El escándalo de las escuchas telefónicas que involucró a Mauricio Macri
determinó que esa actividad saliera de la órbita impenetrable de los servicios
de inteligencia. Y se la instaló en la de la Justicia para hacerla más
transparente. Pero ahora el gobierno de Macri la devuelve a la oscuridad de los
servicios de inteligencia. Aunque los jueces dejaron fuera al presidente, los
que dirigían a los pinchadores de teléfonos eran de su entorno más cercano, como
el ex comisario Fino Palacios, o habían sido contratados por su gobierno (en la
CABA), como Ciro James. Y el mismo Macri estaba interesado en varias de las
víctimas de ese espionaje (tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola...). Por
una cuestión de simple vergüenza y portación de antecedentes, es un ámbito donde
este presidente no tendría que meterse y menos para deshacer una medida que
quiso evitar una forma de espionaje ilegal desde el Estado como en la que él
estuvo involucrado. Pero lo hace y no pasa nada. Conclusión y confirmación:
Macri es el presidente civil con mayor impunidad mediática en la historia de
este país. Cuando el macrismo quiere mostrar su diferencia con el kirch- nerismo
y resalta su tolerancia, dice: “no- sotros vamos a escuchar a todo el mundo”.
Bueno, no es una metáfora.
Con ese respaldo, el macrismo ha instalado un lenguaje de sentido inverso, por
no decir alvesrre. Durante la campaña prometió “pobreza cero”, “acabar con el
narcotráfico” y “cero tolerancia a la corrupción”. En el Foro de Infraestructura
que se realizó esta semana, el ministro de Transporte Guillermo Dietrich dijo
que “el presidente Macri es el de más agallas, honestidad y capacidad que hemos
tenido”. Y la frutilla del postre ha sido el título del “Programa Nacional de
Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados”.
Traducción: “Pobreza cero” equivale a tarifazo, devaluación y desempleo. “Acabar
con el narcotráfico” es un modismo para aludir a “fiesta electrónica Time Warp
de Costa Salguero”. Y “cero tolerancia a la corrupción” es algo así como Panamá
Papers. Una idea muy instalada por el macrismo tiene expresión en la fórmula
Tolerancia=Veto. Dicho de otra forma: “yo tolero que digas todo lo que vos
quieras (como la ley de desempleo) y te veto todo lo que yo quiera”.
La evaluación de Dietrich, (el ministro de Transporte que viaja en bicicleta
pero tiene la mayor empresa de venta de autos del país) sobre Macri es lo mismo
que viajar en bicicleta pero te vendo autos. En todo caso es una opinión
personal que desconcierta en este lenguaje de sentido inverso. Con respecto al
proyecto para los jubilados, respeta las generales de la ley: tiene más de
Destrucción Histórica que de Reparación.
El proyecto, que el jueves obtuvo dictamen de comisión con el respaldo del PRO y
los radicales, aliados con el massismo y el Bloque Justicialista, ha generado un
debate en el que incluso intervino la ex presidenta Cristina Kirchner. Haber
pegado el blanqueo a los jubilados ya dice que el proyecto tiene la cola sucia.
Son dos ideas que tratan de justificarse y disfrazarse una a la otra. Los
jubilados le ponen cara solidaria a un blanqueo de millonarios evasores y el
blanqueo le quiere poner la cara “económicamente sustentable” a una medida
supuestamente solidaria tan poco neocon-neolib.
Este lenguaje de sentido inverso crea situaciones excepcionales. Por ejemplo
logra que coincidan un neoliberal extremo como José Luis Espert con Cristina
Kirchner, que para él representa el populismo extremo. En el contexto del debate
por el tema de las jubilaciones, Espert afirmó que “el macrismo es como el
kirchnerismo con buenos modales”. Este hombre, que en algún momento asesoró a
Cambiemos, ve en esta “reparación histórica” una medida demagógica y populista
porque no tiene sustentabilidad económica. Lo mismo dijo Cristina Kirchner en su
carta al afirmar que al no tener sustentabilidad, esta ley significará a mediano
plazo la destrucción del sistema público de reparto para las jubilaciones y la
vuelta de las AFJP.
Los dos tienen razón en que la ley no tiene sustentabilidad a mediano plazo.
Espert se equivoca al equipararla por este motivo con los logros sociales del
kirchnerismo, porque en ese caso, todos tuvieron sustento económico, incluyendo
los subsidios a las tarifas, que podrían ser mayores o menores, pero que se
sustentaban en la alta recaudación por retenciones, por crecimiento económico y
por un alto consumo. En cambio, los últimos datos de aumento de la recaudación
están por abajo, casi a la mitad, de la inflación anual, lo que ya refleja una
caída importante que, si se mantiene o se agudiza, significará un cambio radical
de paradigma para el Estado, lo que servirá de excusa para una nueva ola
privatizadora y de endeudamiento.
