestación del pasado 11 de
enero en París, a la que sólo faltó el ultraderechista Frente Nacional, el
39% le considera un mandatario unificador, cuando sólo lo hacía el 10% en
noviembre. Por último, el 37% lo define como competente (el 21% lo hacía
hace dos meses)”, pone en números la Hollandemanía el corresponsal del
diario El País en Francia. “La repuntada de Hollande es un fenómeno rarísimo
en la historia de las encuestas. El único caso parecido es el de François
Mitterrand, que subió 19 puntos de popularidad durante la guerra del Golfo,
entre enero y marzo de 1991”, concluye Frédéric Dabi, experto de la
consultora gala Ifop.
Firme contra la barbarie terrorista, articulador de la dirigencia política
nacional y valiente en haberle puesto el cuerpo a los hechos –acudió
tempranamente a la redacción de Charlie Hebdo y encabezó la movilización
internacional en París sin “usar chaleco de balas”, a diferencia de sus
pares–, el líder del Ejecutivo galo parece estar escribiendo el nuevo manual
de conducción para jefes de Estado en situaciones de conmoción nacional.
Otros hechos colaterales a la enérgica respuesta estatal para desmantelar
las células dormidas ancladas en París, como el apoyo de Hollande a las
guerras de baja intensidad que la OTAN despliega en la región africana del
Sahara-Sahel –previamente, definida por el Pentágono como un corredor del
terrorismo islámico–, no parece conmover el corazón del parisino medio.
Recapitulando, Francia sale a la calle y su sociedad recupera cierto ethos
perdido para enfrentar la resaca de la masacre, Hollande sube como espuma en
los sondeos, el antiquísimo Tratado de la Tolerancia, de Voltaire, escala al
segundo puesto en venta de libros, la guerra sucia ejercida por el Eliseo en
la periferia global no escala posiciones en la agenda nacional. Todo tiene
que ver con todo.
“Con la urgencia y el coraje del caso, el presidente François Hollande se
puso al frente de la difícil situación, como corresponde a un jefe de Estado
que comprende las exigencias de su cargo y actúa con serenidad, sentido
común y la justa cuota de decisión requerida”, editorializó una semana atrás
el diario de los hermanos Saguier en una pieza titulada “El presidente de
Francia y su liderazgo”. En el final de la nota editorial, La Nación
proclama que: “Frente al dolor y el rechazo que generan los atentados
terroristas, con su brutalidad característica, se necesita un temple
particular para interpretar las necesidades de un país y sus habitantes. El
singular contraste entre lo sucedido en materia de liderazgo en Francia y lo
que acaba de ocurrir en la Argentina a causa de la más que dudosa muerte del
fiscal Alberto Nisman exime de mayores comentarios. La diferencia de calidad
en esta materia es lamentablemente abrumadora”. La inesperada aparición de
Hollande en la patria periodística criolla gracias al súbito enamoramiento
del matutino porteño con la alta política gala tuvo su continuidad cuando el
presidente francés anunció, oficialmente, esta semana, que reprogramaba su
visita a Buenos Aires por “cuestiones de agenda”. Ese normal imprevisto
diplomático fue música para los oídos de las corporaciones mediáticas
locales que acusan al gobierno argentino de no haber elevado el tono lo
suficiente para condenar con firmeza el fusilamiento de los caricaturistas
franceses. “Me siento más fuerte, más firme. El país cambio y también la
mirada hacia mi presidencia”, confirma Hollande en una entrevista cedida al
diario Le Monde. París, y hasta la recoleta prensa argentina, le rinde
honores al socialismo francés.
El repunte de François
47% de los ciudadanos franceses valora la capacidad del presidente para
tomar decisiones rápidas en un contexto nacional difícil y sensible.
39% de la opinión pública gala pondera la actitud “unificadora” de Hollande
para buscar denominadores comunes con los demás partidos.
La Nation
“El singular contraste entre lo sucedido en materia de liderazgo en Francia
y lo que acaba de ocurrir en la Argentina a causa de la más que dudosa
muerte del fiscal Alberto Nisman exime de mayores comentarios”,
editorializó, días atrás, el diario de los hermanos Saguier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario