13 feb 2013

Cuando la extrema izquierda se equivoca de enemigo (I)


La corriente trotskista adversaria de la Revolución cubana: cuando la extrema izquierda se equivoca de enemigo 

1- Introducción 

La heroica lucha que sostiene el pueblo cubano y sus dirigentes revolucionarios para elevar el nivel de vida del pueblo, perfeccionar la Revolución y hacerla estratégicamente viable, no sólo está enfrentando a Cuba con las fuerzas del imperialismo y la ultraderecha, sino también con una parte de la extrema izquierda de carácter trotskista, decidida a converger con la obra de acoso y derribo contra la Revolución. Esta convergencia se sustenta en la repetición, por parte de la extrema izquierda adversaria de la Revolución, de los mismos mensajes de la prensa imperialista. Para ello, frecuentemente recurre a mentiras, tergiversaciones y estudios manipulados a su antojo, como se verá más adelante. Todos estos mensajes están empaquetados convenientemente con un formato de aspecto radical e izquierdista con el objetivo de confundir a la izquierda internacionalista y solidaria con la Revolución, aprovechando las reformas económicas impulsadas por el gobierno cubano. Su objetivo es que la Revolución cubana y, más allá, otros procesos revolucionarios y de cambio en curso fundamentalmente en América Latina –aunque también en otras latitudes- dejen de ser un ejemplo positivo para los pueblos oprimidos y para amplios sectores de la izquierda internacional no integrados en el sistema.

De esta corriente trotskista adversaria de la Revolución cubana destacan pequeños grupos políticos activos en internet, como la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI), la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), e intelectuales a título individual, como Claudio Testa,
o Guillermo Almeyra. Esta extrema izquierda se esfuerza en presentar a Cuba como el reino del capitalismo salvaje, de la explotación laboral más siniestra, un país acaparado por unos dirigentes revolucionarios (calificados como «burócratas», aunque la gran mayoría tiene un nivel de vida notablemente inferior que sus críticos izquierdistas y comparte las penalidades del pueblo cubano) que buscan aprovecharse de los trabajadores. Normalmente un lenguaje sectario y estridente repleto de insultos y descalificaciones, y se auto consideran los defensores de los trabajadores cubanos desde el exterior dándose golpes en el pecho. Pero las corrientes de extrema izquierda adversarias de la Revolución tienen una influencia mínima o inexistente entre la clase obrera cubana, principalmente porque sus análisis están completamente divorciados de la realidad interna del país. Ello se debe a que subestiman la fortaleza del pueblo cubano y de sus dirigentes revolucionarios, al igual que mucho antes también habían subestimado al pueblo ruso: un pueblo al que creían incapaz de llevar a buen término la revolución soviética y construir el socialismo y, por lo tanto, un pueblo que en su acción política debía supeditarse a las revoluciones protagonizadas por los obreros occidentales, aunque éstas acabaran fracasando allá donde se intentaron. En este sentido, la extrema izquierda anticubana se nutre de una variedad adulterada del marxismo, un “marxismo” dogmático y eurocentrista, descendiente en línea directa con una II Internacional socialdemócrata partidaria del colonialismo. Empapada de este “marxismo eurocentrista”, la extrema izquierda anticubana desconfía permanentemente de las capacidades revolucionarias de los pueblos “atrasados” y por ello se arroga el “derecho de injerencia” perpetuo en todos los procesos revolucionarios habidos y por haber. 

Las organizaciones e intelectuales trotskistas anticubanos, en su guerra obsesiva contra la Revolución, se convierten en amplificadores de los mensajes emitidos por los sectores de la extrema derecha anticubana y los medios de prensa imperialistas, al repetir sus acusaciones y responsabilizar exclusivamente al gobierno cubano y a los dirigentes revolucionarios (los «burócratas») por la difícil situación que atraviesa el país. La corriente trotskista enemiga de la Revolución cubana sigue un patrón similar sustentado en los siguientes argumentos: 

a)
El problema de la Revolución no es de origen externo (el fin de la URSS, las amenazas militares yanquis, el bloqueo, los huracanes o la crisis mundial) sino interno (la «incompetencia de la burocracia»). Para ello, siempre ocultan o minimizan las multimillonarias pérdidas producidas por el bloqueo y otros graves factores adversos que han impedido la construcción de una economía más eficiente y productiva. 

b) La «burocracia» (Fidel, Raúl y todos los demás dirigentes políticos y sindicales) constituye una capa o clase social corrupta que está instaurando el capitalismo o ya lo ha hecho, explotando a los trabajadores. Para “demostrarlo” la extrema izquierda anticubana lanza impunemente acusaciones gratuitas sin ofrecer ninguna prueba o dato concreto: no se dice quienes son los supuestos explotadores o corruptos con nombres, apellidos y datos comprobables, ni los hechos delictivos que se le imputan, ni sobre cómo se produce la explotación a los trabajadores, ni a cuánto asciende el valor de esta supuesta explotación y a qué bolsillos va a parar. Confunden intencionadamente el robo y la corrupción que puedan cometer determinadas personas concretas con la explotación generalizada de los obreros, para dar la impresión de que los trabajadores cubanos están siendo tan explotados o más que en cualquier país capitalista. 

c) No existe democracia en Cuba; el pueblo y los trabajadores no deciden nada, «la burocracia no rinde cuentas a nadie» y le impone al pueblo sus decisiones por la fuerza, es decir, existe una «dictadura» tal y como plantea el imperialismo. Para “demostrar” este argumento, los trotskistas anticubanos nunca hablan de las consultas electorales periódicas en Cuba con una participación popular masiva, ni de las asambleas laborales, votaciones en los centros de trabajo, rendición de cuentas y otros procesos similares caracterizados por la participación directa y masiva de la población.

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