En las afueras de los tribunales de Comodoro Py miles de argentinos, muchos con
militancia partidaria, sindical o social, escucharon bajo la lluvia a la única
política por quien se sienten representados. Cristina Kirchner les pidió barajar
y dar de nuevo: pasar de las plazas de la resistencia al armado, de abajo hacia
arriba, de un frente que convoque a los desencantados con el kirchnerismo. El
regreso de una líder, las tensiones del peronismo y las intrigas de la justicia
federal que el PRO no logra controlar.
La ola de aplausos les avisa a los de atrás: Cristina Kirchner subió al
escenario y está a punto de hablar. La avenida Comodoro Py, en la puerta de los
tribunales, es un espacio poco habitual para una marcha política tan masiva. Los
manifestantes, a pesar de que muchos son adolescentes, ya acumulan un historial
intenso de presencia en actos callejeros. Pero acá, en esta punta ventosa de la
Capital, justo frente a Comodoro Py, no se terminan de hallar. El escenario fue
armado a las apuradas: es bajo, sólo se ve desde muy cerca, y casi no hay
amplificación. La llovizna, los paraguas y el cansancio de los militantes, que
aguantan parados desde hace horas, le agregan confusión al evento. Tras cuatro
meses de gobierno macrista, esta vuelta de Cristina Kirchner no fue buscada. Al
contrario, fue forzada por el juez Claudio Bonadío, uno de los mayores enemigos
judiciales que se ganó el kirchnerismo a lo largo de sus 12 años. Ahora, sin
embargo, en un contexto de inflación alta, despidos y ajustes, pretende ser
aprovechada al máximo tanto por los dirigentes, como por el famoso núcleo duro
que apoya a la expresidenta.
“Gracias por este regalo que me dan de bienvenida”. Esas fueron las primeras
palabras que, salvo los de adelante, casi nadie pudo escuchar. Otra tanda de
aplausos advirtió que era momento de prestar atención. Desde su silla de ruedas,
Olga, 72 años, jubilada, ex crítica de teatro y habitante paria de Recoleta,
saca una radio a pilas gris. Es digital, pero imita a las antiguas. Pone AM 750,
una de las pocas señales críticas hacia al gobierno. “Acá seguro que lo pasan”,
le dice a su esposo Guillermo. Sube el volumen y se arma una convocatoria
espontánea alrededor de su silla. Un pelirrojo de barba, anteojos de carey y
remera de Nuevo Encuentro acerca la oreja. También una morochona teñida de
rubio, con jean nevado y camperita militar; y una pareja clasemediera con
paraguas violeta. Se suman otros, y de golpe se arma una mini-comunidad
kirchnerista alrededor de la radio. Parece un fogón.
“Como decía ayer una señora, que pedía que me habiliten de por vida para ocupar
cargos públicos. La proscripción otra vez en la Argentina. Qué poco originales”,
ironiza Cristina, y la tribu celebra. “¡Genia!”, grita un pelado con una remera
que dice “Cristina Fernández de Kirchner, mi madre”. Interpretan sus frases y
las discuten: “está pegando, eh”, advierte un flaco treintañero de buzo canguro.
Cristina es una metralleta de referencias históricas: se compara a la pasada con
Hipólito Yrigoyen y Juan Perón. “Si pudieran prohibir la letra K del
vocabulario, lo harían”, dice CFK, y una chica camporista de La Plata interpreta
un “paralelo con el proceso”. Los demás asienten, y ella saca el celular para
pedir en su grupo de wasap “Militando con aguante” que la esperen y no se vayan.
En el medio del discurso, y con especial énfasis al final, la expresidenta
propone “conformar un gran frente ciudadano“, en el que “no se le pregunte a
nadie a quién votó, en qué sindicato está o si es trabajador o jubilado. Que
sólo se le pregunte cómo le está yendo, si mejor que antes o peor. Ese es el
punto de unidad de los argentinos: reclamar los derechos que les han
arrebatado”.
