En los noventa, un sector biempensante del mediopelo argentino decía que el
menemismo era la exhibición obscena de riquezas mal habidas. Esa indignación
cívica encierra una pequeña trampa: da a pensar que, si no se mostraba, la orgía
de negocios sucios a costa del Estado era menos censurable. Recato, discreción,
eso era lo que le faltaba al menemismo. Sin embargo, para el propio presidente y
para los empresarios, sindicalistas, políticos liberales, peronistas, espías,
jueces y militares y conversos de toda laya, lo bueno era mostrarse sin tapujos.
Y eso se hacía con el aliento y la complicidad militante de un sector importante
de la sociedad. El ejercicio del poder no solo fue capaz de disciplinar sino que
también permite imponer valores perversos a los ojos de lo que, hasta entonces,
eran parámetros y conductas que desde ya existían pero circulaban con más
hipocresía.
Carlos Menem acaba de cumplir 85 años y durante años, como sucede con muchos de
los que llegan a la cima del poder, en las reuniones de quienes presumen de
tener buena información, durante horas se hacían los cálculos de los miles de
millones de dólares que circularon de modo ilegal para conformar la supuesta
fortuna del riojano. Nunca prosperó ninguna investigación seria sobre las coimas
y pese a haber sido probada la responsabilidad en el contrabando de armas a
Ecuador y Croacia, Menem sigue siendo el caudillo político querido y reconocido
por figuras centrales del Frente para la Victoria de cara a las elecciones
nacionales y de la provincia de Buenos Aires. En algún sentido, resultaba casi
un acto de cinismo guardar a Menem en el ropero. Pero hay algo insoslayable a
ese sinceramiento: en estos 12 años, entre otras cosas, en la sociedad se
recuperaron valores de autoestima de los derechos sociales y humanos, de
solidaridad y, quizá, de rechazo a la corrupción. Lo de quizá es subjetivo
precisamente porque el Poder Judicial no avanzó en muchas causas que involucran
a políticos con poder, uno de los cuales todavía parece ser Menem.
La denuncia del contrabando fue en marzo de 1995, y lo destapó Clarín cuando el
riojano le negaba al poderoso grupo de medios su intervención en la telefonía.
Sin demérito de la investigación que pudiera hacer Daniel Santoro, periodista de
ese diario, está claro que Héctor Magnetto dio vía libre a la denuncia recién
cuando tenía claro que Menem no iba a ceder a las presiones de Clarín justo
antes de las elecciones. Cabe recordar, por más que se denunciaba que se trataba
de 6.500 toneladas de armas y municiones salidas del puerto de Buenos Aires, el
14 de mayo, Menem arrollaba con el 49,94% de los votos. El 3 de noviembre, tras
el tsunami de votos menemistas, la fábrica militar de Río Tercero, Córdoba, fue
volada intencionalmente aunque ese mismo día el gobierno montaba una operación
para presentarlo como una explosión accidental. Murieron siete personas, 300
resultaban heridas y se borraban algunas de las huellas del contrabando ilegal.
La causa durmió y recién en 2008, un juez subrogante de Río Cuarto, Oscar
Valentinuzzi, procesaba a Menem y a dos imputados más. Las pericias indicaban
que la explosión había sido planificada por especialistas. Menem quedaba
imputado por estrago doloso y embargado por 200.000 pesos. El expediente pasó a
la Cámara Federal de Córdoba. Recién en agosto de 2014, ese tribunal inició el
juicio pero contra otros seis acusados y no contra Menem, porque ya había
establecido la “falta de mérito” contra el ex presidente en noviembre de 2008.
El fiscal Javier De Luca elevaba un recurso ante la Cámara de Casación Penal
para que Menem fuera juzgado. Se iniciaba una vuelta más en el laberinto
judicial y entonces, otro juez federal de Río Cuarto, Carlos Ochoa, seguía el
expediente. Habían pasado 19 años.
En cuanto a la causa del contrabando propiamente dicha, las novedades llegaban
en marzo de 2013. Cabe recordar que la Sala I de la Cámara Federal de Casación
Penal determinó que Menem era coautor del delito de contrabando agravado de las
armas contrabandeadas. Esa sala estaba integrada por Raúl Madueño, Juan
Gemignani y Luis Cabral (estos dos últimos están en boca de todos por estos días
por el Memorándum con Irán). Ese tribunal difirió la pena para que sea impuesta
por otro tribunal (el Penal Económico 3), que ya había intervenido en este
expediente. Menem fue condenado a siete años de prisión. Pero cabe recordar que
Menem tuvo la precaución de presentarse a la banca de senador en las elecciones
de 2011, cuando las causas avanzaban irremediablemente a la condena. Al gozar de
fueros, como los que tiene hasta fin de año, la condena no se hizo efectiva.
Para eso era preciso que el Senado sesionara y le quitara esos fueros
protectores. Pero eso no sucedió.
Esta tediosa y compacta descripción de una de las causas judiciales vinculadas
al poder hace pensar que algo huele mal en la Argentina. Que Scioli y Fernández
reconozcan a Menem es algo más que un acto de sinceridad justo en la semana en
la que se votan las PASO en La Rioja. Pero no solo eso: dónde está la delgada
línea roja que divide las relaciones carnales, la impunidad para los genocidas y
el atentado a la AMIA y estos 12 años donde se habla de “el modelo” con el mismo
nivel de vaguedad con el que puede hablarse de “el neoliberalismo”.
