En el lenguaje político se ha instalado el concepto de "golpes blandos", que
refiere a las nuevas formas de desplazamiento de gobiernos democráticos. Es que,
desde la irrupción de expresiones populares en América Latina durante el siglo
XXI, la derecha en el continente sólo pudo regresar a través de acciones
institucionales como las que destituyeron a los presidentes de Honduras y
Paraguay.
Esta forma no es nueva, de hecho existe un mito que plantea que el ascenso del
fascismo y el nazismo se dio democráticamente, desconociendo el desgaste
institucional sobre las frágiles repúblicas que realizaron a través de acciones
violentas y represivas sobre grupos sociales y políticos, que quedaban bajo el
constante chantaje y avance de la concentración de poder absoluto en el devenir
del “Duce” y el “Führer”. Su ascenso fue violento, no democrático.
Si bien la derecha latinoamericana dista del poder movilizador del fascismo y el
nazismo, tiene la capacidad política, y cuenta con el apoyo de las potencias
imperialistas, para propiciar el desgaste institucional de los gobiernos
populares y dar embates contra las democracias en América Latina. Así fue como
la derecha hondureña en 2009, con apoyo de los Estados Unidos, logró desplazar
del gobierno a Manuel Zelaya, quien había tenido la osadía de adherir a la
Alianza Bolivariana, e instaló una nueva coalición encabezada por Porfirio Lobo.
También el Parlamento envistió sobre Fernando Lugo en 2012, y lo destituyó
responsabilizándolo por los enfrentamientos entre campesinos y policías en
Curuguaty.
En la actualidad, Venezuela es la expresión más abierta de los embates de la
derecha, también están sufriendo ese desgaste los gobiernos de Brasil y
Argentina. Tras la muerte de Hugo Chávez la Revolución Bolivariana sufre un
ataque constante por parte de una oposición que espera agazapada el asalto al
poder. En tanto que en Brasil, luego de la victoria de Dilma Rousseff sobre toda
la campaña de desestabilización y difamación montada por la derecha neoliberal,
ahora se montan sobre los casos de corrupción en Petrobras para impulsar un
Impeachment.
Así, la muerte del fiscal Nisman en Argentina alienta a sectores de la derecha a
buscar un desgaste institucional que provoque la caída del gobierno popular
establecido o su derrota en las elecciones de octubre. Centran el ataque en
responsabilizarlo del hecho sin cuestionar la situación política que lo
envuelve. Una denuncia a la presidenta sobre el encubrimiento de una acusación
con apoyo de la CIA y el Mossad, y que fue presentada con el beneplácito de unas
diputadas cocteleras de la Embajada norteamericana operando en el Parlamento
argentino, debería alertar sobre un embate a la democracia en el país, que
congrega a una derecha rabiosa que quiere volver a la dictadura del mercado
neoliberal.
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