La comisión que les cobran los bancos a las pymes
subió de un 26 al 36 por ciento.
Las pymes perdieron capital de trabajo con la devaluación y enfrentan costos
financieros más altos, lo que puede impactar en el empleo a mediano plazo. Estas
firmas generan el 70 por ciento de los puestos de trabajo nacionales.
La devaluación, la eliminación o baja de retenciones y la suba de tasas de
interés definieron ganadores y perdedores en la economía nacional. Entre los
primeros están los exportadores en general y particularmente el sector
agropecuario junto a los bancos. En el segundo sobresalen los trabajadores y
jubilados, porque tienen ingresos fijos que se deterioran con la inflación. Pero
también están los empresarios pyme, que perdieron capital de trabajo con la
devaluación y enfrentan costos financieros más altos, lo que puede impactar en
el empleo a mediano plazo. Además, el esquema de protección de las importaciones
se flexibilizó y faltan varios meses para la recomposición de salarios a través
de las paritarias, que traccionan las ventas. No se trata sólo de que estén en
juego los empresarios pyme. Ese tipo de empresas genera el 70 por ciento del
empleo en el país.
El Gobierno cumplió sus promesas de campaña en materia económica. Eliminó las
retenciones a las exportaciones de todos los cultivos y las bajó de 35 a 30 por
ciento en el caso de la soja. Además, eliminó los derechos de exportación para
los productos industriales. Junto a la suba del tipo de cambio superior al 30
por ciento, se generó un fuerte aumento de los ingresos para esos sectores. Los
jugadores selectos del grupo agropecuario son Cargill, Bunge, Louis Dreyfus
Commodities, Aceitera General Deheza, Archer Daniels Midland (ADM), Vicentin,
Noble Argentina, Alfred Toepfer, Molinos, Nidera, Oleaginosa Moreno y la
Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). Entre las industriales exportadoras
se destacan Pan American Energy, Techint, Aluar y las mineras.
El otro grupo netamente ganador fue el de los bancos, ya que el Banco Central
desmontó la regulación que vinculaba la tasa de interés para pequeños ahorristas
a la evolución de las Lebacs, que son una referencia para los depósitos de las
entidades financieras en el BCRA. En los hechos, el BCRA convalidó una fuerte
suba de la tasa de interés para incentivar las colocaciones en pesos pero la
tasa para los ahorristas no subió en la misma magnitud, lo que genera un
beneficio para los bancos. También la conducción del BCRA a cargo de Federico
Sturzenegger eliminó el techo a la tasas para los créditos, otro guiño a los
entidades financieras. Como además se eliminaron las restricciones a la entrada
de capitales golondrina, el negocio se completa con la toma de deuda en dólares,
la valorización a tasas exorbitantes y luego la compra de dólares para la fuga
al exterior, siempre y cuando haya estabilidad cambiaria.
Del otro lado están los que perdieron con ese paquete de medidas, entre ellos,
las pymes. “Bajó nuestra capacidad de compra y subió la tasa para financiarnos.
Para el capital de la pyme es una mezcla explosiva. Es un momento complicado”,
resumió a Página/12 Raúl Zylbersztein, secretario general de la Cgera. La
situación es la siguiente. Las pymes se caracterizan por tener bajo poder de
negociación. Esa disparidad puede darse frente a sus proveedores o sus clientes
o frente a ambos. El peor escenario sería el de una pyme que compra insumos a
una serie de empresa monopólicas y vende sus productos a una marca renombrada o
un retail.
La prenunciada devaluación generó un universo de situaciones de micro tensión a
lo largo y ancho de la economía. Las pymes suelen emitir cheques a 30 días
promedio y enfrentaron un aumento de esas facturas, que incluso a veces están
directamente dolarizadas, como el caso del aluminio, la chapa, el polietileno o
insumos importados. La pequeña empresa vende a plazos más largos, entre 60 y 120
días, y además del desfasaje de pago y cobro, usualmente le impiden trasladar
los mayores costos. O sea, compran a los precios nuevos (más altos), pero venden
a los precios viejos (más bajos). Así, se reduce su capacidad para reponer
mercadería. “Cuanto más concentrada es la cadena, más complicado es”, agregó
Zylbersztein.
La opción que tiene la pyme es ahorrar en mercadería, no venderla, y en cambio
financiarse con la venta de los cheques que recibe de sus clientes. Sin embargo,
la comisión que le cobra el banco por esa operación aumentó con la suba de tasas
descripta más arriba, de un 26 al 36 por ciento. Otro ejemplo de suba del costo
financiero es el crédito aguinaldo, que las pymes suelen pedir al banco. La tasa
para estas operaciones a seis meses creció del 24 al 34 por ciento. Hubo
situaciones de este tipo en el sector metalúrgico, textil, calzado, juguete y
marroquinería, entre otros. Eso en el mejor de los casos, porque es muy común
que ante la escasa disponibilidad de crédito de parte de los bancos o la propia
subdeclaración del negocio, las pyme se financien en casas de crédito, donde el
costo financiero es mucho más alto.
“No solamente está el recorte del capital circulante y encarecimiento del
crédito, también cayeron las ventas con respecto al año pasado por efecto de la
pérdida del poder adquisitivo. Además, los grandes proveedores ahora tienen más
incentivo para exportar en lugar de vendernos y los retails amenazan con la
importación”, explica Ariel Aguilar, presidente de la Cámara Industrial de
Manufacturas del Cuero (CIMA). “Está subiendo el nivel de cheques rechazados de
pymes, pasa en muchos sectores, siempre gana el más grande o el importador”,
indica Marco Meloni, de Protejer, entidad que agrupa a las empresas de la cadena
textil.
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