El erotismo del poder
Así le preguntaba frente a las cámaras del programa de Bernardo Neustadt la
voluptuosa Katja Alemann a Menem y el riojano ponía cara de nada. Corría el año
1996 y la respuesta de entonces parece más o menos simple: el poder seduce a los
otros, embellece a quien lo ejerce, promueve la lisonja, despierta ilusiones de
placer. También corrompe instituciones, favorece la impunidad.
Pero, ¿y ahora? ¿Qué tiene Menem para que dos figuras centrales del peronismo
que se propone gobernar los próximos cuatro años hagan gala de cordialidad con
Menem? Es probable que el nivel de pragmatismo en tiempos electorales haga creer
a muchos que con tal de consolidar el voto peronista en La Rioja es preciso
mostrar la unidad del peronismo para la victoria. Pero eso no alcanza. El
kirchnerismo quiere blindar la posibilidad de que haya impunidad sobre los
juicios a los genocidas. ¿Y sobre los noventas? En un mes comienza el juicio por
el encubrimiento al atentado a la AMIA, que tiene a Menem como una figura
central. Pero, claro, para entonces ya se habrá votado en La Rioja.
Pornografía en la UBA
El miércoles pasado, a la tarde, en el marco de un ciclo llamado “Miércoles de
placer”, estaban invitados los integrantes del grupo catalán Post-Op, quienes se
llaman a sí mismos investigadores en la post-pornografía. Tienen una larga
historia de intervenciones en espacios públicos donde representan sexo explícito
de forma más o menos retórica pero poniendo y mostrando el cuerpo. La actividad
era en la sede de Sociales de la calle Santiago del Estero, en el barrio de
Constitución, donde sobra sexo explícito por dinero y con infinidad de
patrulleros que no tienen ninguna intervención pese a la cantidad de veces que
las ONG como La Alameda hicieron denuncias de protección policial al
proxenetismo. Pues bien, el miércoles, las artistas de la post-pornografía
tuvieron la desafortunada idea de llevar la actividad prevista para un lugar
cerrado hacia los pasillos de la facultad. Se vio por un rato a un grupo de
gente que mostraba todo tipo de partes anatómicas y realizaba una cantidad
importante de posiciones sexuales. Este tipo de intervenciones son concebidas
como arte por sus organizadores. Y Carolina Justo Von Lurzer, coordinadora del
Área de Comunicación, Géneros y Sexualidad de la Carrera de Comunicación, así lo
entendió.
Los medios publicaron fotos que ayudaron a las mentes pacatas a creer que la
universidad pública es poco menos que un burdel.
Pero como los artistas se desparramaban sobre las mesas de las agrupaciones
opositoras a la conducción kirchnerista de la facultad de sociales, se dio un
colorido muy particular: gente practicando sexo –o simulando hacerlo– al lado de
carteles contra el ajuste y a favor de empoderar al pueblo. Quien escribe estas
líneas tuvo oportunidad de cursar esa carrera pero nunca corrió la suerte de
estudiar la semiótica corporal en grado sumo con clases prácticas tan vibrantes.
Siempre se debatirá si los medios son los que provocan o son las mentes de los
receptores las que decodifican escándalo cuando se emite arte.
La Carrera de Comunicación emitió un comunicado que subraya que La universidad
pública constituye un ámbito de libertad irrestricta, pluralidad ideológica e
intercambio permanente de ideas. Se trata de una comunidad integrada por
personas adultas que asisten a cada aula, auditorio o espacio de uso público con
pleno conocimiento de los contenidos de cada propuesta. Se desmienten
enfáticamente las versiones que señalaron la presencia de menores de edad y se
niega cualquier direccionalidad partidaria de un hecho que pretendió tener un
sentido artístico, político y académico. Finalmente, las autoridades “lamentan
si se hirió alguna sensibilidad al haberse desarrollado una parte de la
actividad fuera del espacio inicialmente asignado”. En este punto, las
autoridades fallan. No es que hiera la sensibilidad, ese acto debía hacerse en
un lugar cerrado y quienes trabajan con estos temas no pueden confundir el
ámbito: una cosa es la pretendida provocación artística y otra es la estupidez
de transgredir por el placer de escandalizar. El resultado es contraproducente
en un ámbito donde los estudiantes, docentes y periodistas deben capacitarse
para luchar contra la censura y la autocensura, así como en ensanchar los
límites de la libertad de expresión.
Más allá de los flancos débiles que dejó esa exhibición, cabe preguntarse si en
plena época victoriana, fue la pacata clase media inglesa la que se
escandalizaba de Oscar Wilde o era el genial dramaturgo quien no podía soportar
tanta hipocresía, homofobia y desprecio clasista. De lo que no cabe duda es de
dónde estaba el poder: a Wilde lo metieron preso, lo condenaron a trabajos
forzados durante dos años y no tenía fueros que lo ampararan ni políticos
poderosos que lo protegieran. Al salir, se tuvo que ir a vivir a París y ocultó
su identidad tras un nombre falso.
¿Quién hiere la sensibilidad?
En una aproximación superficial, podría decirse que los vanguardistas catalanes
quieren provocar conductas y reacciones frente a los tabúes y prejuicios
sexuales en una sociedad donde una altísima cantidad de delitos están vinculados
al sexo como parte de la dominación y el sometimiento. Los vanguardistas, en una
aproximación ingenua, quieren romper la vida pacata. Pero buena parte de esa
sociedad siente que le hieren la sensibilidad cuando le desparraman en público
lo que está reservado para la esfera privada. Algunos, quizá cada vez menos,
sienten que les hieren la sensibilidad cuando se deja impunes a quienes hicieron
exhibición obscena de riquezas mal habidas. O más aún, que naturalice que ya
pasaron dos décadas de aquellos años y que es hora de estar todos unidos para
triunfar.
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