El país ante las elecciones de 2003, los acuerdos y las diferencias
preelectorales, el rol de los medios hegemónicos, la elección del
vicepresidente, la idea de la transversalidad y el justicialismo: todo sobre el
gobierno de Kirchner.
Dos años trabajó el economista y ensayista Daniel Rodríguez Paz en el libro Con
la Argentina al hombro. El gobierno de Néstor Kirchner 2003-2007. “Escribir una
historia reciente tiene ventajas y desventajas”, como bien señala el autor
mismo, pero no caben dudas de lo imprescindible del esfuerzo. Un esfuerzo que
rindió frutos: las más de 500 páginas de Rodríguez Paz llevan al lector a releer
el pasado inmediato, comprender el presente y organizar de manera productiva el
futuro de un proyecto que, a pesar de todos los intentos de frenarlo, continúa.
Pensado como libro de historia, Con la Argentina al hombro brinda todas las
claves (aciertos y desaciertos, peleas y alegrías, alianzas y rupturas) para
analizar política, económica y socialmente un modelo y un país.
–Año 2003: el país luego del estallido de 2001, Eduardo y Chiche Duhalde, Adolfo
Rodríguez Saá, la Lilita Carrió de entonces, la Bonaerense, la Federal, el
Partido Justicialista, el desconocimiento casi total sobre su figura, ¿qué
dificultades piensa que observaba Néstor Kirchner cuando se presentó como
candidato a las elecciones presidenciales?
–En ese entonces, el rol del presidente y la política en general estaban muy
devaluados en la consideración popular. Las grandes decisiones estaban sometidas
a los dictados del establishment, el FMI y los acreedores externos. Los
ministros de Economía solían fijar el programa de gobierno por cadena nacional.
Para cualquier candidato que no viniera a dejar sus ideales en la puerta de la
Casa Rosada, revertir esa situación era la gran tarea. Los sectores dominantes
esperaban que un próximo presidente “sensato” llevara a cabo la continuidad de
esa dependencia. Prueba de ello fue la descarada extorsión de Claudio Escribano,
director de La Nación, que antes de que Néstor Kirchner asumiera como presidente
pretendió fijarle las condiciones a las que debía atenerse en su gestión. Néstor
solía recordar la imagen de cuando, ya asumido, se quedó sólo mirando la Plaza
de Mayo detrás de los ventanales de la Casa Rosada. Un enorme compromiso en una
Argentina devastada. Nadie esperaba lo que ocurrió en las primeras semanas de
gobierno. El Presidente iba al frente, decía una cosa y la hacía. El pueblo
percibió de inmediato esa actitud diferente respecto de sus antecesores y la
consideración popular hacia él, que había asumido con el 23% de los votos,
creció, verificándose un rápido aumento de imagen positiva. El diario La Nación,
con esa perspicacia que tienen los grupos minoritarios tradicionales, advirtió
enseguida que ese presidente venía a cambiar el perverso estado de cosas
existente y ejerció una oposición abierta desde el principio.
–¿Por qué eligió a Daniel Scioli como candidato a vicepresidente?
–Las opciones no eran muchas. Al principio, los duhaldistas hablaron de una
fórmula Néstor Kirchner - Jose Manuel De la Sota, fórmula a la que rápidamente se
la llevó el viento. Luego, Eduardo Duhalde fungió de gran elector y
prácticamente lo ungió informalmente a Roberto Lavagna. Entonces, Néstor
organizó una comida de los matrimonios Kirchner y Scioli un viernes. El lunes
siguiente anunció a su compañero de fórmula, que durante ese fin de semana había
ganado la interna del justicialismo de Capital como candidato a jefe de
Gobierno. Scioli podía aportarle los votos de algunos sectores medios que
Kirchner necesitaba y, además, no representaba en sí mismo un contrapeso al
presidente con capacidad de conformar una fuerza propia. Aunque con otras
características, y con el kirchnerismo ya muy fortalecido, hay algún punto de
semejanza con la elección de Julio Cobos varios años después.
–¿Cuál era la posición de Néstor frente a la escasa, pero supremacía electoral
al fin, de Carlos Menem?