Justo cuando Cristina nota que está “hablando mucho”, un morocho de campera
negra tira la toalla. “Me tengo que ir: chau compañeros, nos estamos viendo”,
avisa y saluda con ambas manos al grupo de desconocidos.
Al lado de una ventana con vista a la punta de Plaza de Mayo, el funcionario
macrista mandó a poner lo que cualquier secretario de Estado tiene en su
oficina: tres pantallas. En TN, aparecen Macri y Vidal, con una textual del
presidente sobre un zócalo rojo: “Cristina estuvo muy ausente estos meses”. Es
una repetición de la breve conferencia de prensa que dieron a la mañana, tras un
acto en Quilmes. C5N elige mostrar otra repetición: la de Axel Kicillof, rodeado
por una nube de movileros, a la salida de Comodoro Py. Acusado por Claudio
Bonadío en la misma causa que Cristina Kirchner, Kicillof dijo y ahora vuelve a
decir por C5N que “todo es una maniobra política”. Unas 24 horas antes de que
Cristina Kirchner declare ante el mismo juez, Kicillof también tuvo su
mini-marcha del aguante. En las escalinatas de los tribunales de Retiro, al
diputado y ex ministro de Economía lo esperaron Mariano Recalde, Dady Brieva,
Liliana Herrero, María José Lubertino, Gabriela Alegre, Eduardo “Wado” de Pedro,
Julio De Vido, Carlos Kunkel, Nilda Garré y Andrés Larroque. Kicillof es uno de
los dirigentes más queridos y valorados por Cristina Kirchner: la ex presidenta
retuitea casi exclusivamente sus opiniones, en lo que muchos interpretan como
una señal de preferencia electoral anticipada. Para el cristinismo, su presencia
en los tribunales es como una de esas peleas preliminares muy importantes, a la
espera del enfrentamiento principal del día siguiente.
El funcionario macrista, sin embargo, no les presta demasiada atención a
Kicillof ni a su jefe: alterna en automático entre su celular samsung 6 y las
TV. “De esta causa zafa, pero si se le suman varias eso la va a desgastar,
porque la muestran a la defensiva, teniendo que hablar del pasado, y le complica
la construcción política en el peronismo. Según nuestras encuestas, bajó en
imagen. Pase lo que pase, no se va a convertir en mártir”, afirma el secretario
cincuentón.
Dentro del PRO todavía no se ponen de acuerdo sobre qué prefieren. Meses atrás,
Jaime Durán Barba afirmaba: “Sólo el 14% de la gente quiere verla tras las
rejas, pero el 86% no”. Pero el riesgo de acorralar judicialmente a la ex
presidenta es agrandar el mito: el kirchnerismo siempre golpeó más y mejor
cuando iba en retroceso.
Sin un gran poder de influencia sobre Comodoro Py, el gobierno presenta su
debilidad como virtud: “No bajamos línea ni operamos sobre los jueces
federales”, se jacta el funcionario. Mientras tanto, aprovecha la coincidencia
de intereses con Bonadío.
El acto tuvo lugar en el epicentro de la información política y judicial de las
últimas semanas: Comodoro Py es un hormiguero. Una parte de los jueces federales
que habitan los despachos de Comodoro Py quieren revancha. El PRO no logró aún
una interlocución fluida con los distintos sectores de la justicia federal. El
ministro de Justicia Germán Garavano no es lo mismo que Ernesto Sanz. El radical
declinó misteriosamente ese cargo. La UCR tiene historial en el trato a los
jueces. Sabe caminar Py, Tribunales, el Consejo de la Magistratura, las
facultades de Derecho de todo el país.
Pero hay algo más: el macrismo apuesta a un enfriamiento de la política, casi
como la contracara de la marcha a Comodoro Py y cierta jactancia altanera de los
simpatizantes de Cristina Kirchner. Así, mientras los kirchneristas ven un
déficit en la escuálida presencia y el escaso fervor de los actos públicos de
Macri (el de discurso de asunción y el de apertura de sesiones, por ejemplo),
los macristas perciben total normalidad. La vida privada, con sus goces y
bemoles más íntimos, constituye el alma de la ciudadanía a la que apunta el PRO.
