27 sept 2015

El botín es el Estado LA CORRUPCIÓN SISTEMÁTICA DEL PRO

El blindaje que los medios hegemónicos y el establishment económico le prodigan al procesado jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y candidato presidencial por Cambiemos, Mauricio Macri, resultó ser, finalmente, vulnerable. La denuncia realizada por el diario Tiempo Argentino revelando el negociado entre la fantasmagórica empresa La Usina, de Fernando Niembro, y sus contratos por más de veintiún millones de pesos traspasó el vallado de protección. Golpeó duro, lastimó la imagen y los valores pro del honestismo y transparencia PRO y reveló lo que es una práctica sistémica en el manejo de los recursos de los ciudadanos porteños en el partido de Macri.

El remanido recurso utilizado por el PRO, ése que se jactaba de la transparencia de exhibir públicamente a través de su página web todos los contratos celebrados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quedó reducido a una burda burla. Todos recordarán cómo el mismo Macri y Horacio Rodríguez Larreta solían responder “tenemos todos los contratos con proveedores publicado en la página web, cualquiera puede entrar y verlos, incluso el manejo de la pauta publicitaria”. Algo que no se condice con lo denunciado por la legisladora Gabriela Cerruti: los cuatrocientos mil pesos mensuales destinados a una radio en la provincia de Misiones durante una cantidad de meses, que llegaría a cifras de varios millones de pesos. Ni, en realidad, con ninguno de los casos que se denunciaron recientemente. La “página de la transparencia de la gestión” no lo es tanto.

El impacto de la denuncia del caso Niembro y su repercusión debió ser replicada por los medios hegemónicos en sus portales de noticias. No lo pudieron tapar ni esconder. El Niembrogate suscitó un editorial del diario La Nación pidiendo que el relator deportivo diera un paso al costado. Y así fue.

La Nación, el más dañino y antiguo conocedor del uso de golpear y de conducir campañas de desestabilización a lo largo de la historia, le marcó la cancha a Macri a través de un editorial.

Esto bastó para que Niembro renunciara a su candidatura como primer diputado por la provincia de Buenos Aires. El malestar y las disidencias internas que causaron la denuncia de Niembro estaban siendo tramitadas con dificultad y alto costo cuando a principios de la semana pasada se sumó la denuncia contra Eduardo Amadeo y los contratos que lo beneficiaron por más de cuatro millones de dólares. Lo de Amadeo resulta, además de poco pro, muy desvergonzado: semanas atrás, al ser consultado por el caso Niembro en el programa de espectáculos Intratables, negó enfáticamente, casi indignado, que él nunca hubiera tenido que ver con contratos con el Estado y que solamente se dedicaba a criar vacas, aunque una de ellas sea la que le saca leche al Estado porteño.

Límite a la impunidad

Los escándalos denunciados, la corrupción de los honestos, revela que bajo la impunidad que le proveen sus jefes corporativos y mediáticos el PRO se constituyó bajo la construcción de una gran falacia que culmina develándose como una impostura en su principal bandera: la honestidad, la nueva política.

Las prácticas acerca del manejo de las cuentas de la ciudad se encuentran dentro de los procedimientos y lógicas de la administración del sector privado, de las empresas de las que provienen gran parte de los funcionarios del gabinete de Macri, y de sus asesores más cercanos que se dedican al negocio de la construcción. La derecha logró instalar que el de­senvolvimiento de las prácticas del ámbito privado no son objetables porque el ámbito privado es prolijo y honesto frente a lo público, siempre ineficiente y corrupto. Sobre este axioma se trabajó durante décadas en la conciencia política de amplios sectores sociales para imponer el desprecio hacia la política, centrando su atención de corrupción pública y ponderando las buenas y honestas artes en lo privado. Según esa lógica, lo privado nada tiene que ver ni impacta en el resto de los ciudadanos y en nada les afecta el accionar monopólico de los privados, sus condicionamientos en el mercado interno, en las finanzas, en los precios, en la inflación, en la fuga de capitales y en la evasión impositiva.

Vulnerables

Valen algunas consideraciones respecto de las denuncias que destapan el accionar sistémico de cómo opera y entiende la gestión de lo público el PRO. En primer lugar, que es posible penetrar el blindaje que dispone el PRO, y que las denuncias fundadas, producto de la investigación rigurosa, no puede ser escondida eternamente, ni hay Grupo Clarín ni tribunas de doctrinas que los puedan tapar. La infalibilidad del PRO, como la de cualquier gobierno o fuerza política, puede ser puesta sobre el tapete y tener sus altas consecuencias.

En segundo lugar, que al no estar acostumbrados a quedar expuestos de manera grotesca como en los episodios antes destacados, la reacción ante el escándalo los deja en mayor evidencia por la falta de reflejos que la impunidad de los intocables les otorgó. Por último, que las denuncias judiciales, si bien fundamentales, y que seguirán el curso que dicte la Justicia, permiten desnudar de qué manera conciben estos sectores a la política, cuáles son sus programas de gobierno y con cuáles herramientas gobernarían un país en caso de acceder a la presidencia de la Nación. Pero, esencialmente, desnudar la hipocresía montada sobre la supuesta honestidad y transparencia, de la que no pocos ciudadanos, al menos, vieron resquebrajarse en los últimos días. Y volver a discutir de política, en serio, y de qué modelos de país se encuentran en pugna en menos de 30 días. Esto es lo que realmente importa.

Tucumán y después

Las denuncias de fraude en las elecciones de Tucumán, potenciadas luego por el extemporáneo y vergonzoso fallo de la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de esa provincia, fueron un ataque directo no ya al gobierno nacional, sino al sistema democrático y su estabilidad institucional, la que el republicanismo tanto proclama defender. El pedido de anulación de las elecciones tuvo su límite luego de que la Corte tucumana avalara el resultado de las urnas proclamando a Juan Manzur como el ganador. La desmesura del derrotado radical amarillo José Cano de recurrir a la Corte Suprema de la Nación fue de­sarmada por el propio Macri recomendándole aceptar el fallo de la Corte provincial y dar por terminado el asunto. La Corte presidida por Ricardo Lorenzetti hubiera rechazado tal desmesura. La operación fraude pergeñada como un primer paso que luego se extendería como reguero de pólvora al que el país se encaminaba hacia a un proceso electoral inviable que estallaría el 25 de octubre, fracasó. El PRO –Cambiemos, radicales, y otros– quedó en el centro de la escena, pegado en la peor de las fotos de un sistema democrático: el de no soportar lo que expresa el voto popular.

Las elecciones limpias, y ejemplares, en la provincia de Chaco, una semana atrás, y el triunfo del Frente para la Victoria a nivel gobernador e intendente de Resistencia, fue el golpe de gracia que terminó, al menos por ahora, con la operación desesperada opositora.

El diario La Nación, el martes pasado, una vez más bajo una supuesta nota periodística, le advertía a Macri titulando: “Aconsejan a Macri callar sobre casos polémicos”. “No atacará a Massa ni se referirán a las denuncias que salpican al PRO”.

Todo esto no es PRO, pero está bueno.

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