–El adversario a vencer era Menem. Mucha gente aún no le asignaba la
responsabilidad de la crisis económica que estalló en 2001. Después de todo, el
país le había estallado a la Alianza. La prueba es que Menem obtuvo una estrecha
victoria en la primera vuelta. Sin embargo, todos los candidatos sabían que si
el riojano no lograba sacar una buena diferencia en esa primera vuelta, el que
saliera segundo ganaría el balotaje.
–¿Por qué ciertas figuras, que luego serían emblemáticas del proyecto, le dieron
la espalda en un primer momento?
–Entiendo que lo sorprendente es lo que ocurrió a la inversa. Kirchner intentó
acercamientos preelectorales con Elisa Carrió y Néstor Ibarra. Ninguno estuvo a
la altura de las circunstancias. Carrió derivó a lo que es hoy, e Ibarra,
mientras tuvo poder, siempre fue ambiguo y esquivo respecto del kirchnerismo. En
el año 2006, Néstor le ofreció a los socialistas el ingreso de Héctor Polino al
gobierno como secretario de Medio Ambiente y su apoyo a Hermes Binner en Santa
Fe en las elecciones de 2007, pero en ellos privó su antiperonismo y se
fracturaron. Sectores sociales piqueteros se incorporaron al kirchnerismo pero
otros se opusieron férreamente y, en algunas circunstancias, se aprovecharon de
manera infantil de la correcta decisión del gobierno de no reprimir las
protestas bajo ninguna circunstancia, irritando la veta represora de los
sectores medios urbanos. Muchos sindicalistas permanecieron en la política del
“toma y daca” pero no lograron interpretar el proyecto. Rodríguez Saá destruyó
antes del balotaje su Movimiento Nacional acordando con Menem, que luego no se
presentó. Luis Juez fue el intendente más importante que estuvo en marzo de 2004
en el primer acto kirchnerista en Parque Norte, pero con el tiempo, y después de
idas y vueltas, Kirchner priorizó un acuerdo táctico electoral con De la Sota en
2007. No obstante, en consonancia con la pregunta, puede decirse que el sector
más emblemático que tuvo sus dudas al principio fueron las Madres de Plaza de
Mayo. Hay que recordar los dichos de Hebe de Bonafini de que eran “todos
iguales”. Claro que después, en su primera visita a la Casa Rosada, con Kirchner
ya presidente, Hebe cambió enseguida de parecer. Después de la teoría de los dos
demonios de la Alianza, era lógico que las Madres dudaran de los políticos.
–¿Qué pensaba el progresismo de entonces del político Néstor Kirchner y qué
pensaba Kirchner de aquel progresismo?
–El desarrollo que hace el libro sobre el comportamiento del progresismo en cada
circunstancia es extenso. En general, puede decirse que al progresismo le cuesta
aceptar las formas impuras, desprolijas y hasta aluvionales, que adopta el
movimiento nacional en cada etapa histórica. Con el kirchnerismo le pasó lo
mismo, incluso siendo éste mucho más formal y prolijo que lo que pudo ser el
rosismo, el yrigoyenismo o el primer peronismo. Y, además, ya el progresismo
contaba con una vasta experiencia histórica. Muchos sectores se incorporaron al
kirchnerismo y otros intentaron agruparse en el estrecho desfiladero que por
izquierda quedaba entre el kirchnerismo y la pared. Pero ahí había, y hay, una
cantidad de votos que no llega a los dos dígitos. Otros, dieron vuelta la pared
y, cuestionando como siempre las formas, terminaron aliados a la derecha. Sin
embargo, el kirchnerismo incorporó o mantuvo como aliados, hasta ahora, a mucho
más sectores progresistas que en otras etapas de predominio del movimiento
nacional.
–¿Cuál era su plataforma de gobierno y cuáles eran las diferencias con el
Partido Justicialista?
