11 jun 2016

Alvesrre

El escándalo de las escuchas telefónicas que involucró a Mauricio Macri determinó que esa actividad saliera de la órbita impenetrable de los servicios de inteligencia. Y se la instaló en la de la Justicia para hacerla más transparente. Pero ahora el gobierno de Macri la devuelve a la oscuridad de los servicios de inteligencia. Aunque los jueces dejaron fuera al presidente, los que dirigían a los pinchadores de teléfonos eran de su entorno más cercano, como el ex comisario Fino Palacios, o habían sido contratados por su gobierno (en la CABA), como Ciro James. Y el mismo Macri estaba interesado en varias de las víctimas de ese espionaje (tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola...). Por una cuestión de simple vergüenza y portación de antecedentes, es un ámbito donde este presidente no tendría que meterse y menos para deshacer una medida que quiso evitar una forma de espionaje ilegal desde el Estado como en la que él estuvo involucrado. Pero lo hace y no pasa nada. Conclusión y confirmación: Macri es el presidente civil con mayor impunidad mediática en la historia de este país. Cuando el macrismo quiere mostrar su diferencia con el kirch- nerismo y resalta su tolerancia, dice: “no- sotros vamos a escuchar a todo el mundo”. Bueno, no es una metáfora.

Con ese respaldo, el macrismo ha instalado un lenguaje de sentido inverso, por no decir alvesrre. Durante la campaña prometió “pobreza cero”, “acabar con el narcotráfico” y “cero tolerancia a la corrupción”. En el Foro de Infraestructura que se realizó esta semana, el ministro de Transporte Guillermo Dietrich dijo que “el presidente Macri es el de más agallas, honestidad y capacidad que hemos tenido”. Y la frutilla del postre ha sido el título del “Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados”.

Traducción: “Pobreza cero” equivale a tarifazo, devaluación y desempleo. “Acabar con el narcotráfico” es un modismo para aludir a “fiesta electrónica Time Warp de Costa Salguero”. Y “cero tolerancia a la corrupción” es algo así como Panamá Papers. Una idea muy instalada por el macrismo tiene expresión en la fórmula Tolerancia=Veto. Dicho de otra forma: “yo tolero que digas todo lo que vos quieras (como la ley de desempleo) y te veto todo lo que yo quiera”.

La evaluación de Dietrich, (el ministro de Transporte que viaja en bicicleta pero tiene la mayor empresa de venta de autos del país) sobre Macri es lo mismo que viajar en bicicleta pero te vendo autos. En todo caso es una opinión personal que desconcierta en este lenguaje de sentido inverso. Con respecto al proyecto para los jubilados, respeta las generales de la ley: tiene más de Destrucción Histórica que de Reparación.

El proyecto, que el jueves obtuvo dictamen de comisión con el respaldo del PRO y los radicales, aliados con el massismo y el Bloque Justicialista, ha generado un debate en el que incluso intervino la ex presidenta Cristina Kirchner. Haber pegado el blanqueo a los jubilados ya dice que el proyecto tiene la cola sucia. Son dos ideas que tratan de justificarse y disfrazarse una a la otra. Los jubilados le ponen cara solidaria a un blanqueo de millonarios evasores y el blanqueo le quiere poner la cara “económicamente sustentable” a una medida supuestamente solidaria tan poco neocon-neolib.

Este lenguaje de sentido inverso crea situaciones excepcionales. Por ejemplo logra que coincidan un neoliberal extremo como José Luis Espert con Cristina Kirchner, que para él representa el populismo extremo. En el contexto del debate por el tema de las jubilaciones, Espert afirmó que “el macrismo es como el kirchnerismo con buenos modales”. Este hombre, que en algún momento asesoró a Cambiemos, ve en esta “reparación histórica” una medida demagógica y populista porque no tiene sustentabilidad económica. Lo mismo dijo Cristina Kirchner en su carta al afirmar que al no tener sustentabilidad, esta ley significará a mediano plazo la destrucción del sistema público de reparto para las jubilaciones y la vuelta de las AFJP.

Los dos tienen razón en que la ley no tiene sustentabilidad a mediano plazo. Espert se equivoca al equipararla por este motivo con los logros sociales del kirchnerismo, porque en ese caso, todos tuvieron sustento económico, incluyendo los subsidios a las tarifas, que podrían ser mayores o menores, pero que se sustentaban en la alta recaudación por retenciones, por crecimiento económico y por un alto consumo. En cambio, los últimos datos de aumento de la recaudación están por abajo, casi a la mitad, de la inflación anual, lo que ya refleja una caída importante que, si se mantiene o se agudiza, significará un cambio radical de paradigma para el Estado, lo que servirá de excusa para una nueva ola privatizadora y de endeudamiento.

