Minutos después del discurso que marcó un cambio en la agenda del debate
político, el antropólogo Alejandro Grimson analiza el discurso de la ex
presidenta. Cristina Kirchner pidió armar la mayor articulación imaginable: un
frente ciudadano. Fue directa, mandó a no diferenciar entre K y anti K.
"Simplemente pregúntenle a la gente —dijo— ¿Usted está mejor o peor que hace
cuatro meses?".
Cuatro meses se mantuvo en silencio la oradora más impresionante de la historia
argentina. La que reúne tantas emociones, amores y odios como sólo supo reunir
Evita. Aunque algunos simpatizantes o cuadros de su fuerza la criticaron en voz
baja, ella explicó frente a Comodoro Py que el silencio fue su modo activo de
respetar la voluntad popular. También sostuvo que los primeros que deberían
respetar esa voluntad son justamente quienes resultaron electos.
Después de esos meses de silencio, había muchas preguntas sin responder.
¿Cómo regresaría Cristina? ¿Cuál Cristina volvería? Claro que muchos creen que
las figuras políticas son siempre iguales a sí mismas. En ese caso, no vale la
pena seguir leyendo, porque en realidad la política es dinámica, compleja y
contradictoria. Y Cristina, como otros líderes políticos, es justamente
dinámica, compleja y contradictoria.
En su discurso, propuso ante los asistentes una línea política clara y precisa.
No fue la unión de los peronistas, no fue en absoluto un kirchnerismo emocional,
sino la construcción de un frente cívico. Resulta imposible imaginar una
formulación más amplia. Según ella, no importa de qué partido provenga cada uno,
no tiene importancia a quién haya votado. Sólo importa que responda esta
pregunta: ¿Usted está mejor o peor que hace cuatro meses? Explicitó que a ella
no sólo le preocupa el 49% de argentinos que votó a la oposición, también el 51%
son parte de su preocupación política.
“Convoquen a los dirigentes sindicales también”, afirmó explicitando que se
trata de olvidar viejos rencores. “La palabra traición es una palabra fuerte”
previno e insistió: “No vine acá para dividir a los argentinos”. Ante el veloz
agravamiento de la situación social sostuvo: “Necesitamos ese frente ciudadano,
organizado, participativo”. Y a renglón seguido, conocedora de las internas
clásicas, pidió evitar discusiones sobre dónde reunirse y cuestiones por el
estilo.
Cuando algunos asistentes comenzaron a insultar a los más renombrados opositores
que no son kirchneristas, Cristina Kirchner respondió: “Así no van a convencer a
nadie”. En esa misma línea insistió en pedirle a sus adherentes y militantes que
no se peleen con otros argentinos porque hayan votado a otros partidos o porque
tengan opiniones diferentes. La inflación no distingue entre K y antiK. Una
razón sencilla para buscar la unidad.
La insistencia en su discurso acerca de esta idea de frente ciudadano, plantea
la pregunta de si acaso ella percibía que no se entendía bien el mensaje que
quería dar.
Cambió la agenda del debate. Su propuesta generará una amplia discusión en la
oposición. Además, planteó que el eje político de dicho frente es la lucha por
la libertad. La libertad es, tal como la propuso, también una lucha por derechos
democráticos, laborales y sociales en general. No puede haber libertad con
despidos, con miseria, con agravamiento de la situación social.
Cabe preguntarse si esa orientación política será asumida rápidamente por todo
el kirchnerismo y si podrá mantenerse en el tiempo. ¿De dónde proviene esta
duda? Durante el segundo mandato de Cristina se fue desdibujando la vocación de
construcción hegemónica y los discursos fueron cada vez más dirigidos al tercio
de argentinos que más apoyaron al gobierno, perdiendo el diálogo con el tercio
de indecisos. El diálogo, al igual que la construcción de mayorías, requiere
necesariamente de escuchar, de aceptar críticas, de no apresurarse a acusar de
tibieza o traición.
En la coyuntura política actual, la oposición al gobierno tiene sólo tres
posibles estrategias, como señalamos en un artículo con Gerardo Adrogué. Una es
la negociación con el gobierno nacional en procura de gobernabilidad de las
provincias o municipios. Aunque en democracia siempre es necesario dialogar y
negociar, esta primera estrategia es pobre cuando se reduce a un acuerdismo que
renuncia a la construcción de una alternativa política de mediano plazo. La
segunda estrategia, que habrá que ver si no fue deshechada hoy por Cristina
Kirchner, consiste en radicalizar una identidad kirchnerista pura basada en la
defensa cerrada de los doce años de gobierno. El problema principal de esta
línea es que fortalece la fragmentación de la oposición, uno de los principales
capitales políticos del oficialismo.
La tercera estrategia implica un cambio relevante: buscar articular
heterogeneidades en defensa de derechos económicos, sociales y políticos.
Implica construir una oposición sólida, que no cae en una unidad vacía, porque
justamente se hace alrededor de la defensa de derechos y de conquistas. Se trata
de una oposición diversa donde ninguna de las identidades o agrupaciones tiene
prevalencia absoluta sobre las otras, porque prioriza la unidad contra el
neoliberalismo a una política de identidad. Hoy Cristina Kirchner planteó una
opción clara en procura de la mayor articulación imaginable: un frente
ciudadano. Habrá que ver si la diversidad de dirigentes opositores está a la
altura del llamado y si quieren, saben y pueden llevarlo a cabo. Las rápidas
deserciones de algunos no debería interpretarse como un fracaso: la articulación
de heterogeneidades no es sólo una convocatoria a dirigentes, debe ser una
convocatoria a que todos los ciudadanos afectados por el ajuste coloquen por un
tiempo en segundo plano sus propias banderas partidarias para poder estar a la
altura de defender los intereses de las grandes mayorías de argentinos.
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