–Después de Menem, para explicar al peronismo ante la gente común se necesitaban
varias vueltas. Aún hoy, peronistas son Sergio Massa, Eduardo y Chiche Duhalde,
Juan Carlos Romero, el Momo Venegas, los kirchneristas, etcétera. Pero el
kirchnerismo, en cambio, se explica rápidamente. Se define por su concepción
nacional y popular, antiliberal, intervencionista. Como el “contrapoder” de las
corporaciones y los poderosos. Pero claro, Menem no pasó en vano. Para el
pueblo, que es lo que interesa, se puede ser peronista y liberal, pero no se
puede ser kirchnerista y liberal. Néstor, en el año 2003, explicaba que él no
era “pejotista”. Al congreso del PJ de marzo de 2004, el primero realizado
cuando era presidente, no fue y se encargó de hacer público por qué: “No tengo
tiempo, tengo cosas más importantes que hacer”. Recién después de 2005 ocupó
todo el espacio y también el del PJ. Exceptuando a la Ciudad de Buenos Aires, el
Partido Justicialista es una herramienta electoral importante y entiendo que ése
es el uso que siempre le dieron tanto Néstor como Cristina.
–¿Fue por eso que se abandonó la idea de la transversalidad?
–Kirchner nunca abandonó la transversalidad. El kirchnerismo se compuso siempre
de peronistas (incluyendo al PJ), dirigentes de los movimientos sociales,
socialistas (Jorge Rivas, por ejemplo), el Frente Grande, comunistas, radicales
(llamados radicales K), entre ellos varios gobernadores e incluso el
vicepresidente que Kirchner y Cristina eligieron en 2007. Luego se sumó Nuevo
Encuentro, sectores del Movimiento Popular Neuquino y del Movimiento Popular
Fueguino, muchísimos independientes, la CTA de Hugo Yasky, y más. Lo que sucede
es que los multimedios dicen que “el kirchnerismo está aislado y se pelea con
todos”. Pero no hay ninguna fuerza que haya incorporado formalmente a su seno a
tantos sectores provenientes de otras vertientes. No hay que olvidarse qué bueno
y honesto era Martín Sabbatella para esos sectores antes de incorporarse al
Gobierno. Ahora, al frente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación
Audiovisual (Afsca) es el diablo en persona. Dada la crisis de la partidocracia,
Néstor nunca entendió la transversalidad como un acuerdo programático entre
partidos y mucho menos un Pacto de la Moncloa. La transversalidad la entendió
desde el peronismo, que es la representación del movimiento nacional en el siglo
XX, siendo el kirchnerismo la identidad movimientista para el siglo XXI. Pero
eso fue una construcción que empezó en 2003 con el grado de avance existente
entonces o, mejor dicho, con el grado de retroceso que el movimiento nacional
tenía entonces. El kirchnerismo contiene hoy en su seno al peronismo del
conurbano y nacional, partidos políticos con representación nacional o
distrital, importantes sectores progresistas y de los movimientos sociales no
peronistas, organismos de Derechos Humanos, sectores intelectuales
independientes, organizaciones sindicales poderosas, cientos de miles de jóvenes
organizados y conscientes. Eso es la transversalidad.
–¿Cuáles son, a su criterio, las principales medidas que sentaron las bases del
proyecto?
–La principal, poner a la política por encima de la economía con un sentido de
respeto a la soberanía popular, la independencia económica del país y
priorizando siempre el desarrollo económico y social de la Argentina con la
vista puesta en mejorar la condición social de los sectores más humildes. Ese es
el paraguas de todas las medidas. Obviamente, el cambio en la Corte Suprema
menemista, la quita en la deuda externa, la recuperación de las políticas de
Memoria, Verdad y Justicia y la Integración Regional fueron pilares básicos de
la política kirchnerista.
–¿Qué pensaba Kirchner de los movimientos populares que cobraban fuerza en
Latinoamérica y cuál fue su aporte a ellos?