Tanto Espert como Cristina Kirchner coinciden en que el sistema jubilatorio nacional, público y de reparto es prácticamente incompatible con el tipo de sociedad que plantean el PRO, el radicalismo y el mismo Espert. En ese aspecto, ya sea cortando de un tajo y abriendo otra vez el juego a las jubilaciones privadas, como quisiera Espert, o con medidas demagógicas que terminen por asfixiarlo como quiere hacer el oficialismo, un sistema público que abone jubilaciones razonables y dignas, no tiene lugar. En ese modelo de país, los pocos que puedan pagar una privada tendrán un retiro aceptable. La jubilación pública será solamente para los pobres que tengan aportes. Es lo que pasó en los 90, está en el resumen Lerú del neoliberalismo.

Es lo que está inserto en este lenguaje de sentido inverso que usa el oficialismo. La idea de un sistema nacional, público, solidario y de reparto no encaja en el modelo neoliberal de Cambiemos. Es una discusión que va más allá de esta ley puntual porque la diferencia de modelo de país y de visión del mundo es similar a la que existe entre la jubilación por un sistema solidario, como el actual, (al que instauró el primer peronismo, sacó el neoliberalismo menemista y volvió a reponer el peronismo kirchnerista) a otro de capitalización individual, como se denomina bien al sistema de las AFJP y las jubilaciones privadas. Es la repetición de un debate. Espert y Cristina Kirchner lo tienen claro, cada uno desde lugares diferentes. Espert critica al proyecto porque Cambiemos jura que es para favorecer a los jubilados que cobran del Estado, pero todavía no engancha o ve cierta actitud vergonzante o demagógica en ese sentido inverso del lenguaje de Cambiemos que dice adelante y va para atrás.

Resulta sospechoso que en un momento de crisis, este oficialismo avance con una medida que implica un alto gasto. Es un contrasentido que se meta en ese gasto en solidaridad con jubilados cuando para ahorrar el gasto los está rematando con los tarifazos y la carestía de la vida. Es difícil coincidir con Espert en que Cambiemos se hizo kirchnerista. Es más lógico coincidir con el kirchnerismo que acusa a Cambiemos de buscar la asfixia gradual del sistema de reparto.

Si es así, lo que está en peligro es el futuro del 70 por ciento de los jubilados que no están incluidos en esta “reparación histórica”, así como todo el universo de trabajadores y pequeños y medianos emprendedores que serán los futuros jubilados. El massismo y el Bloque Justicialista estaban diseñando una estrategia común con el Frente para la Victoria, para oponerse al proyecto de Cambiemos, pero a último momento cambiaron de posición y el jueves aprobaron el dictamen. Algunos lo explicaron porque no querían aparecer junto al kirchnerismo después del protagonismo que asumió Cristina Kirchner con la carta que difundió. Otros lo explican por algunas concesiones que lograron del oficialismo. Sea cual sea la explicación, otra vez, igual que cuando votaron a favor de los fondos buitre, el Bloque Justicialista y el massismo aparecen pegados al neoliberalismo en otro tema estratégico. Aquella vez fue reabrirle la puerta al infierno de la deuda externa. Esta vez es para dar el primer paso de un camino que llevará a la destrucción del sistema público de jubilaciones. Es una paradoja que Sergio Massa y Diego Bossio hayan estado al frente de la Anses durante el kirchnerismo. Y que ahora encabecen esta alianza con el oficialismo neoliberal que puede destruir el organismo que a ellos los convirtió en lo que son gracias a las políticas solidarias con los jubilados que impulsaron los gobiernos kirchneristas. Bossio y Massa no existirían si el kirchnerismo no hubiera desarrollado estrategias para fortalecer la ANSES y el sistema público de las jubilaciones.

El kirchnerismo en bloque ha planteado la defensa del sistema jubilatorio. El partido de Margarita Stolbizer, los socialistas y Libres del Sur plantearán sus propias propuestas, sin sumarse a la del PRO y los radicales, la que, aparentemente, también será votada por Bossio y Massa. El tiempo dirá la última palabra. Cuando la deuda externa se convierta nuevamente en cadalso y la jubilación una condena, esos problemas tendrán nombres y responsables concretos. Y en esta crisis externa e interna, creada por las políticas de Cambiemos, los tiempos de la economía son muy cortos, más cortos que los de la política.

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