Los argentinos andan más exultantes de lo habitual: desde hace años
tienen el mejor número 10 en las canchas de mundo, pusieron a un
gran jefe espiritual en el Vaticano, una reina en Holanda y ahora
anhelan que Susana Malcorra, canciller de Macri, ocupe la secretaría
general de la ONU.
Aunque de argentina, Malcorra sólo posee acta de nacimiento
(Rosario, 1954), título profesional (ingeniera electrónica) y los
aires de grandeza de aquella Susanita de las tiras de Mafalda, que
criticaba continuamente la torpe ambición y corta mirada del
"burgués nacional" Manolito, hijo del abarrotero del barrio.
En cambio, la Susanita de Macri llegó lejos. A los 25 años, en plena
dictadura cívico-militar (1979) empezó a trabajar en la filial
argentina de IBM, llegando a conducir la relación con el sector
público durante el frenesí privatizador del gobierno de Carlos Menem.
Pero en 1994, cuando la multinacional quedó envuelta en el escándalo
IBM-Banco Nación por el pago de sobornos al Estado, Susanita ya era
presidenta de Telecom Argentina.
En el fatídico 2001 (año del "corralito" financiero que sepultó a
millones de argentinos en la desesperación), Malcorra recortó 10 por
ciento en los sueldos de los trabajadores telefónicos, girando 400
telegramas de despido a empleados que no aceptaran la rebaja de
sueldos.
Luego cofundó Vectis Management (2002), con el propósito de orientar
a las corporaciones económicas en sus "necesidades de cambio". Y dos
años después, el secretario general de a ONU, Ban Ki-moon, la nombró
directora de operaciones y directora ejecutiva adjunta del Programa
Mundial de Alimentos. Hasta que en 2004 el sudcoreano la puso al
frente del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el terreno
de Naciones Unidas (120 mil efectivos entre burócratas, militares y
policías del mundo entero).
Allí Malcorra se convirtió en la Doctora No (apodo del mismísimo Ban
Ki-moon), exhibiendo el lado oscuro de su corazón por desestimar y
ocultar las denuncias de los abusos sexuales a menores de edad,
perpetrados en campos de refugiados por cascos azules de la ONU en
varios países de África (Guinea, Chad, Guinea Ecuatorial y República
Centroafricana).
Según Wikileaks y la revista Foreign Policy (julio 2015), durante
sus años en la ONU (2004-2015) la canciller de Macri trabajó en
favor de Washington, poniendo ciudadanos estadunidenses en distintos
puestos, a solicitud de Susan Rice, embajadora de Estados Unidos en
el organismo internacional. Simultáneamente, delegados italianos y
británicos se quejaban de la burocracia de la misión de la ONU en
Darfur, la explosiva región occidental de Sudán.
Así, en diciembre pasado, un tribunal integrado por tres jueces
independientes convocados por Ban-Ki-moon, concluyeron que Susana
Malcorra “…había estado más preocupada en silenciar y perseguir al
denunciante del escándao (el activista sueco de Derechos Humanos
Andres Kompass), que en proteger a los niños que se encontraban en
peligro o de sancionar a los abusadores”. Con todo, en noviembre
pasado tuvo el tupé de integrar una mesa sobre "ética y desarrollo"
con economistas y funcionarios del gobierno kirchnerista.
Un perfil distinto del que John Carlin (biógrafo de Nelson Mandela)
le dibujó en una entrevista para El País de España: "pragmática y
soñadora" (15/5/16). Así como de la sensación que en Caracas le dejó
a Diosdado Cabello (ex presidente de la Asamblea Nacional), luego de
que en marzo de 2012 Ban Ki-moon nombrara a Malcorra jefa de
gabinete de la ONU.
El bolivariano aseguró que Malcorra era "la CIA misma". Se quedó
corto. Porque Susanita ha sido un peón eficiente y leal del
capitalismo salvaje. Que, entre sus asalariados, también figura la
CIA, junto con otras organizaciones del terrorismo de Estado
internacional.
¿Qué causas "pragmáticas", entonces, justificaron la reciente
condecoración de Malcorra con la Gran Cruz Cóndor de los Andes,
máximo galardón del Estado Plurinacional de Bolivia? ¿Habrán tomado
nota en La Paz de que hace unos días, en Nueva York, la señora
aclaró que su candidatura a la ONU no era personal, sino que es
“…una política del gobierno argentino”?
De ser elegida secretaria general de la ONU, los pueblos de
Argentina y América Latina jamás tendrán en ella una defensora de
sus intereses. Enemiga de la revolución bolivariana, la señora está
donde está para acabar, justamente, con los proyectos de
integración, cooperación y entendimiento político soberanos:
Mercosur, ALBA, Unasur y Celac.
En suma, Susana Malcorra es una chirolita, nombre de la antigua
moneda de níquel de escaso valor que circulaba en Argentina, y que
pasó al lunfardo con el significado de una persona que es títere de
otras. Y cuyas acciones, en especial sus palabras, no le son
auténticas sino que encubren los intereses de quienes les mandan.
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