Sábado 2 de septiembre: Los diarios Clarín y La Nación ocultan en sus tapas la masiva marcha que interrogó sin cansarse: ¿dónde está Santiago Maldonado? Delante de ese bosque, violentos incidentes no descriptos del todo. El Gobierno de la Ciudad da una cifra al menos curiosa de asistentes a la marcha: 30 mil. “Entre 30 mil y 50 mil”, es el cálculo oficial de la Policía de la Ciudad. Las fotos aéreas lo desmienten claramente, pero qué importa. El perfil del monstruo empieza a delinearse al mismo tiempo que pierden identidad las personas a las que les calzan el sayo a la fuerza. El RAM, Quebracho, anarquistas, radicalizados, violentos. Las historias con nombre y apellido quedan silenciadas detrás del secreto de sumario. Nadie puede hablar con ellas.
Domingo 3 de septiembre: Joaquín Morales Sola, editorialista de La Nación, califica la manifestación del viernes de “borrachera de violencia” y se hace cargo del mote “terroristas” para nombrar a grupos “radicalizados”. Alfredo Leuco, en Radio Mitre, construye con su tono campechano un nosotros al que le estarían “declarando la guerra” con molotovs y mentiras populistas. Jorge Lanata usa en su programa taquillero el hashtag #elagitedelodio. Curioso, el mismo viernes, antes de la marcha, en el programa de chimentos que conduce Mariana Fabbiani en Canal 13 ya se había hablado de “agite del odio” y se habían anunciado “disturbios” antes de que empezara la marcha. Una perla: en esa emisión el hijo de Alfredo, Diego Leuco, junto con la conductora, ponen a circular la versión de que Santiago Maldonado habría pasado a pertenecer a los mapuches -y eso implica como mínimo “antiestado”- porque en una carta lo llaman “hermano”. Morales Solá termina su columna diciendo: “Es la violencia de las palabras, que siempre antecede a la violencia de los hechos”, pero no habla de él. Mientras, las personas detenidas desde el viernes en la noche sienten cómo la humedad las atraviesa, pasan hambre en sus celdas, esperan demasiadas horas a un juez que puso una cita a las 8 de la mañana y llega al mediodía. Están presas desde el viernes. Hasta la madrugada del lunes, cuando después de otro traslado llegue la libertad, los abriga el canto de quienes en la calle sostienen su resistencia.
Lunes 4 de septiembre: El Ministerio de Salud, para celebrar el día mundial de la salud sexual, publica una imagen en la que un joven de gorrita y piercing entrega unas pastillas a una mujer que parece menos joven, humilde, de sonrisa enrevesada. Los dos se miran románticos, como si las pastillas fueran la promesa de algo. Sobreimpresa la frase: “Recibir gratis el método anticonceptivo elegido es un derecho de todas las personas”. Rara la elección de la imagen si se la compara con la mayoría de las campañas de comunicación de los gobiernos del pro en Nación, Ciudad o Provincia, suelen mostrar sonrisas de dientes perfectos o niños que parecen nacidos en Suecia. Acá hasta parece que buscan subrayar la palabra “personas” para que acompañe la imagen. Pero además ¿quién entrega gratis los anticonceptivos? ¿el muchacho a la mujer? ¿No debería ser una decisión de ella el método a elegir? Y ya que sonríe cómplice y erotizado, ¿no podría tener un condón en su mano para relevarla de la obligación de ser ella la que tiene que tomarse las pastillas –y de paso para prometer algo?–. ¿La elección de la imagen develará algo del inconsciente de quienes comunican en el Ministerio que quiere más niños rubios y menos niños negros? Mientras, el diario Clarín habla de la hipótesis del “sacrificio” para contestar la pregunta ¿dónde está Santiago Maldonado? Habría “pasado a la clandestinidad” para poner en primer plano la lucha mapuche. ¿La prueba? La carta en la que los que ya había puesto a circular Mariana Fabbiani en su programa de la tarde. El vínculo con el campo semiótico de la dictadura, el modo en que elige sus palabras el aparato de comunicación oficialista obliga a repetir y respirar: no, esto no es la dictadura.
Martes 5 de septiembre: Finalmente se cae la hipótesis de que a la pregunta ¿Dónde está Santiago Maldonado? se la podía contestar con la herida de muerte que le podría haber causado un puestero de las tierras apropiadas por Benetton, el examen de ADN, que el domingo se decía que no tendría fecha, dice que la sangre en la cuchilla del puestero no es del joven anarquista. Empiezan a publicarse testimonios de las personas detenidas, imágenes de la crueldad se multiplican: a las chicas que tenían tatuajes las desnudaron y las filmaron. El presidente Mauricio Macri dice por primera vez, públicamente, que está “preocupado y ocupándome todos los días” de la desaparición de Santiago Maldonado. El diario Clarín explica su cambio de rumbo en un focus group que señala la preocupación social en torno a la pregunta ¿dónde está Santiago Maldonado? Fue un focus group, que quede claro, no las 250 mil personas en la calle, no la insistencia sobre las paredes y en las escuelas de indagar sin cansarnos ¿dónde está Santiago Maldonado?
Miércoles 6 de septiembre: La semana termina acá, aunque esta nota pueda leerse hoy, viernes. En la calle, estudiantes secundarios salieron de a miles a hacer oír su voz contra la reforma educativa para la que no se consultó a la comunidad escolar ¿dónde está Santiago Maldonado? Hay montones de padres y madres que temen por sus hijos y sus hijas adolescentes, que todavía no pueden borrarse las imágenes de las detenciones y los relatos del después; pero no les piden que se queden en casa, acompañan la marcha. Todavía no sabemos si es bueno o es malo que el Consejo Nacional de las Mujeres se haya disuelto para pasar a ser un Instituto, como dice el Boletín Oficial. En las noticias y en las redes aparece una mujer, Victoria Donda, diciendo como al pasar que la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, había admitido, demasiados días atrás, que podía ser “que a un gendarme se le hubiera ido la mano”. La declaración no aparece como un dato, más bien como la naturalización compartida de ¿un exceso? Respirar y concentrarse: es sólo el discurso, esto no es una dictadura. En la puerta de la escuela de mi hijo se abre un punto fuga, una bocanada, nos sacamos una foto con los ojos de Santiago Maldonado inquiriéndonos todos: madres, padres, niños y niñas, hasta abuelos. Éramos pocas al principio pero se fueron sumando. Un pequeño acto de desobediencia en el lugar donde nos encontramos, nos reconocemos, donde nuestros hijos e hijas crecen y aprenden a reconocerse. La insistencia es una herramienta y el conjuro no cesa, en el subte, en los semáforos, en las escuelas, las casas, los lugares de trabajo y las plazas: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Hasta que digan dónde está.
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