Las muchísimas parejitas sueltas, desde adolescentes hasta veteranas, se plantan
a un costado y miran el desfile de los militantes organizados. Pasan con
banderas de La Cámpora, de Nuevo Encuentro, Kolina, Partido Comunista Congreso
extraordinario, el peronismo de Avellaneda con el intendente Jorge Ferraresi a
la cabeza; La Martín Fierro, Solidaridad e Igualdad, Movimiento Evita, Miles de
Luis Delia, Movimiento Octubre, de los radicales de Los Irrompibles y de la
cibermilitancia “Resistiendo con Aguante”, y un grupo del ex intendente de La
Matanza Fernando Espinoza.
“A mi no me cambió la vida, pero vi que a otros sí, y ahí me hice cristinista.
En 2003 yo había votado a Lilita. ¡Qué boluda! A Néstor no le creía. Pero ahora
me emociono al ver el amor que tanta gente le tiene. Es algo que los liberales
no van a poder entender nunca”, explica Susana, una coqueta jubilada de ojos
celestes que se vino desde Flores junto a su esposo Daniel.
Emponchada con una bandera Argentina, María Lobos salió a las 6 am desde La
Plata porque “cuando una amiga te necesita, hay que estar”. Es acompañante
terapéutica y vino con un grupo de colegas. “A mí me abrió los ojos Néstor. Yo
era una burgués boluda”, afirma, y amaga jocosamente con ponerse a llorar. “Es
que si lloro mucho me pagan más: podemos llegar a mil pesos por persona”,
ironiza. Es una respuesta a la versión que circuló en twitter –retuiteada por
antikirchneristas, trolls y bots- y repetida también por Eduardo Feinmann, según
la cual había militantes que cobraban 500 pesos (más vianda y traslado) para ir
a Comodoro Py.
Casi no hay ruido de bombos, y la presencia del aparato peronista (el no
kirchnerista, al menos) es minoritaria. Desde el peronismo más ortodoxo, el ex
gobernador de San Juan, candidato a presidir el PJ, ensayó una solidaridad algo
fría. Y el ex gobernador Daniel Scioli se limitó a calificar de “injusta” la
acusación contra CFK, en la intrincada causa por el llamado dólar a futuro.
Otros peronistas directamente optaron por darle la espalda. Mientras Cristina
castiga a Macri desde el escenario de Retiro, el presidente comparte acto con el
gobernador Juan Manuel Urtubey en Salta.
“Más de 70 intendentes nos acompañan”, dijo la locutora que animó la previa,
cuando faltaba casi una hora para la llegada de Cristina a los tribunales.
Pudieron ser 70, tal vez menos. Vale la pena leer el dato como una muestra de
fuerza de los jefes comunales de cara al rearmado del justicialismo.
Tal como empezó a ocurrir desde la ruptura con la CGT de Hugo Moyano, los
grandes sindicatos tampoco estuvieron en Comodoro Py, salvo algunos grupos
aislados como el gremio de los curtidores, una rama de los petroleros, algunas
seccionales de Luz y Fuerza, algunas de Uocra, el Satsaid (telecomunicaciones),
ATE Capital y los docentes privados nucleados en Sadop, entre otros. Muchos de
los gremios presentes –enrolados en la CGT o CTA- fueron los que firmaron una
solicitada contra el pago a los fondos buitre y quienes luego marcharon en
conjunto el 24 marzo.
En el “frente ciudadano” que imagina Cristina también hay lugar para los
sindicatos. No sin ironía, se escuchó a la expresidenta: “Convoquen a los
dirigentes sindicales también, a esos que nos hacían paro porque no querían
pagar el impuesto a las ganancias y hoy ven cómo se pierden puestos de trabajo”.