Tanto Espert como Cristina Kirchner coinciden en que el sistema jubilatorio
nacional, público y de reparto es prácticamente incompatible con el tipo de
sociedad que plantean el PRO, el radicalismo y el mismo Espert. En ese aspecto,
ya sea cortando de un tajo y abriendo otra vez el juego a las jubilaciones
privadas, como quisiera Espert, o con medidas demagógicas que terminen por
asfixiarlo como quiere hacer el oficialismo, un sistema público que abone
jubilaciones razonables y dignas, no tiene lugar. En ese modelo de país, los
pocos que puedan pagar una privada tendrán un retiro aceptable. La jubilación
pública será solamente para los pobres que tengan aportes. Es lo que pasó en los
90, está en el resumen Lerú del neoliberalismo.
Es lo que está inserto en este lenguaje de sentido inverso que usa el
oficialismo. La idea de un sistema nacional, público, solidario y de reparto no
encaja en el modelo neoliberal de Cambiemos. Es una discusión que va más allá de
esta ley puntual porque la diferencia de modelo de país y de visión del mundo es
similar a la que existe entre la jubilación por un sistema solidario, como el
actual, (al que instauró el primer peronismo, sacó el neoliberalismo menemista y
volvió a reponer el peronismo kirchnerista) a otro de capitalización individual,
como se denomina bien al sistema de las AFJP y las jubilaciones privadas. Es la
repetición de un debate. Espert y Cristina Kirchner lo tienen claro, cada uno
desde lugares diferentes. Espert critica al proyecto porque Cambiemos jura que
es para favorecer a los jubilados que cobran del Estado, pero todavía no
engancha o ve cierta actitud vergonzante o demagógica en ese sentido inverso del
lenguaje de Cambiemos que dice adelante y va para atrás.
Resulta sospechoso que en un momento de crisis, este oficialismo avance con una
medida que implica un alto gasto. Es un contrasentido que se meta en ese gasto
en solidaridad con jubilados cuando para ahorrar el gasto los está rematando con
los tarifazos y la carestía de la vida. Es difícil coincidir con Espert en que
Cambiemos se hizo kirchnerista. Es más lógico coincidir con el kirchnerismo que
acusa a Cambiemos de buscar la asfixia gradual del sistema de reparto.
Si es así, lo que está en peligro es el futuro del 70 por ciento de los
jubilados que no están incluidos en esta “reparación histórica”, así como todo
el universo de trabajadores y pequeños y medianos emprendedores que serán los
futuros jubilados. El massismo y el Bloque Justicialista estaban diseñando una
estrategia común con el Frente para la Victoria, para oponerse al proyecto de
Cambiemos, pero a último momento cambiaron de posición y el jueves aprobaron el
dictamen. Algunos lo explicaron porque no querían aparecer junto al kirchnerismo
después del protagonismo que asumió Cristina Kirchner con la carta que difundió.
Otros lo explican por algunas concesiones que lograron del oficialismo. Sea cual
sea la explicación, otra vez, igual que cuando votaron a favor de los fondos
buitre, el Bloque Justicialista y el massismo aparecen pegados al neoliberalismo
en otro tema estratégico. Aquella vez fue reabrirle la puerta al infierno de la
deuda externa. Esta vez es para dar el primer paso de un camino que llevará a la
destrucción del sistema público de jubilaciones. Es una paradoja que Sergio
Massa y Diego Bossio hayan estado al frente de la Anses durante el kirchnerismo.
Y que ahora encabecen esta alianza con el oficialismo neoliberal que puede
destruir el organismo que a ellos los convirtió en lo que son gracias a las
políticas solidarias con los jubilados que impulsaron los gobiernos
kirchneristas. Bossio y Massa no existirían si el kirchnerismo no hubiera
desarrollado estrategias para fortalecer la ANSES y el sistema público de las
jubilaciones.
El kirchnerismo en bloque ha planteado la defensa del sistema jubilatorio. El
partido de Margarita Stolbizer, los socialistas y Libres del Sur plantearán sus
propias propuestas, sin sumarse a la del PRO y los radicales, la que,
aparentemente, también será votada por Bossio y Massa. El tiempo dirá la última
palabra. Cuando la deuda externa se convierta nuevamente en cadalso y la
jubilación una condena, esos problemas tendrán nombres y responsables concretos.
Y en esta crisis externa e interna, creada por las políticas de Cambiemos, los
tiempos de la economía son muy cortos, más cortos que los de la política.
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