–Néstor fue el gran constructor del Mercosur y la Unasur. En 200 años de vida
independiente, los presidentes de los países sudamericanos carecían de un foro
propio donde juntarse. Si bien hubo coincidencia temporal, con algunos años de
diferencia, de la asunción de presidentes nacionalistas y progresistas en la
región, la integración en lo concreto no fue ni es un proceso fácil. Néstor
Kirchner fue un gran componedor en las fuertes disputas que en lo concreto se
suscitaron: entre Evo Morales y Lula Da Silva por la nacionalización abrupta del
petróleo y el gas en Bolivia, entre Hugo Chávez y Lula por la demora del
parlamento brasileño en aprobar la incorporación de Venezuela al Mercosur. Más
adelante, entre Venezuela y Colombia que casi los lleva a la guerra. Siempre
Néstor Kirchner intervino como componedor. Eso se relata con detalle en el
libro. Lamentablemente, el conflicto por las papeleras y la poca predisposición
del Frente Amplio conducido por Tabaré Vázquez para entender al Mercosur
empañaron en parte esos esfuerzos. En síntesis, el aporte de Néstor a la
integración sudamericana fue enorme y sus pares lo premiaron eligiéndolo el
primer presidente de la Unasur y hoy la sede del organismo lleva su nombre. No
se lo regalaron, es un reconocimiento a su labor.
–¿Puede enumerar los cinco o seis problemas más graves durante el gobierno de
Kirchner?
–Los problemas fueron enormes y muchos. Por todos lados había problemas. Para
dar una idea, los últimos patacones emitidos por la provincia de Buenos Aires se
terminaron de rescatar a fines de 2006. La epopeya de la crisis del gas apenas
asumido es poco conocida o reconocida. Ahí empezó la integración
latinoamericana. Pero no todos fueron éxitos, por supuesto. Enumeremos también
los fracasos. El principal, en lo económico, fue el intento de incorporar al
capital privado nacional a las empresas de servicios públicos privatizadas y
desnacionalizadas por el menemismo. El capital nacional (los Esquenazi son los
más notorios representantes, pero hay otros) no estuvo a la altura de las
circunstancias. Recién durante el gobierno de Cristina, el kirchnerismo terminó
nacionalizando y estatizando las grandes empresas. Durante el gobierno de
Néstor, la política ferroviaria fracasó, el servicio empeoró y recién ahora con
la decisión de la Presidenta y la gestión exitosa de Florencio Randazzo se
corrigió el rumbo.
–¿Por qué, sin cumplirse ninguna fecha redonda (algo tan caro a la literatura
política argentina), decidió realizar este libro?
–Porque no está pensado como una biografía o un panegírico. Sino como el libro
de historia que estaba faltando sobre el gobierno de Néstor. La masiva
incorporación de jóvenes al kirchnerismo presagia una fuerte incidencia (en el
gobierno o en la oposición) por buena parte del siglo XXI. El movimiento
nacional se expresa hoy y se expresará en las próximas décadas con la identidad
kirchnerista. Mi pretensión es aportar al ordenamiento y repaso de las ideas, a
construir la doctrina del kirchnerismo. Para eso era necesario recopilar lo que
se hizo y lo que faltaba hacer. Es impresionante lo que le pasa a uno con la
relectura de la historia reciente, incluso para aquellos que fueron partícipes.
Entiendo que ayuda mucho. Claro, falta aún escribir la historia de los gobiernos
de Cristina, tan apasionantes y superadores como el de Néstor. Pero aún no son
historia, sino presente.
EL LIBRO
Título: Con la Argentina al hombro. El gobierno de Néstor Kirchner 2003-2007
Autor: Daniel Rodríguez Paz
Editorial: Ediciones Ciccus
Perfil del autor
Daniel Rodríguez Paz (Buenos Aires, 1950) es licenciado en Economía y Magíster
en Administración Pública de la Universidad de Buenos Aires. Con cursos de
posgrado realizados en España y Japón, fue docente universitario y conferencista
en el país y el extranjero. Detenido durante los años de la dictadura
cívico-militar, con el advenimiento de la democracia fue, sucesivamente, Auditor
General de la Ciudad de Buenos Aires, presidente del Puerto La Plata, jefe de
Auditoría Interna en el Instituto Nacional de la Administración Pública (Inap) y
el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), coordinador del Centro de Estudios
Políticos de la Universidad Arturo Jauretche y, en la actualidad, es director de
la Comisión de Relaciones Interjurisdiccionales de la legislatura de la Ciudad
de Buenos Aires. Además de numerosos artículos periodísticos y universitarios,
entre sus obras publicadas destacan Estado y proyecto de sociedad (1986),
Integración latinoamericana y transición democrática (1987), ¿Adónde va la
Argentina? (2003), La muerte de los sueños (2005) y Ayer nomás (2006).
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