Por la tarde, Macri recibía en Olivos a representantes de las tres CGT (la que
comanda Moyano, la de Caló y la de Barrionuevo), que a su vez tienen pensado
hacer una gran movilización el 29 de abril.
Tan difícil como tender nuevos puentes con el sindicalismo que se alejó del
kirchnerismo a partir de 2012, será sumar al frente a los peronistas que se
fueron hace un mes, como Diego Bossio. Las columnas ubicadas más cerca del
escenario –mayoría de agrupaciones de Unidos y Organizados- le dedicaron
insultos al diputado y ex titular de la Anses. “Así ustedes no van a poder
convencer a nadie”, les dijo Cristina.
Con referencias repetidas al ajuste y la inflación, el camino que Cristina
pareció marcarle a la militancia organizada y a los “empoderados” no sería el de
llenar plazas los sábados o domingos para escuchar a exfuncionarios o panelistas
de 6,7,8 sino sumar potenciales votos. Votos que se perdieron y que hoy son
parte del 51% que llevó a Cambiemos al poder (de la Nación y de la provincia de
Buenos Aires)
El himno informal del acto de Comodoro Py es “ohhh, vamos a volver”, pero
también se canta que “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”. Un
grupo impone un hit inesperado: “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta
tiene cuenta en Panamá”. El tono general del acto es de un apoyo entre político
y cariñoso a la ex presidente, más allá de las viejas rivalidades con el Grupo
Clarín, Macri y la corporación judicial.
Uno de los delegados de Sadop Capital, Silvano, licenciado en Ciencias Políticas
y profesor de Historia, explica que a él Cristina sí le cambió la vida. “En 12
años recuperamos las partitarias y sumamos más de 70 mil nuevos afiliados. Mi
mamá ama de casa se pudo jubilar, y yo me compré un auto, una casa en Pilar y me
fui de vacaciones. En los noventa yo atendía un kiosko”.
Con 45 años, barba y tono pedagógico, Silvano además es Doctor en Historia,
recibido en la Universidad de Lanús (una de las creadas en el ciclo kirchnerista).
Sobre los casos de corrupción que involucran al anterior gobierno, este
intelectual blanquea un tema incómodo: “Donde hay poder, siempre hay corrupción.
Y está mal. Pero yo prefiero hablar de lo medular: la industria, el trabajo y
los derechos ganados”.
Cuando el movilero de América TV le pide al vendedor de choripanes y
hamburguesas que repita a cámara “a los choripaneees”, un veterano con
escarapela se enoja. “No mostrés esta pavada. Enfocá a la gente, que es lo
importante”, lo increpa Rodolfo Sereceli, abogado de 67 años, oriundo de San
Isidro. “Calmate que te va a hacer mal”, le responde el cronista, y el abogado
engrana aún más. “No me tratés como un boludo, eh”, lo desafía, pero el cruce
queda ahí. No es el único momento de fricción con la prensa: horas antes, la
movilera de Radio Mitre, Mercedes Ninci, fue agredida por unos militantes
camporistas.
Con su reaparición anticipada, Cristina volvió a hacer gala de su principal
capital político. Porque si hay algo que mantiene con vida al espacio de la
expresidenta (incluso dentro del PJ, donde hay muchos sectores que la quieren
jubilar), es la demanda de representación que todavía la elige. Una preferencia
política, ideológica y hasta emotiva. Se trata de un sector de la población que
valora a Cristina y a lo que ella expresa, en medio de una evidente crisis de
liderazgos capaces de reemplazarla.
Sin el cristinismo como opción, ese pedido de representación se queda huérfano.
Es una demanda ajena a la rosca del PJ, las inquinas y los gestos
superestructurales. Eso se vivió en Comodoro Py: un capital político algo
inorgánico, continuador de las plazas de la resistencia, la activación K en las
redes y la retórica sobre los empoderados. Tras cuatro meses silenciosos,
Cristina propuso articular toda esa energía desde abajo, para que no se corte ni
se diluya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario