La Argentina no es un vecino que exporta migrantes a los Estados Unidos como
México, no es un país estratégico del Medio Oriente como Siria y dista de ser
una nación petrolera como Venezuela. Tampoco es un miembro de la OTAN con bases
como Grecia. Por eso ni en Washington ni en París ni en Berlín los funcionarios
se despiertan pensando qué ocurre en Buenos Aires. ¿Afortunadamente? Sí, aunque
a primera vista alguien sienta herido el orgullo nacional.
Muy pocas veces los resultados de una política implementada en los Estados
Unidos o en la Unión Europea son directos para la Argentina. Fue directo el
reciente permiso para la entrada de carne vacuna al mercado norteamericano, por
ejemplo. Pero en general el impacto es indirecto. Y entonces, cuando uno quiere
saber qué cosas influirán sobre la Argentina, debe hacer inferencias.
Es lo que pasa con la relación entre el país, el sistema financiero y los
buitres.
Si los argentinos tuvieran que votar en el referéndum griego de hoy deberían
hacerlo por el No, como propone el primer ministro Alexis Tsipras. A la
Argentina le conviene el No.
Si los argentinos tuvieran que decidir si desean un proceso negociado entre
Estados Unidos e Irán deberían indicar que sí. A la Argentina le conviene que se
homologue el acuerdo hacia el que avanzaron ayer los negociadores y del que
informó en Viena el director de la Agencia Internacional de Energía Atómica,
Yukiya Amano. Negocian con Irán desde 2006 los representantes de los Estados
Unidos, China, Rusia, Francia, el Reino Unido y Alemania.
En Grecia, el ministro de Hacienda, Yanis Varoufakis, no dudó en la
clasificación: “La crisis es política”, definió. Según Varoufakis, Tsipras no
quiere el referéndum para tirar el sistema del euro a la basura ni para
destruirlo sino para negociar en mejores condiciones. “El futuro exige una
Grecia orgullosa en la Eurozona y en el corazón de Europa”, exhortó el viernes.
“Este futuro requiere que los griegos digan un gran No el domingo, que nos
quedemos en la zona del euro y que, con el poder que nos dé ese No, renegociemos
la deuda pública de Grecia y también la distribución de las cargas entre los
pudientes y los vulnerables.”
En política internacional nada es automático, pero un triunfo de Tsipras marcará
una disminución relativa del poder del buitre Paul Singer y de los fondos que
pelean en el mundo por ganancias sin límites y finanzas sin regulación. Y,
simétricamente, una derrota de Tsipras no sólo pondrá contentos a los buitres
sino que los fortalecerá. La puja es a la vez ideológica y práctica. Fortalece o
debilita las ideas y los proyectos de quienes, como diría Varoufakis, eligen
ponerse del lado de los más ricos o del bando de los más vulnerables.
En esa pelea incluso el Ejecutivo norteamericano está a favor de un arreglo de
la deuda menos gravoso para el pueblo griego. Su posición no es tan extrema como
la encarnada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo que representa a
los intereses de la banca privada y el Fondo Monetario Internacional. Una
hipótesis a pensar es que, sin abrigar muchas esperanzas en la Casa Blanca y en
su vocación solidaria, en el terreno financiero a la Argentina le conviene un
Obama fortalecido y no un Obama debilitado. Si se quiere, es una cuestión de mal
menor.
En cuanto a la cuestión iraní, no se trata de cualquier negociación con Teherán.
Aquí el tema resuena porque en 2013 la Argentina firmó un acuerdo con Irán, pero
no se trata de lo mismo. Primero porque el acuerdo argentino apuntaba –quizás
ingenuamente– a facilitar la colaboración iraní con la Justicia argentina. Y
luego porque el contenido de las negociaciones entre los Estados Unidos e Irán
tiene como protagonistas a la única hiperpotencia del mundo y a una potencia
regional y se relaciona con las chances de que los persas se conviertan o no en
miembros del club de la bomba atómica.
El hilo con la Argentina es Singer. Así como el buitre en jefe aprovechó el
acuerdo Argentina-Irán para desatar una campaña de descrédito, como si el
gobierno argentino negase el Holocausto y quisiera la desaparición del Estado de
Israel, también es el ariete contra toda negociación entre los Estados Unidos e
Irán. Pero a Singer, en esta campaña virulenta, le acaba de surgir un
problemita. El Chicago Council for Global Affairs reveló el viernes los
resultados de una encuesta sobre el programa nuclear iraní.
Mientras los líderes republicanos cuestionan duramente cualquier acuerdo, el
sondeo refleja que un 46 por ciento de los votantes de ese partido apoya un
arreglo. El 51 por ciento (no el 70 o el 80) lo rechaza. Según el Consejo para
Asuntos Globales de Chicago, la disparidad de criterios entre los líderes y sus
votantes responde a que los dirigentes reciben muchos millones de dólares de
aportes electorales de Singer y sus amigos como Sheldon Adelson, que organizó la
desafiante visita del ultraderechista israelí Bibi Netanyahu al Congreso
norteamericano.
El Programa de Consulta Pública de la Universidad de Maryland encuestó
ciudadanos en Maryland, Oklahoma y Virginia y recogió estos números:
- Seis de cada diez está a favor de un acuerdo nuclear por el cual Irán se
comprometa a un desarrollo pacífico a cambio del levantamiento de sanciones.
- Entre los republicanos está a favor el apuntado 46 por ciento, que llega al 74
por ciento entre los votantes demócratas y al 57 por ciento entre los que se
definen como independientes.
- Incluso en ese marco, el 56 por ciento dijo que si Irán viola el acuerdo
apoyaría bombardeos para “frenar a Irán en la obtención de armas nucleares”.
- Seis de 10 aprobarían ciberataques contra Irán.
- El 44 por ciento estaría de acuerdo en enviar tropas a destruir instalaciones
nucleares iraníes.
- El 80 por ciento apoyaría castigos económicos en caso de violación de un
acuerdo.
- Que no hay simpatía por Irán sino por un acuerdo queda claro con un dato: ocho
de cada 10 norteamericanos piensa que Irán juega un papel negativo o muy
negativo en Medio Oriente. Tan negativa es la percepción sobre Irán que
sobresale en la comparación con otros temas. Dos tercios de los consultados
están de acuerdo con el fin del bloque económico a Cuba, incluido en esa cifra
el 59 por ciento que se define como votante republicano.
No parece aventurado concluir que cuanto más “iranizada” esté la agenda pública
argentina, mejor para Singer. Y cuanto más “iranizada” esté la discusión en los
Estados Unidos, cuanto más tensa esté la relación entre Washington y Teherán,
peores serán los resultados para Obama y para la Argentina.
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